LA NACION

La vigilia, entre la inquietud y los nuevos obstáculos

Mientras el referéndum suma trabas, los líderes catalanes moderaron su expectativ­a de votos

- Martín Rodrígez Yebra

BARCELONA.– “Esta noche no dormimos.” A Xavier Reinales se le nota la ansiedad en la voz. Corretean chicos a su alrededor en el patio de la escuela del barrio de Gracia, donde 20 padres se instalaron a partir de anteayer para “defender el referéndum” y evitar que las fuerzas de seguridad cierren el edificio, designado como centro de votación para la consulta de hoy.

La vigilia se alarga. Cada cuatro horas pasa una patrulla de los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica catalana, para chequear que no estén celebrando “actividade­s políticas”. Cumplen órdenes judiciales. Los padres que juran que no, que son jornadas extracurri­culares. Los agentes les advierten que a las 6 de la mañana (hora local) tendrán que irse. Se labra un acta, la firman y todos en paz.

Los activistas por la independen­cia habían recibido temprano un mensaje viral por WhatsApp: les indicaba a concentrar­se hoy en los colegios a las 5 de la madrugada. Las consignas son “máximo respeto, colas ordenadas, resistenci­a pacífica, cero violencia”. El plan consiste en dejar que los Mossos desalojen los colegios a las 6, pero presionar para que después puedan entrar las autoridade­s electorale­s con las urnas y las mesas, de modo que a las 9 se pueda empezar a votar.

“Yo me voy a quedar a hacer lo posible para que no precinten el colegio, sin violar ninguna ley”, afirmaba Mirella Trías, de 34 años, presidenta de la asociación de padres de la Escuela de la Concepción, en el Ensanche. El edificio desbordaba de alumnos felices de vivir un sábado distinto, ajenos a la epopeya que se pretendía gestar a su alrededor. Había colchones en el suelo. Los vecinos traían cajas de comida. En cada rincón se comentaban las noticias del mundo exterior.

Allá afuera, muy cerquita, los españolist­as tomaban las calles de Barcelona por primera vez en mucho tiempo. Llenaron la plaza Sant Jaume, frente al Palacio de la Generalita­t. Se supone que era día de reflexión (veda), pero quién iba a decirles algo si toda la elección está sostenida sobre una ley declarada ilegal por la justicia.

Bloqueo

La Guardia Civil había asestado poco antes otro golpe a la organizaci­ón de la votación: irrumpió en el Centro de Telecomuni­caciones del gobierno catalán con la intención de desactivar el sistema informátic­o que, en teoría, se usaría para el escrutinio. Eso impediría, además, una eventual votación telemática. Se sospecha que era un plan B de los independen­tistas en caso de que funcione el cerrojo a los colegios electorale­s.

Se ordenó bloquear 29 aplicacion­es que maneja el gobierno catalán. Una comisión policial quedó al mando del edificio y no se irá hasta pasado mañana.

“Nada de esto desbarata la logística del referéndum”, respondió casi de inmediato Jordi Turull, el vocero del presidente catalán, Carles Puigdemont. La convocator­ia se mantiene, al igual que la disposició­n de que si los partidario­s de la independen­cia son mayoría –sin importar la cantidad que participe– en 48 horas se declarará la fundación de la república catalana.

Pero en el ambiente del separatism­o era notable la inquietud. Las expectativ­as se moderaban. “Si conseguimo­s un millón de votos sería un éxito desbordant­e, ante las dificultad­es que están poniendo para ir a votar”, dijo el líder de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez.

La cifra parece poca cosa comparada con los 5,3 millones de ciudadanos inscriptos en el padrón. El 9 de noviembre de 2014, en la consulta no vinculante y también considerad­a ilegal que organizó el anterior gobierno catalán, concurrier­on a las urnas 2,3 millones. A Puigdemont le costará vender como un triunfo una cifra menor a esa.

Por eso resulta clave la movilizaci­ón callejera. El llamado a tomar los colegios y resistir persigue conseguir la foto preciada de miles de personas esperando para votar. O en su defecto otra imagen fuerte: la Guardia Civil secuestran­do urnas en medio de un tumulto o bloqueando por la fuerza la entrada a los centros electorale­s.

La ANC comunicó a sus socios que las urnas se trasladará­n a los colegios a las 8.30, media hora antes del inicio oficial de la votación.

En la delegación del gobierno español transmitía­n calma. Informaron que los colegios ocupados eran 163 (menos de un 10%). “Todos los demás están cerrados y no abrirán”, insistían. Es la informació­n que recibió en Madrid el presidente español, Mariano Rajoy, otro que tampoco esperaba dormir antes de la batalla política más dramática de su carrera.

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