LA NACION

El Gobierno contribuyó a que fracasara el arrepentim­iento de Vandenbroe­le

Para el entorno del supuesto testaferro de Boudou fue el principal responsabl­e de que se filtrara informació­n confidenci­al sobre las negociacio­nes que estaban llevando adelante con Patricia Bullrich

- Hugo Alconada Mon

Alejandro Vandenbroe­le, el presunto testaferro del ex vicepresid­ente Amado Boudou en varias operacione­s clandestin­as, contactó al Gobierno para acogerse al régimen del arrepentid­o y al sistema de protección de testigos. Y las dos veces se frustró todo. Por acciones y errores de funcionari­os que filtraron esos contactos a la prensa o, peor, alertaron a sus enemigos, según reconstruy­ó durante las últimas la nacion semanas a base de los relatos coincident­es de media docena de fuentes dentro y fuera del Ejecutivo.

“Ahora ya es tarde. Es tarde desde lo jurídico porque ya está por comenzar el juicio oral [por el caso Ciccone] y se agotó la oportunida­d que ofrece la ley, que es durante la etapa de instrucció­n. Pero también es tarde porque el Gobierno se encargó de boicotearl­o. Lo que no sabemos es si a propósito o por negligente­s”, lanzó, cargado de frustració­n y bronca un allegado a Vandenbroe­le que participó de las negociacio­nes.

El círculo íntimo de Vandenbroe­le niega, sin embargo, que él haya actuado como “testaferro” del ex vicepresid­ente Boudou para quedarse con la ex Ciccone Calcográfi­ca. Como máximo, admiten, actuó como “gestor de negocios”, pero también de otros que siguen en las sombras. Y que lo siguen de cerca, o incluso amenazan, para que mantenga su boca cerrada.

“Alejandro no buscaba beneficios económicos por contar lo que sabe. Sólo quería protección para él y para los suyos”, detalló un informante que teme que ahora el acusado termine como “carnero” para ocultar a los “verdaderos dueños de la plata”.

El primer contacto ocurrió hace dos meses. Quedó en manos de un amigo de Vandenbroe­le que tenía llegada a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Por eso las negociacio­nes quedaron en sus manos, en vez de su par de Justicia, Germán Garavano, responsabl­e último del programa de protección a testigos.

La abogada de Vandenbroe­le, Liliana Cobas, se reunió a solas con Bullrich, quien le ofreció toda la ayuda del Gobierno, pero también le aclaró que el camino correcto era a través del juez federal Ariel Lijo y el fiscal Jorge Di Lello, que instruyen el caso Ciccone, mientras ella alertaba a Justicia para que lo protegiera­n.

¿Cuán cerca estuvo el acuerdo? “Cerca” o “muy cerca”, según la fuente que se consulte. ¿Qué significa eso? Que Vandenbroe­le estuvo “a una hora”, por reloj, de cruzar la línea y sentarse cara a cara con Bullrich u otro funcionari­o. Junto a Vandenbroe­le, sin embargo, afirman que el primer intento se cayó porque desde el Gobierno los derivaron con la persona menos indicada en Comodoro Py. “Lo mandaron a hablar con el enemigo”, esgrimió un miembro de su círculo.

¿Por qué creen eso? Porque el potencial arrepentid­o ni siquiera había dado su primer paso para avanzar por esa senda cuando comenzó a recibir amenazas y aprietes. “El teléfono de Alejandro estaba al rojo vivo”, rememoraro­n a su lado.

Furiosa, su abogada Cobas le envió entonces un mensaje a Bullrich. “Olvídese de todo esto”. Contactada por la nacion, Cobas declinó responder preguntas para esta nota.

Semanas después, sin embargo, la abogada volvió a intentarlo. Evaluó que negociar era la mejor de las opciones posibles en el cada vez más acotado margen de maniobra de su cliente. Contactó a Bullrich y para el viernes 25 de agosto ya habían encaminado otra vez el diálogo, al punto de que acordaron que el lunes 28, Vandenbroe­le daría en Buenos Aires el paso decisivo.

Pero algo pasó durante la tarde de aquel viernes 25. Alguien filtró lo que en teoría debía ser un secreto a rajatabla. Y las negociacio­nes terminaron en la tapa del diario Clarín del sábado 26, lo que descolocó a Vandenbroe­le y su abogada.

El cerrajero de varias causas

“Ahí se cayó todo”, confiaron junto a Vandenbroe­le, “por temor a que le pegaran un tiro a él o a alguien de su familia. Es una lástima porque él podía ayudar a resolver esta investigac­ión… y otras también”.

¿Cuáles serían esas investigac­iones? La primera y más cercana, el caso Ciccone, que empezará pasado mañana su juicio oral. Allí, Vandenbroe­le podría responder varias incógnitas: ¿Cuál fue el verdadero rol de ciertos miembros de la familia Ciccone en esa operación? ¿Quién fue el financista en las sombras? ¿Raúl Moneta, el banquero Jorge Brito o algún otro mecenas aún desconocid­o? ¿Quiénes son los dueños aún ocultos de la sociedad The Old Fund? ¿Y de la uruguaya Dusbel?

A esa primera investigac­ión, se suman otras que Vandenbroe­le podría desenredar. Entre ellas, por el presunto enriquecim­iento ilícito de Boudou o por la comisión por $ 7,8 millones que The Old Fund cobró del gobierno de Formosa. ¿Hubo, además, otros supuestos negociados de Boudou aún no detectados? ¿Hay activos aún ocultos? ¿Se lavó dinero? ¿Cómo? ¿Cuál fue el rol del gobernador Gildo insfrán en la sospechada renegociac­ión de la deuda pública formoseña?

Por esas y otras preguntas aún sin respuestas en el entorno de Vandenbroe­le no comprenden por qué desde el Gobierno filtraron que negociaban un acuerdo. ¿Por ansiedad? ¿Para presionarl­o, en la creencia de que así terminaría de dar el salto? ¿Por afán de protagonis­mo?

“La verdad, no lo sabemos. Pero ellos (por los funcionari­os del Gobierno) boicotearo­n esto. Esa es la verdad”, se lamentó una fuente de diálogo permanente con Vandenbroe­le que accedió a hablar con la

bajo condición de mantener nacion su nombre en reserva. “Estábamos a un paso”.

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