LA NACION

Raúl Villarreal. “Yo hacía solamente un trabajo de relaciones públicas”

Fue la mano derecha de Omar Chabán y recibió una sentencia a seis años de prisión por el mortal incendio durante el recital de Callejeros; el mes pasado obtuvo la libertad condiciona­l

- Texto Florencia Halfon Laksman | Foto Ignacio Sánchez

Ex mano derecha de Omar Chabán en el gerenciami­ento de Cromagnon, Raúl Villarreal es uno de los condenados por el incendio en el boliche del barrio porteño de Once durante un recital del grupo Callejeros, el 30 de diciembre de 2004, que provocó 194 muertes y más de 1200 heridos. El mes pasado consiguió el beneficio de la libertad condiciona­l. “Estoy tratando de recuperar mi salud, a ver si puedo empezar a trabajar en algo”, dijo a sobre sus primeros la nacion días fuera de la prisión.

Está condenado a seis años de prisión por el delito de incendio culposo seguido de muerte y cohecho activo en calidad de partícipe nece- sario. Estuvo a punto de lograr salidas laborales en octubre del año pasado, pero el juez Axel López no lo autorizó. Con impulso de su abogado Albino José Stefanolo consiguió adelantar ocho meses su salida del penal de Marcos Paz, a partir de los certificad­os que obtuvo en prisión por talleres de electricid­ad, producción teatral, peluquería unisex, administra­ción de microempre­sas y aspectos del derecho penal.

Lo sucedido en Cromagnon es “imborrable” para Villarreal, pero mantiene su posición: “¿Qué responsabi­lidad puedo tener, si estuve en la puerta esperando gente? Yo hacía solamente un trabajo de relaciones públicas”. En sus primeros momentos sin la obligación de cumplir los horarios del penal pensó en los demás internos del pabellón 12 del módulo 3, recordó el mundo tras las rejas. Y aseguró: “La primera noche en libertad me costó conciliar el sueño”. –¿Por qué, en qué pensó? –Salí de noche, me fue a buscar mi hija Marlene, que justo era su cumpleaños, y fuimos a la casa del mayor, Alejo, que nos esperaba con una comida. Nos quedamos hasta las 2. Y cuando me acosté, no dormí nada. Cerraba los ojos, pero no dormía. A lo mejor tenía muchas cosas en la cabeza. Pensaba en eso de haber dejado a la gente que me acompañó adentro en este año y pico de prisión. Y el traslado al hogar. Horas antes estaba allá. Eso pensaba: en el cambio súbito. Fueron emociones encontrada­s. Debe ser difícil para los que no tienen nada afuera y prefieren estar adentro. –¿Sigue pensando en lo ocurrido la noche del 30 de diciembre? –Es imborrable. A veces lo hablaba porque algún interno quería saber cómo fue. El 99 por ciento me decía que mi condena y la de los músicos fueron irrisorias. Tuve responsabi­lidades laborales, pero no penales. ¿Qué responsabi­lidad puedo tener, si estuve en la puerta esperando gente? Estaba haciendo un trabajo de relaciones públicas. No entiendo cómo los jueces opinaron sin conocer el paño ni el ambiente. Yo no opino de leyes. Ahora, cada vez que escucho un fallo, desconfío, espero que sigan averiguand­o. Yo lo pasé. De nosotros nos dijeron de todo. Los medios y la justicia inflaron la historia, había muchos intereses mezclados, hasta una jefatura de gobierno. Fui un chivo expiatorio ciento por ciento. –¿Cómo era su relación con los ex miembros de Callejeros que estaban en Marcos Paz? –Era buena, pero se fueron yendo. Menos Fontanet (Patricio, líder de la banda), que quedó en Ezeiza, al mes se fue Christian Torrejón, de forma súbita. Pidió que lo pasen con “el Pato” a Ezeiza por la interna entre ellos. A los pocos meses también se fue Elio Delgado porque quería ver a Eduardo Vázquez (ex baterista de Callejeros, condenado a seis años por Cromagnon y a prisión perpetua por el homicidio de su esposa, Wanda Taddei), que eran muy amigos. Maxi Djerfy logró la prisión domiciliar­ia porque los papás están imposibili­tados y es hijo único. Y cuando Juan Carbone, que tiene el hijo autista, pide el pase a Ezeiza, se lo dieron, pero al tiempito logró la domiciliar­ia y luego, la condiciona­l. –¿Qué fue lo primero que hizo al salir del penal? –Siempre me decía que apenas saliera iba a hacerme ver porque adentro hay mucha desidia con el tema de la salud. Estuve todo el tiempo en el penal esperando una tomografía de columna que nunca me hicieron. Pocos días después de salir, fui al médico, me detectaron una arritmia, y ahora estoy medicado. También estoy con una bota en el pie derecho por tendinitis. A pesar de lo poco que puedo andar, ya bajé dos kilos y medio, sólo por las breves caminatas. –¿Cómo fue el último año en prisión, después de que no le permitiera­n las salidas laborales? –Primero pedí el traslado a la Unidad 23 de Ezeiza, porque desde ahí podía pedir salidas con libertad transitori­a laboral, pero no lo conseguí. Me dediqué a pintar cuadros, artesanías en madera. Restauré, por ejemplo, una Virgen de Rosario de San Nicolás, que la habían traído hecha pelota. Hicimos juegos didácticos para alumnos de una escuela de Formosa. –¿A qué se va a dedicar ahora? –Primero estoy tratando de recuperar mi salud, a ver si empiezo a trabajar. Estoy viviendo con mi hijo y su familia. Cuando comience a trabajar, me mudaré. Tengo que hablar con Víctor (Stinfale, con quien compartió prisión el año pasado por la causa Time Warp), a ver si tiene un trabajo para mí. –¿Piensa a veces en Chabán? –Sí, se me cruza muchas veces Omarcito. Más ahora, que entro en las redes sociales y veo que muchos ponen sus fotos. Fueron muchos años, dejó su vida en todo esto.

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