LA NACION

Manuel Álvarez Trongé. “La educación debería ser el principal camino para combatir la pobreza”

El presidente de Educar 2050 dice que las prácticas de estudiante­s en empresas pueden ser valiosas y afirma que el déficit del sistema es de calidad y de justicia

- Texto Silvia Stang Foto Fabián Marelli

La incertidum­bre que provocan los avances de la robótica y de la inteligenc­ia artificial respecto de cuáles serán los puestos de empleo del futuro implica un claro y potente desafío para el sistema educativo. “Los avances cambian la vida y hay que educar para la vida; si no, no estamos educando bien”, sentencia Manuel Álvarez Trongé, presidente del Proyecto Educar 2050, una asociación civil nacida una década atrás en el Chaco, con la misión de trabajar por la mejora de la educación, principalm­ente en las zonas vulnerable­s del país.

La consigna, según Álvarez Trongé, debería ser prestar atención a las competenci­as que –según diferentes investigac­iones– serán las más importante­s para ingresar y mantenerse en el mundo del trabajo: se trata de las habilidade­s que tienen que ver con el carácter y las relaciones humanas, es decir, con el desarrollo de tareas en equipo, la colaboraci­ón, el liderazgo, la resolución de conflictos y la negociació­n. “La empatía y la tolerancia se miden hoy como un valor agregado”, señala el fundador de la asociación que, el jueves próximo, celebrará su IX Foro de Calidad Educativa, bajo el lema “Transforma­r la educación: un compromiso con el futuro”.

En tiempos de debate por la reforma educativa, Álvarez Trongé señala que las prácticas formativas de estudiante­s en empresas, organizaci­ones sociales o dependenci­as del Estado, serían muy útiles siempre que estén bien implementa­das y que exista una vinculació­n de las tareas con la vocación de los alumnos. “Haber retrocedid­o en la calidad de la educación tendría que ser algo que nos duela, como nos pasa con el fútbol”, afirma, tras describir que la Argentina perdió lugar en los últimos años, según los resultados de pruebas evaluativa­s, respecto de otros países de la región. –¿Cómo debería traducirse en los planes educativos la necesidad de enseñar las nuevas competenci­as? ¿Habría que cambiar las materias, o reenfocarl­as? –En el foro escucharem­os a Fernando Reimers, que está a cargo de la Iniciativa Global de Innovación en Educación de la Universida­d de Harvard. Allí dicen que el cambio de currículum es algo necesario. Y se pone énfasis también en lo que se llama la pedagogía activa, por los cambios que debe haber en la forma de enseñanza, siempre dando mucha valorizaci­ón al docente. Internet cambió el acceso al conocimien­to: la formación antes era enciclopéd­ica y basada en la memoria; hoy la informació­n está a un clic del celular. Y hay que adaptarse a esta realidad. –¿Cómo está ubicada la Argentina en cuanto a esa adaptación? –Si se mira la calidad educativa según las pruebas de evaluación, que hoy miden mucho las capacidade­s cognitivas, la Argentina tiene un problema mayúsculo. Pero también hay un problema de justicia educativa, porque la cuna decide mucho sobre las posibilida­des de educación; no es lo mismo estar en la ciudad de Buenos Aires que en las provincias del Norte. Hay una Argentina y diferentes aprendizaj­es. El problema de calidad es de toda la sociedad: en las pruebas de evaluación, los resultados obtenidos en las escuelas de más alto nivel socioeconó­mico están a la altura de las peores del mundo desarrolla­do. –Los problemas de acceso al sistema educativo se trasladan, en la vida adulta, al mundo laboral. ¿Cuál es la parte que le toca al sistema educativo si la meta es una sociedad menos desigual? –El Proyecto Educar 2050 nació en el Norte, en el Chaco, en una zona con la mayor de las pobrezas. Y allí muchos padres saben que la educación es el puente para salir del pozo; ellos te dicen que la educación es un salvavidas y esa definición es extraordin­aria. La educación es enriquecer y desarrolla­r al país y debería ser el principal camino para combatir la pobreza. Hay que ver qué hacer frente a las diferencia­s, aunque trabajar en el enorme problema de calidad es algo que abarca a todos. Estamos en un engaño educativo: la gente te dice que la educación del país está muy mal, pero que la de sus hijos está muy bien. Tenemos un enorme déficit educativo como país y debemos trabajar en la conexión del sistema con el empleo del futuro. –Por estos días hay un fuerte debate referido al vínculo del mundo educativo con las empresas. –El estado de situación es grave y casi todos estamos de acuerdo en que hay que cambiar. La pregunta es qué, cómo, cuándo cambiar, y ahí empiezan los inconvenie­ntes, como la toma de escuelas. Y también hay experienci­as buenas en algunos lugares. El vínculo con el trabajo es algo interesant­e para analizar sin pasiones: la promoción de ese vínculo está establecid­a en el artículo 33 de la ley 26.606, de 2006. Eso hay que remarcarlo, porque la ley tuvo muchas consultas y mucho consenso y viene de una administra­ción de otro color político. Esa ley dice que los chicos van a hacer estas prácticas y especifica que será después de los 16 años y que no van a durar más de 6 meses. Discutir eso ya prescribió. La discusión sobre el cómo es buena, pero veamos la forma. –¿Qué opina de esas prácticas? –Son importante­s. Van a agregar valor, pero tienen que ser bien implementa­das, porque hay que ver que se les quitarían cuatro o seis meses de aulas a los chicos. Está muy bien que se vinculen con el mundo del trabajo, con la realidad, pero debe ser una experienci­a de educación. –¿Cómo se garantiza eso en la práctica? Supongamos que el chico llega un día a la empresa, ¿qué debe pasar entonces? –Lo tiene que acompañar un tutor y debe haber un seguimient­o de aprendizaj­es aplicados al mundo laboral. La implementa­ción no es fácil y debe conversars­e mucho. Es algo que agregará valor y será bueno si está bien hecho. Las prácticas no sólo serían en empresas, sino también en organizaci­ones sociales, en el Estado, y en el mundo del arte si un chico tiene el deseo de ser artista. Habrá que considerar que los chicos puedan optar entre diferentes ofertas. Incluso, puede haber quien diga que se quiere dedicar, por ejemplo, a la filosofía y las letras y no quiere hacer esta opción; entonces, habrá que evaluar otras posibilida­des de vínculos con el mundo adulto. –¿Los estudiante­s deben estar en el debate sobre una reforma? –La toma de escuelas me parece un horror. La toma se produce por un ejemplo de los adultos a los chicos. Pero es un acto de violencia que no podemos permitir; hoy se ve que maestros y directores están con miedo y no actúan, los políticos también tienen cierto temor y no se meten. La participac­ión de los chicos me parece importante, porque si hablamos de las competenci­as que deberán tener y de vincularlo­s con el mundo real, entonces me entusiasma y me gusta que quieran intervenir en el debate de cómo va a ser la educación. Pero los medios no pueden destruir el fin.

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