Especializarse es bueno, pero hay que tener precaución
La autosuficiencia en la producción y el consumo suena muy linda, pero nos obligaría a renunciar a buena parte de nuestro estándar de vida. La especialización genera enorme beneficios, pero también plantea riesgos. Lo saben cualquier ama de casa, o encargado de una empresa o de un estudio profesional, quienes actúan en consecuencia. Apostar a que nunca va a ocurrir un cataclismo, nunca van a caer los precios de los productos que exportamos o siempre nos financiarán el déficit público es una insensatez que se paga muy cara.
Para entender más sobre este tema entrevisté al escocés Adam Smith (1723-1790), profesor de filosofía moral en Glasgow, tutor, encargado de aduanas (como su padre) y autor de La teoría de los sentimientos morales, publicado en 1759, e Investigación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, que vio la luz en 1776. Como Carlos Federico Díaz Alejandro, Francis Ysidro Edgeworth, David Hume, Michael Louis Mussa, Julio Hipólito Guillermo Olivera, Arthur Cecil Pigou, Raúl Arturo Ríos y Piero Sraffa, murió soltero. –Al comienzo de La riqueza de las naciones, usted explicó los beneficios y los riesgos de la división del trabajo, de manera inmejorable. –Gracias. La ejemplifiqué con el caso de la fabricación de alfileres. Imaginemos dos fábricas exactamente iguales en cuanto a maquinarias, número de operarios, horarios de trabajo, etcétera. En cada una de ellas trabajan tres personas. Simplificando, la fabricación de alfileres implica realizar tres operaciones: cortar el rollo de acero, afilar una punta y elaborar la cabecita en el otro extremo. –¿Y? –Como dije, las dos fábricas son exactamente iguales. Sólo que en la primera a cada uno de los tres operarios le encargamos que realice todas las tareas, mientras que en la segunda al primero le encargamos que corte el rollo de acero; al segundo, que afile la punta, y al tercero, que forme la cabecita. Al cabo de la jornada laboral, en la primera fábrica cada operario fabricó ocho alfileres, 24 en total, mientras que en la segunda el conjunto de los operarios fabricó 60 alfileres. –¿Magia? –Nada que ver. Simplemente, que la división del trabajo aumenta la destreza, disminuye los movimientos de los materiales, etcétera. La división del trabajo no elimina la escasez, pero con las mismas dotaciones de tierra, trabajo y capital permite aumentar la producción de mercaderías y servicios. –La división del trabajo genera beneficios, pero también aumenta los riesgos. –Efectivamente. Tomando literalmente el ejemplo planteado, si en la primera fábrica se ausenta uno de los tres asalariados, la producción se reduce en un tercio, mientras que si falta en la segunda, la producción se paraliza por completo. Enfatizar los beneficios versus los riesgos de la especialización colocó en posiciones diferentes a David Ricardo y a Thomas Robert Malthus durante los debates referidos a la derogación de las leyes de granos, que tuvieron lugar en el Parlamento inglés en 1815. –¿Qué se hace, entonces? –Diagnosticar correctamente. La división del trabajo genera riesgos y también tedio, como ilustró magníficamente Charles Chaplin en Tiempos modernos, pero renunciar a los beneficios en el nombre de esto es una exageración. Piénsese el estándar de vida que tendríamos si cada uno intentara vivir de lo que produce la huerta que tiene en el fondo de su casa o en el balcón de su departamento; de la misma manera que la medicina moderna es impensable sin laboratorios, equipamiento, etcétera, así como la energía eléctrica. –Me convenció. ¿Qué hacemos con los riesgos? –Prevenir, y bancarse las consecuencias de los cataclismos más extremos. Ningún encargado de fábrica le confía las llaves de la planta a una única persona; nuestra madre siempre tenía jabón, fideos y papel higiénico, por encima de las imperiosas necesidades del día. El problema se plantea con los Estados. –Ahí justamente lo quería llevar, porque el propósito de la entrevista era hablar de lo que ocurrió en Puerto Rico. –No soy un experto en cuestiones climáticas, y quizás el huracán María tuvo tal intensidad que buena parte de los destrozos eran inevitables. Pero meses atrás el estado de Puerto Rico se había declarado en quiebra, y su infraestructura –particularmente la eléctrica– dejaba mucho que desear. Ignoro si, como dijeron en la televisión de su país, la isla estará sin fluido eléctrico durante varios meses, pero está mostrando las consecuencias de la división del trabajo cuando se opera al límite. ¿Acudirá Estados Unidos en auxilio de su estado libre asociado? –¿Qué tiene que ver con la Argentina hoy? –Como bien decía Francisco García Olano, ustedes no necesitan las crisis internacionales para tener problemas, porque fabrican las propias. Préstenle atención al nivel del gasto público, la presión impositiva y las tasas de interés que están prometiendo pagar, en moneda extranjera, para financiar el desequilibrio fiscal. No sea cosa que, como Puerto Rico, estén operando al límite y la realidad económica local se les complique en cuanto ocurra algún cambio de humor en el exterior. –Don Adam, muchas gracias.