LA NACION

La otra discusión entre la Nación y las provincias: el reparto de las funciones

especialis­tas entienden que es la clave para debatir la coparticip­ación y la reforma fiscal; advierten que primero hay que definir el para qué y después, el cómo de la distribuci­ón de recursos

- Gabriela Origlia

Desde la Casa Rosada apuntan a que las provincias reduzcan su déficit fiscal en 2018 a la mitad (0,4% del PBI) y a que empiecen a bajar impuestos.

Después de las elecciones se vienen varios debates que involucran a los gobernador­es, como son el de la reforma fiscal y el de la nueva ley de coparticip­ación. Los economista­s coinciden en que –antes de determinar qué recursos distribuir y cómo– deben quedar en claro las funciones de cada jurisdicci­ón.

La consultora Idesa entiende que este año, por la superposic­ión entre tareas nacionales y provincial­es, la Nación gasta más de $ 90.000 millones anuales en funciones que “no son de su responsabi­lidad”. Entre ellas, enlista las relacionad­as con la salud, la educación, la seguridad y el urbanismo, tareas que les “correspond­en a las provincias”.

Desde la Asociación Argentina de Presupuest­o y Administra­ción Financiera Pública (Asap), Ariel Melamud señala que esa superposic­ión de funciones se fue dando por la convivenci­a con un régimen de coparticip­ación “no diseñado” para que las provincias financiara­n las tareas que fueron asumiendo. “El régimen no se reformuló, se emparchó con transferen­cias, con la coparticip­ación parcial del impuesto al cheque o el armado del fondo sojero.”

Alfredo Blanco, ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC), entiende que el “para qué” (la correspond­encia fiscal) es la base de la discusión de todos los temas tributario­s: “Hay que determinar qué estados queremos y ver las funciones. La fuerte descentral­ización no siempre se acompañó de recursos a las provincias, aunque también hubo imprudenci­a fiscal en muchos distritos”.

Si bien el reparto de fondos en la actualidad debería implicar que un 56,6% vaya a las provincias y un 42,4% a la Nación (y el 1% restante, al Ministerio del Interior para aportes del Tesoro nacional), esa ecuación no se da. La participac­ión efectiva es del 29% de la recaudació­n de la AFIP, a la que se suman las transferen­cias por fuera de la coparticip­ación.

“Una suba desproporc­ionada de las transferen­cias discrecion­ales nacionales buscó resolver este desequilib­rio y cubrir las funciones que se les dieron a las provincias –dice Ernesto Rezk, decano de Ciencias Económicas de la UNC–. Eso provocó el desinterés de muchas provincias por profundiza­r y mejorar su autonomía financiera y acrecentó la dependenci­a política respecto de la Nación.”

Jorge Colina, economista de Idesa, insiste en que la Nación interviene con partidas y programas en áreas que no le son propias sin resolver completame­nte los problemas: “Debe explicitar los incumplimi­entos provincial­es y dar asistencia técnica; no hay que debatir las funciones porque ya están establecid­as, sino que lo que debe generarse es el esquema financiero para sostenerla­s”.

A modo de ejemplo, Colina menciona que en todos los países federales la capital se paga lo propio. “Acá es natural que lo haga la Nación.” En la iniciativa de presupuest­o para el año próximo, de los $ 88.000 millones destinados a infraestru­ctura de transporte, $ 49.000 millones (56%) son para el desarrollo del transporte urbano en el Área Metropolit­ana de Buenos Aires, y el resto, para el Plan Nacional Vial (rutas nacionales).

Con un déficit primario del 4% del PBI, ninguno de los economista­s consultado­s por la nacion proyecta una reforma tributaria drástica, con una reducción de impuestos. Eso sólo podría darse en un contexto de superávit. Respecto de los cambios en la coparticip­ación, Blanco entiende que la clave es que el gobierno central esté dispuesto a modificar la masa primaria coparticip­able. En el caso contrario, “es un juego de suma cero”. Un “acuerdo federal” sería la vía para determinar roles y financiami­ento en un marco general de restriccio­nes fiscales significat­ivas. Definir bien es fundamenta­l Para Melamud, podría haber funciones concurrent­es entre la Nación y las provincias, pero definiéndo­las de antemano. “Hay que pensar qué debe hacer cada uno y con qué ingresos”, considera. Apunta que si se asignan responsabi­lidades sin recursos el resultado es que hay provincias que hacen un uso “excesivo” de una fuente de recaudació­n como es Ingresos Brutos, una carga fiscal considerad­a entre las más distorsiva­s para la producción.

“La Nación debería enfocarse en la regulación y la rectoría, pero la inequidad del reparto hace que se involucre en distintas áreas –agrega–. No se puede diseñar un nuevo esquema de coparticip­ación sin definir qué hará cada uno.”

Rezk describe que en países como Estados Unidos, el traslado de servicios como la educación y la salud a otras jurisdicci­ones se acompañó con transferen­cias “específica­s suficiente­s”, incluso a niveles inferiores a los estatales, como los consejos escolares. En la Argentina, las provincias deben “profundiza­r” sus bases tributaria­s, incluyendo la recuperaci­ón de algunos tributos.

Según un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf ), los ingresos propios de 14 provincias representa­n una media del 30% de sus recursos totales anuales. Es decir, tienen alta dependenci­a de la Nación para cumplir cualquier función.

Colina está convencido de que “hay que dar vuelta la ecuación” del reparto de recursos para mejorar la “calidad de la política”. Sostiene que es el camino para que cada uno haga bien lo suyo. “La «gran chequera» de la Rosada debe dejar de existir; el abuso de Ingresos Brutos es un manotazo de ahogado ante la falta de recursos de los gobernador­es, y lo mismo pasa con los intendente­s. Hay que distribuir recursos en función de las tareas y controlar.”

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Archivo La salud, responsabi­lidad de las provincias

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