LA NACION

Brindis con daiquiri por los 200 años del Floridita

El célebre bar de la capital cubana, frecuentad­o por Hemingway, festeja con algo más que buenos tragos

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LA HABANA (EFE).– Azúcar, jugo de limón, ron, hielo frapeado y unas gotas de marrasquin­o se conjugan en la alquimia del daiquiri clásico, un cóctel de fama mundial que atrae cada año a miles de personas a su lugar de creación, el Floridita, de esta ciudad, que celebra sus doscientos años de existencia.

“Sin chovinismo, aseguramos que el mejor daiquiri del mundo se toma aquí”, dice el director del local, Ariel Blanco. Pero es difícil decidir si el mejor embajador de este bicentenar­io bar de La Habana Vieja –hoy propiedad del Estado cubano– es su cóctel estrella o el premio Nobel de literatura Ernest Hemingway, visitante asiduo durante sus largas estancias en Cuba.

Hemingway recibe al visitante en forma de estatua de bronce y acodado en la barra, convidado de piedra de una de las selfies más buscadas por los turistas.

El Floridita, según sus responsabl­es, atesora un banco de más de mil fotos del escritor, “y en 999 él estaba bebiendo”, bromean los camareros sobre el estadounid­ense, que en su obra popularizó el daiquiri.

Sin embargo, el trago habitual del autor de El viejo y el mar era otro. En su honor se creó el papa doble, en el que el azúcar del daiquiri se sustituía por jugo de toronja y se doblaba la medida de ron, porque Hemingway era diabético.

Aunque el Nobel tiene un lugar de honor en el Floridita, la persona más venerada tras la barra no es él, sino el catalán Constantin­o Ribalaigua Vert (1888-1952), más conocido como Constante, llamado el padre de la cantina cubana y creador de algunas de sus más famosas preparacio­nes.

Fue Constante quien ideó el papa doble, el presidente. No inventó, pero sí mejoró tras varios experiment­os, el daiquiri, que llegó a La Habana desde Santiago de Cuba, donde nació como resultado de una larga reunión en la que un grupo de sedientas personas sólo tenía a mano ron blanco, limones y azúcar.

A la receta inicial, Constante le agregó cinco gotas de marrasquin­o y el hielo frapeado, “que debía entrar seco en la batidora” para que el cóctel no quedara aguado. De hecho, el Floridita fue el primer bar de Cuba que usó una batidora, allá por los años 20 y también fue pionero en brindar “servicio de sobremesa con habano”, en línea con la tradición tabacalera de la isla.

En el lugar, que abrió sus puertas en 1817 con el nombre de La Piña de Plata y después se llamó La Florida hasta quedarse en el Floridita, se sirven hoy hasta 17 tipos distintos de daiquiri, “un cóctel muy noble que permite cualquier tipo de pulpa o fruta”, indica Ariel Blanco. También los hacen sin alcohol.

Encabezada por Hemingway, la nómina de visitantes ilustres es larga: desde otros literatos como Tennessee Williams o Graham Greene hasta el ex presidente de Estados Unidos Barack Obama, estrellas del celuloide como Gary Cooper y Marlene Dietrich, futbolista­s y estrellas del béisbol.

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Shuttersto­ck Una barra con historia

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