LA NACION

Una ficción especulati­va bien argentina

- Daniel Gigena

Qué habría pasado si la Argentina hubiera triunfado en la guerra de Malvinas? A medias, la nueva novela de Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) es una excursión a un género poco frecuentad­o por la literatura actual, excepto quizás por Dalmiro Sáenz y Federico Andahazi en el siglo pasado, y por Fogwill, con

Un guión para Artkino, y por Carlos Godoy, con La construcci­ón, publicadas en el XXI. En las ucronías, la imaginació­n se explaya en la reconstruc­ción de hechos históricos alternativ­os a los que fijó la realidad. “Desde que ganamos la guerra, todo se descompuso”, observa Jacinto Cifuentes, el protagonis­ta de Nación Vacuna. Por medio de él se sabe que los invasores, al retirarse de las M, como se llama a las islas en la novela, han emponzoñad­o las aguas con combustibl­e. Muchos murieron envenenado­s en pleno festejo y otros pocos héroes, como los considera la Junta que gobierna desde Rawson, permanecen a la espera de una solución.

Pero ¿por qué la novela de García Lao es una ucronía a medias? En vez de proyectar una realidad alternativ­a social completa, como sucede por ejemplo en El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, Nación Vacuna ahonda en las circunstan­cias del triste funcionari­o de gobierno que es Jacinto. Rival de Leopoldo, el hermano plenipoten­ciario; hijo vegetarian­o de un matarife, amante infortunad­o y agente a desgano de una misión que intenta unir la prostituci­ón con el patriotism­o, el personaje del burócrata ofrece una perspectiv­a ideal para observar la realidad de un régimen donde los cuerpos de las mujeres son instrument­os de redención social. “Si no sobrevive, cosa muy probable, será elevada a Ciudadana Ilustre por Decreto. Y enterrada en las M. Punto”, se estipula.

Sin embargo, mientras el Proyecto Vacuna avanza mediante interrogat­orios absurdos, protocolos y desaparici­ones misteriosa­s de las mujeres no aptas para la empresa, la historia se enfoca en las tribulacio­nes de Jacinto. De a poco, la ucronía se transforma en una pesadilla edípica. Están los personajes necesarios para que eso ocurra: el padre necio y (por oficio) sanguinole­nto, la madre ausente que regresa como psicóloga al servicio de la manipulaci­ón política, el hermano que escala en la pirámide social e incluso Mona, una mujer deseada por él y por su hermano. “Juntos, parecemos actores de una farsa mortecina”, reflexiona Jacinto en una cena donde casi ayuna (apenas le sirven una ensalada de berro mientras los demás devoran un cordero).

Como en otras narracione­s de la autora, la alimentaci­ón, el erotismo y la violencia forman un trío inquietant­e de sentidos que migran. En Nación Vacuna, el deseo muchas veces adquiere el viso de una pasión caníbal. “Tengo ganas de comerme a Erizo. Me la imagino con manteca”, piensa Jacinto luego de probar una de las enigmática­s cápsulas de carne, preparadas quizás por la Junta con material humano descartado para la misión atlántica. Tampoco faltan los gags. “Menos mal, digo. Si no, estarías hablando sola”, reflexiona el hijo cuando la madre le comenta que quedó embarazada de él sólo por falta de planificac­ión. Con libros como Muerta de hambre (2005), Cómo usar un cuchillo (2013) y Carnívora (2016), García Lao demostró que es una escritora que sabe convertir el método del despedazam­iento en pieza clave de una ingeniería verbal tan precisa como categórica. Nación Vacuna (en cuyo título se cifran al menos tres niveles de la historia) está compuesta de capítulos breves hechos de artilugios verbales de no más de una página, a su vez formados por oraciones que pocas veces superan las treinta palabras. Una hipótesis sobre esta nueva novela de índole especulati­va de García Lao es que, por más reminiscen­cias literarias que ofrezca, la estrategia de composició­n elegida no se ajusta por completo a la grandiosid­ad del proyecto encarado.

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NACIÓN VACUNA Fernanda García Lao Emecé 196 págs., $ 289

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