Adolescencia y alcohol: el gran debate pendiente
Hemos leído que los islandeses tienen la solución al problema de las drogas. Sabemos que han conseguido bajar en un 50% el consumo de alcohol de sus adolescentes y en un 60% el de marihuana. Se decía que 20 años atrás no era seguro caminar por las calles de reykjavik un viernes a la noche; la gente se cruzaba con bandas de adolescentes borrachos y fuera de control.
¿Cuál es el secreto? ¿Cómo lograron pasar de ser el país con mayor consumo al de menor consumo?
La respuesta es que escucharon a sus jóvenes, les preguntaron cuáles eran sus preocupaciones, razones, relaciones, ansiedades y problemas, entre otras cosas. Y cuando repito la palabra escuchar tantas veces, lo hago a propósito. Por que hablo de una verdadera escucha, una escucha atenta, leyendo también entre líneas, agudizando nuestro sentido de padres y de adultos.
Uno de los pilares del programa islandés son las encuestas anónimas entre los jóvenes, porque es basado en esa evidencia que se decide el plan de acción.
En el programa de prevención que coordino, Socios en el Cambio, también trabajamos a partir de una encuesta anónima (registro N° 856710). Fue una maravillosa sorpresa al comenzar el intercambio con el equipo de prevención de islandia encontrar una coincidencia del 80% entre nuestras encuestas. Ambos equipos buscamos lo mismo, actuar no sobre impresiones, sino sobre información fiable, precisa y actualizada. Conocer qué mueve a ese grupo de adolescentes al consumo, qué los estresa, qué los hace sentir bien, cuáles son los factores de riesgo y cuáles los de protección de esa pequeña porción de mundo que los rodea. También, qué esperan de sus padres, cómo se sienten con sus amigos, en el colegio, si están preparados para tanta oferta, si comprenden los peligros, qué entienden ellos por unos “padres que los cuidan”, etcétera.
Consideramos la comunicación y los vínculos profundos como parte esencial de la prevención. Para ello la escucha es indispensable. Es necesario despertar la escucha colectiva, que los padres y adultos abramos los ojos al ver los resultados de esas encuestas que dicen tanto sobre nuestros hijos y su grupo, su realidad. Y que, a partir de ello, actuemos en la prevención.
Divertirse, pertenecer, relajarse y desinhibirse, animarse, compartir con otros, llegar al límite y ponerse a prueba son gran parte de las razones que dan nuestros adolescentes como justificación para tomar bebidas alcohólicas a una edad en la que saben que les hace mal. Si abrimos nuestros corazones a esto, y escuchamos, vemos que no se trata de dar o no permiso al consumo de bebidas alcohólicas a un hijo de 15 o 16. No estamos hablando de tomar o no alcohol, nuestros adolescentes nos están hablando de una forma de enfrentar y disfrutar la vida, escuchémoslos.
Pensemos qué es lo que realmente están pidiendo. Nosotros, los adultos, somos los que, por el momento, facilitamos el camino. Podemos elegir enseñarles a divertirse sin necesidad de algo externo, a pertenecer a un grupo siendo ellos mismos, a compartir intereses más que bebidas, a relajarse esta vez y tantas otras que necesitarán hacerlo en la vida, a ponerse a prueba y sentir ese cosquilleo de estar en el límite de otra manera.
Quizá descubramos que necesitan más desafíos o precisan conocer otras formas de relajarse. El deporte, las actividades artísticas o solidarias y los intereses les pueden brindar mucho de lo que buscan equivocadamente en el consumo de sustancias: desde ocupar el tiempo libre, compartir una meta común con otros hasta tener un grupo de pertenencia.
Convoco a los padres a que “hagamos algo”, entre ellos mismos, con el colegio, con la familia, o con la coordinación de expertos. Todo va a redituar en beneficio de nuestros hijos. Lo peor es la resignación, el hecho de pensar que no se puede hacer nada, porque no es así. Por otro lado es importante darnos como sociedad un gran debate para entender por qué estamos como estamos, con adolescentes que son grandes consumidores de alcohol. Entender en qué fallamos como adultos y qué sucede con nuestras leyes, que no pueden contener un problema que lleva a otros mucho peores, algunos de extrema gravedad.
Coordinadora del programa Socios en el Cambio, de prevención de consumo de alcohol y otras drogas en adolescentes