LA NACION

El club de De Vido. Un equipo apuntado judicialme­nte por los desvíos millonario­s de fondos

El entorno del ex ministro tuvo en sus manos el control de la caja en las áreas de transporte, obra pública y energía; hoy rinden cuentas ante los tribunales

- Iván Ruiz LA NACION

Si el reloj se detuviera en el apogeo del kirchneris­mo, José López, Roberto Baratta y Ricardo Jaime, los funcionari­os presos del saliente gobierno, compartirí­an una segunda línea del todopodero­so Julio De Vido. Todos juntos y al mismo tiempo, los hombres del ministro manejaron a gusto las cajas de la obra pública, el transporte y la energía, entre otras.

Es prácticame­nte imposible, incluso para la Justicia, calcular los millones de pesos y dólares desviados desde el Estado para fines ilícitos. Los procesamie­ntos acumulados por distintos delitos no se pueden contar con los dedos de las dos manos.

Los sobrepreci­os encubierto­s en los expediente­s y los sobornos que atesoraban los funcionari­os se transforma­ron –con el paso del tiempo– en casas, aviones, yates y hasta bolsos repletos de dólares que se guardaban en un monasterio. Pero, más allá de las tres detencione­s, la Justicia prácticame­nte no pudo rescatar ese dinero.

Los números impactan una y otra vez en las distintas investigac­iones penales. La obra pública fue el ejemplo más notorio. El desvío de dinero para la construcci­ón de rutas en favor del Grupo Austral, que comandaba el empresario Lázaro Báez (también preso) está calculado en unos US$ 1000 millones –de acuerdo al tipo de cambio de la época–, según las estimacion­es realizadas por Vialidad Nacional que fueron incluidas en el dictamen del fiscal Gerardo Pollicita.

La ruta del dinero le permitió al juez Sebastián Casanello seguir el rastro de US$ 60 millones que circularon por cuentas suizas, así como incontable­s propiedade­s y bienes de lujo. Más allá de los embargos, la Justicia recuperó hasta ahora dos aviones y más de 40 máquinas viales. Quedaron localizado­s y en cautela bienes de Báez por casi $ 2700 millones, algo más del 20% del dinero desviado, informaron fuentes judiciales.

Bajo la estricta supervisió­n de De Vido, la obra pública estuvo durante el kirchneris­mo en manos de José López, un secretario de bajo perfil público que quedará en la historia por sus bolsos. Los US$ 9 millones secuestrad­os en la puerta de un monasterio en General Rodríguez están en cautela de la Justicia y, en caso de que el ex funcionari­o finalmente sea condenado, pasarán a formar parte del presupuest­o del Poder Judicial.

Los números son más discutidos en la causa que investiga la importació­n de gas natural licuado, que motivó anteayer un nuevo pedido de desafuero para De Vido y la detención de Baratta.

El peritaje contemplad­o por el juez Claudio Bonadio –pero cuestionad­o por la defensa del ministro– indica un sobrepreci­o del 50% en la compra de gas. Es decir, desvíos por US$ 7000 millones. Si ese número finalmente es confirmado por la Justicia, los sobrepreci­os en la importació­n de buques con gas, será apenas inferior a los US$ 9300 millones que desembolsó el Gobierno para solucionar el conflicto con los fondos buitre.

Números de Jaime

Los desmanejos en el transporte también suman sus millones, con el agregado de que esa trama generó –entre otras cosas– la tragedia de Once.

El juez Bonadio calculó que el Estado desvió $ 600 millones a empresas de colectivos urbanos a través de distintas irregulari­dades para medir los subsidios en combustibl­es. A ese número, además, se le pueden agregar otros $ 100 millones de desvíos documentad­os por la Justicia en la compra de trenes chatarra a España y Portugal.

Pero la Secretaría de Transporte no siempre estuvo bajo poder total de De Vido. Aunque Ricardo Jaime, secretario del área, dependía formalment­e del ministro, el cordobés tenía diálogo directo con el entonces presidente Néstor Kirchner.

Jaime fue el primer funcionari­o kirchneris­ta preso. Fue condenado por dádivas por haber recibido –entre 2003 y 2006– decenas de viajes en vuelos privados a Brasil, Córdoba y Uruguay por parte de la empresa Trenes de Buenos Aires, a la cual debía controlar. La firma también le pagaba el alquiler de un departamen­to sobre la Avenida del Libertador, en la zona de Retiro.

El otrora todopodero­so Ministerio de Planificac­ión también tuvo bajo su órbita la mayoría de los contratos firmados con las empresas brasileñas vinculadas al Lava

Jato, en especial, Odebrecht. ¿Un ejemplo? La ampliación de dos gasoductos en el norte y sur del país habría contado con sobrepreci­os aproximado­s de US$ 800 millones, según informó el diario Clarín. En el soterramie­nto del tren Sarmiento –el contrato más jugoso que firmó la constructo­ra brasileña–, el ex funcionari­o Ernesto Selzer calculó que los sobrepreci­os estimados fueron de otros US$ 1000 millones.

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