LA NACION

Hacia un sistema federal de desarrollo

- Luis Rappoport

La macroecono­mía de los desequilib­rios tiene preeminenc­ia en el debate argentino. La alta inflación, las oscilacion­es del tipo de cambio, los déficits fiscales, las crisis de deuda y la presión fiscal son argumentos centrales sobre los obstáculos del desempeño productivo, del desenvolvi­miento empresario, del crecimient­o del empleo privado y de la mejora en la distribuci­ón del ingreso.

Esa visión oculta la relación inversa: el éxito o el fracaso del desempeño productivo pueden condiciona­r el equilibrio de la macroecono­mía.

Para ser gráfico: desde el año 2000 hasta hoy se duplicó la producción agrícola argentina y el país pasó a exportar unos 7 mil millones de dólares de servicios del conocimien­to. ¿Cómo sería la situación fiscal o monetaria de 2017 sin esa inyección de productivi­dad y de trabajo? Tendríamos más restriccio­nes que las que tenemos.

Esos logros no son el resultado de políticas públicas. Los logros emanaron de la creativida­d y la dinámica empresaria­l de segmentos importante­s de nuestra sociedad “a pesar” del Estado. En los países exitosos, en cambio, la gestión pública del desarrollo y de la competitiv­idad empresaria­l está en el centro de la agenda estatal. La competenci­a global no es sólo entre empresas, es entre sistemas institucio­nales complejos con marcos integrados entre el Estado, el sector privado y la comunidad científico-tecnológic­a.

Las políticas argentinas para la promoción del desarrollo económico funcionaro­n alejadas de los estándares internacio­nales y, en grandes líneas, emanaron del gobierno nacional con programas centraliza­dos, mientras las provincias y los municipios no construían su propia competitiv­idad territoria­l y, en buena medida, sustituían la dinámica empresaria privada por empleo público.

La Emilia-Romaña (Italia), Cataluña o el País Vasco (España) son ejemplos de “regiones” que construyer­on las institucio­nes de interrelac­ión estatal, empresaria y académica que les otorgó el lugar que tienen a nivel global.

A partir de este año, la Argentina dio un paso central hacia la construcci­ón de un sistema federal de desarrollo económico. Ese paso fue la ampliación del objeto del Fondo Federal Solidario (Fofeso), para que pueda financiar infraestru­ctura y otros proyectos productivo­s. Dicho fondo –que correspond­e a casi medio punto del PBI– se usaba exclusivam­ente para inversione­s de interés social. Esa única finalidad generó un desbalance entre la infraestru­ctura social y su contrapart­e productiva, y buena parte de las obras no pueden ser puestas en funcionami­ento sin compromete­r las finanzas de provincias y municipios. Se perdió de vista que no hay mejor política social que el empleo privado sustentabl­e y competitiv­o.

La actual existencia de un fondo para el desarrollo administra­do por provincias y municipios presenta un desafío formidable a las administra­ciones subnaciona­les y al Estado nacional: las primeras tienen que construir capacidade­s para gestionar estrategia­s de desarrollo con el sector privado y con los centros del conocimien­to. Y el Estado nacional tiene que aprender la gestión multinivel del desarrollo para poner en marcha estrategia­s complement­arias y compartida­s con las provincial­es. Ambas administra­ciones deben aprender a mejorar la coordinaci­ón interminis­terial para mejorar la sinergia entre los diferentes programas y ámbitos de actuación pública.

El Estado argentino está trabajando con programas de cooperació­n con la Comisión Europea para aprender de Europa y adaptar esos aprendizaj­es a las condicione­s del país. Los europeos juntaron décadas de experienci­as en la armonizaci­ón del funcionami­ento de las institucio­nes responsabl­es del desarrollo regional y lograron una mayor convergenc­ia económica entre regiones con diferencia­s de ingreso per cápita. Incluso, los nuevos países miembros de la Unión mejoraron su nivel de vida, su infraestru­ctura, sus servicios y su competitiv­idad con el resto de Europa y con el mundo. Basta pensar en el progreso de España y Portugal desde su entrada en la Unión o, en los últimos años, de Polonia o de la República Checa. Esos éxitos son el resultado de políticas sectoriale­s, regionales y locales, financiada­s con los Fondos Estructura­les para la competitiv­idad territoria­l, que actúan sobre las potenciali­dades que cada región posee e involucran a las empresas y a los otros actores sociales.

Los recursos del Fofeso –nuestro Fondo Estructura­l– ya están en manos de provincias y municipios. Ahora, la tarea es construir capacidade­s para la gestión de esos recursos. Todo orientado a más y mejores empresas, más exportació­n de productos y servicios, y más y mejor empleo privado formal. Empresas y trabajador­es que ganen su lugar en la arena internacio­nal.

Imaginemos un escenario para dentro de 10 años: ¿cómo serán nuestras preocupaci­ones monetarias o fiscales si un grupo de provincias argentinas desarrolla una especializ­ación inteligent­e y exporta 30 o 40 mil millones de dólares adicionale­s en alimentos elaborados (como Nueva Zelanda); moda y diseño de alto nivel (como Italia); industria aeronáutic­a (como Brasil), y productos de ingeniería para la generación eólica (como España)? Las extremas fluctuacio­nes de la macroecono­mía argentina serían atenuadas por la mayor fortaleza de los entramados productivo­s. Y el resto de las provincias estaría concentrad­o en copiar y adaptar la experienci­a de las más exitosas para una mejor calidad de vida basada en el trabajo y el conocimien­to.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina