LA NACION

Una artista que es capaz de devolverno­s el alma con su violín

Laurie Anderson ofreció mucho más que un concierto, fue un ritual de sabiduría y reflexión, con ideología, música y mucha sensibilid­ad

- Jorge Luis Fernández

dos años atrás Laurie anderson estrenó su aclamado Heart of a

Dog. el largometra­je, un film ensayo sobre la vida y la muerte de su terrier Lolabelle, los sueños y la memoria, septiembre de 2001 y la vigilancia informátic­a, el budismo y el Libro tibetano de los muertos, es una cajita musical del corazón de la artista, porque concentra tanto sus intereses sonoros como su pasión por el dibujo, la imagen y las artes plásticas. Pero lo más importante de Heart of a Dog es que reconecta a Laurie anderson con su rol de narradora, el de aquella artista que cuenta historias sobre una base de ambientaci­ón programada, la de discos como The Ugly One With the Jewels o su magna obra United

States Live, la clásica colección de grabacione­s en vivo de 1984. el set que presentó anderson en su cuarta visita a la argentina tuvo que ver con este tipo de performanc­es; fue esa clase de animal.

en silencio, Laurie anderson salió al escenario del teatro Ópera con una enorme pantalla a sus espaldas para traducir sus ensayos bonsái. al principio había tan sólo una frase, diseñada con la voracidad de una tiza sobre un pizarrón: “dicen que este imperio está cayendo, como cayeron todos los imperios”. Las frases entraron a circular por el pizarrón, borrón y cuenta nueva, hasta que Laurie tomó el micrófono para citar a Naomi Klein. “algo nuevo pasa en los estados unidos. antes, se trataba de crear caos en un país para ocuparlo. Hasta que alguien dijo: «¿Qué tal si lo hacemos en el nuestro?»”. el ácido y la mordacidad quedaron membretado­s en esa pregunta inicial y, de inmediato, anderson siguió ensayando sobre distintos temas, intercalan­do las narracione­s con su violín eléctrico en piezas de estructura clásica, como preludios. Se refirió a Walden de thoreau y a su abuelo sueco, a las cartas que le mandaba al senador John Fitzgerald Kennedy cuando presidía un centro de estudiante­s en la secundaria. a twitter, para concluir que estamos ahogados en historias. Habiendo hecho del escenario su living, se trasladó a un sofá y resumió Los

pájaros de Aristófane­s; allí, un poeta sugería a las aves la construcci­ón de un muro entre el cielo y la tierra. La actualidad norteameri­cana iba y venía de su discurso.

de vuelta al atril, Laurie programa un colchón de ambiente en su tablet y produce maravillos­os sonidos con su violín, vibrantes arpegios mechados de hábiles pizzicatos. Nunca se la oyó tan diestra en su instrument­o. Pero el violín está sólo para preludiar historias. Sigue la pantalla con un fragmento de Heart of a Dog, y la anécdota de cuando era niña y quiso hacer un salto ornamental pero erró a la pileta, quebrándos­e la espalda. Luego, los cuentos del conejo gris que le narraba la enfermera y la ironía de que Laurie ya leía a El jugador, de dostoievsk­i. Y la parte olvidada: los niños quejándose y muriendo en el hospital. “Siempre contamos desde nuestro lugar”, reflexiona. entre el violín y las proyeccion­es de la película, la performanc­e adquiere un tono introspect­ivo, cuando la pantalla superpone el goteo de lluvia sobre un vidrio con la imagen de Lou reed, que empieza a cantar. Por un instante, se sintió como si el desapareci­do ex Velvet undergroun­d, esposo de anderson, hubiera estado en el escenario. Y seguidamen­te apareciero­n imágenes de Lolabelle; tal era el poder de Laurie, que resucitaba almas empuñando su violín como un nigromante.

Hacia el final, una base rítmica y un sintetizad­or nocturno crearon una atmósfera de Midwest como en Perfect Lives de robert ahsley, y el imperio seguía cayendo. “No me pareces un Presidente, esto no me parece justicia. oh, Lou, extraño tu tacto, tu sensibilid­ad y tus canciones. escucho a mi maestro decir, todo lo que nos rodea es amor, incluso el suicidio. No vuelvas al mar, no me dejes. ¿Para qué son los días, sino para ponerle límite a las interminab­les noches?”. Y Laurie, que se había propuesto hacer más un stand

up que un set de canciones, terminó cediendo a su espíritu artístico y retomó la confusión de la era trump como leit motiv, como una melodía reconocibl­equeemerge­enmomentos cruciales. “¿cómo volvemos a empezar?”, fue su última pregunta; “¿cómo lo hacemos de nuevo?”.

 ??  ?? La gran Laurie Anderson Eduardo CEsario
La gran Laurie Anderson Eduardo CEsario

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina