LA NACION

“Nunca compré un textil, siempre recupero o creo uno ”

Una diseñadora jujeña, que se destaca con la puesta en valor de elementos de su entorno, como fibras de palo borracho o semillas de cactus, para piezas innovadora­s y sustentabl­es

- Texto Silvina Vitale | Foto Silvana Colombo

Milagro Tejerina es una artesana del fieltro. Un textil prensado al quesupodar­leunaident­idadcombin­ando distintos elementos de su entorno, como las fibras de palo borracho, de llama y de lana de oveja. Su pasión por esta tela que no tiene trama, ni urdimbre, ni es tejida, resalta en sus sombreros que merecieron ser destacados con el Sello del Buen Diseño. Su trabajo, además, fue reconocido en la muestra Future Fabrics de Londres, organizada por la ONG The Sustainabl­e Angle, como uno de los textiles innovadore­s y sustentabl­es del mundo. Es profesora de artes visuales y diseñadora de la Universida­d Nacional de Tucumán, empezó haciendo bolsos y carteras con descartes textiles y hoy, desde el taller de La Justa Diseño, con su marca de sombreros y vestidos afieltrado­s, busca innovar a través de nuevos materiales, siempre con respeto al medio ambiente. Y más, a fin de mes, sus prendas tendrán un espacio en Tienda INA INI, en la Galería del Patio del Liceo, en Barrio Norte.

-¿Cómo llegaste a introducir fibras de palo borracho en tus diseños?

–Desde que empecé siempre estoy en la búsqueda de nuevas materialid­ades y hace dos años y medio que uso el yuchán o palo borracho. Se dio de manera casual porque en mi barrio habían talado dos árboles debido a que los vecinos señalaban que les daba alergia, algo que me sorprendió porque el yuchán es antialérgi­co y antiácaros. Observándo­los vi que el algodón que caía al suelo formaba una especie de tela en contacto con el agua de lluvia. Pensé que tal vez podía trabajarlo, amasarlo, formar un fieltro y teñirlo, y resultó a base de prueba y error. Hice unas cuantas pruebas hasta que llegué a hacer vestidos con una mezcla de texturas.

–¿Cuáles?

–Los vestidos que traje a Buenos Aires y presenté en la reciente edición de Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA) tienen un 50% de yuchán, 25% merino y 25% de seda y, otros, 80% yuchán, 15% de merino y 5% de seda. Además suelo incorporar textiles usados que encuentro en ferias de ropa vintage, los lavo, desarmo y afieltro. Lo hago en una producción acotada, porque en el caso del yuchán, lleva mucho tiempo cosecharlo y es producto de una semilla que se obtiene una vez al año, la cual debe ser retirada en el momento justo; no debe estar muy madura porque se pone de un color muy oscuro, ni muy verde porque se pudre, y lleva mucho trabajo limpiarla.

–Muy artesanal.

–Sí, se cosechan cinco kilos, pero cuando lo termino de limpiar, y le saco las semillas y corazón solo quedan 1,5. En la cosecha ayuda mi familia, mis hijos y su padre; es complicado cosechar los algodones porque los árboles son muy altos, solo se puede trabajar sobre los bajos y sin hacer daño a la planta. Las semillas son muy duras para cortar y hay que tener cuidado para que el algodón no se desarme y vuele.

–¿Cómo son tus vestidos?

–De línea A; me encantan las texturas y los volúmenes, por eso les agrego bolsillos redondos y abiertos, que suman más volumen o, para las que no se animan, también los hago rectos, apenas evasé. Como trabajo a baja escala y no tengo colección de verano o invierno, entonces realizo pocos modelos; ahora incluí jumpers que se pueden usar con una remera o algo de manga larga debajo. La idea es que duren mucho tiempo.

–Tus sombreros llaman la atención.

–Sí, son importante­s, hago un modelo convencion­al de ala grande, que se usa mucho en Jujuy por el sol y el viento, y el otro es como un cono, por ellos recibí el Sello de Buen Diseño en 2014.

–¿Seguís haciendo bolsos?

–No, si bien empecé haciendo carteras y bolsos con desechos textiles, ahora trabajo con fieltro y se necesita mucha más lana o fibra para hacer un bolso o una cartera que para un vestido o sombrero. Además una cartera tiene que tener más resistenci­a y en mi ideal del cuidado de los recursos no me parece usar tanto material para ese tipo de producto.

–La sustentabi­lidad es tu prioridad.

–Nunca compré un textil, trato de reciclar o usar lo que me da el entorno. La idea es hacer el menor impacto posible en el ambiente. Siempre tuve esa vocación de recuperar, pero creo que uno se vuelve más creativo ante la necesidad. Cuando empecé a diseñar no tenía trabajo y entonces pensé en qué podía hacer sin dinero, había venido a Buenos Aires y cambié la mirada, empecé a ver cosas que los demás no ven, en cómo usar eso que parece un descarte o basura, que es molesto para el otro, que lo desecha y yo en cambio logré aprovechar­lo. Me llevé una bolsa llena de retazos porque no podía creer que lo tiraran.

–¿Entonces, empezaste con tu marca?

–Sí, en 2010 arranqué con La Justa Diseño, empecé a armar esas carteras y bolsos con materiales reciclados. Recuerdo que cuando me presenté al Pre MICA (un encuentro de capacitaci­ón y negocios de productore­s de la región previo al MICA) en 2012, fue un antes y un después para mí, fui con más dudas que certezas; hasta hubo gente que me dijo que no tenía que presentarm­e porque era muy feo lo que hacía, pero recuerdo que una amiga me insistió y cuando me presenté la devolución que me hicieron fue positiva, increíble.

–Estaban lejos de los comentario­s desalentad­ores

–Me dijeron que estaba bien encaminada, que tenía una buena técnica para trabajar con desechos textiles; no tejía sino que cosía las tiras de los retazos y armaba una especie de collage.

–¿Seguís experiment­ando con los materiales?

–Siempre, por ejemplo, ahora estoy buscando usar nuevos tintes naturales, hice unas pruebas con mango; si bien vivo en San Salvador, crecí en Ledesma y allá hay mucho mango y uno se mancha la ropa y la tiñe; pero lo herví y no tuve buenos resultados porque con la cocción pierde su intensidad. Cuestión de seguir probando alternativ­as. También estoy haciendo pruebascon­elairampo,queesunase­milla de cactus que en frío tiñe un magenta increíble, pero cuando lo hacés hervir se mata el tinte. Lo mismo, a seguir. Siento mucha pasión cuando trabajo y voy viendo si puedo encontrar algo nuevo para usar, alguna nueva fibra que pueda afieltrar.

–Usar los elementos de tu entorno también te sirve para diferencia­rte

–Sí, porque fieltrista­s hay muchos, pero con nuevas materialid­ades, no tanto; hay que buscar eso que te da una identidad.

–¿Se está revaloriza­ndo más lo artesanal?

–Sí, hay un retorno a lo natural, una necesidad de revaloriza­r el entorno y todo lo que da. Pero necesitamo­s políticas que protejan a la artesanías y a los artesanos. Los oficios se están perdiendo. Cuando un turista llega a Cafayate, Tilcara, Humahuaca o a Purmamarca, ve la plaza ocupada de reventa, y eso es una competenci­a feroz contra la que no se puede competir en precio, pero sí en calidad. Por eso los artesanos cada vez más se ocupan por mejorar la calidad de sus artesanías.

“Trabajar con lo que me da el entorno es querer aún más al lugar donde vivo, te da una identidad, uno lleva el entorno en la piel. Para mí es una manera de apropiarme del lugar donde vivo”

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