Bopp: el conformismo y el prestigio
C uando la bonaerense Yésica Bopp dio a luz a Ariadna, fruto de su amor con el boxeador Alejandro Silva, en abril de 2015, nos sumergíamos en una instancia desconocida para los comentaristas de este deporte. Nos preguntábamos: ¿ Cómo y cuándo volverá a pelear una joven de 30 años con toda la entrega física que requiere la maternidad? Más allá de lo inusual de tal situación, siendo primeriza en este ámbito, estaba en juego también el futuro de la mejor boxeadora argentina. La única que pudo ocupar el sitio legado por la formoseña Marcela Acuña desde que decidió compartir el pugilismo con la política.
La respuesta la dio Bopp, cuando protagonizó una de las mejores actuaciones de su carrera, de 32 victorias ( 13 KO) y una derrota, al vencer por puntos a la mexicana Nancy Franco, en Venezuela, el 18 de junio de 2016. Retuvo su corona minimosca ( AMB) y fortaleció su talento con los tres nuevos atributos de su rol materno: amamantar, acunar y proteger. Su personalidad adquirió una firmeza admirable y ello se evidenció en el ring.
Sin embargo, no existió desde entonces, la posibilidad de crecer, de protagonizar un clásico del ring consagratorio y justificar su condición de N º 1. Incuestionable y encumbrada. Y éste es el lastre que arrastra su presente.
Esta noche, en el gimnasio “José María Gatica”, de Villa Dominico, Avellaneda, en donde aprendió este oficio de la mano de su inolvidable maestro, Delfino Pérez, realizará su 25 ª pelea mundialista – dos de ellas interinas–. La inexperta retadora venezolana Devora Rengifo, de 9 éxitos y 3 reveses, será su oponente, a partir de las 23 ( televisará TyC Sports).
Bopp no eleva la vara de riesgo exigible para trepar al primerísimo nivel del boxeo mundial y repite este tipo de compromisos híbridos. Desde su reaparición, incorporó a su historial rivales de nivel muy inferior al suyo. La mexicana Anahí Torres y las colombianas Luna Torroba y Olga Julio, fueron entusiastas acompañantes. Nada más.
Siempre se mostró dispuesta a sumar un kilogramo a su cuerpo, para desafiar a las más fuertes; durante años se exigió su choque con la armenia Susi Kentikián, y nadie se esforzó por concretarlo. Últimamente se azuza por un tercer desafío con la mexicana Jesica Chavez, su única vencedora – a quien Bopp batió en primera instancia en 2009– y jamás tomaron la iniciativa por poner las cosas en su lugar. Además, la británica Nicole Adams, doble campeona olímpica 2012- 2016, tiende a incorporarse a los supermoscas, subiendo de peso.
El respaldo a Bopp por parte de la Asociación Mundial de boxeo ( AMB) es absoluto y vigente. Fue escogida para representar al país en la caravana de campeones mundiales que llegaron hasta la comuna de La Honda, en Medellín, Colombia, en las campañas de asistencia social que la ( AMB), lanzó por los barrios más carenciados de América del Sur. Y ella fue un pilar, apuntalada por Oscar de la Hoya, Bernard Hopkins, Roberto Durán y Kid Pambelé, entre tantos.
Bopp, tiene los elementos técnicos ideales para afrontar todos los riesgos competitivos. De asumirlos, conseguirá – seguramente– esa consagración definitiva a nivel internacional que aún es mezquina.
Plena, a los 33 años, necesita – imperiosamente– ganar un gran combate, clásico y universal, para aprobar, así, la asignatura pendiente que delata su intachable carrera de campeona mundial.