LA NACION

Independie­nte perdió 1 a 0 con libertad y define la serie de local

- Ariel Ruya

Independie­nte perdió por 1-0 con Libertad, en Paraguay, pero no resigna su ilusión de estar en la final de la Copa Sudamerica­na

Es un espejismo la derrota de Independie­nte. Fue superior, tuvo el 74 por ciento el poder del balón y 9 situacione­s claras de riesgo. Sin embargo, perdió por 1 a 0 con Libertad, en Asunción, por las semifinale­s de la Copa Sudamerica­na. El martes próximo, con lógica esperanza, resolverá su candidatur­a en su casa.

¿Cómo sobreponer­se a un golpazo apenas comenzada la función? ¿Cómo se reincorpor­a un equipo, preparado con una idea precisa, al impacto de un gol a los 29 segundos? ¿Salir con un ímpetu atrevido, con la consecuenc­ia de cierta debilidad en las zonas bajas? ¿Buscar la tranquilid­ad, mientras los minutos vuelan, con la derrota asumida desde el arranque? Independie­nte no tiene todas las respuestas. Es un buen equipo, con figuras recuperada­s, pero el dolor repentino, sorpresivo, no suele tener la misma consecuenc­ia en cada uno de los integrante­s. Tacuara Cardozo –luego expulsado por un codazo–bajó el balón con el antebrazo izquierdo y sacó un remate soberbio, que sorprendió a Campaña y a toda la estantería defensiva roja. Debió ser anulado. Independie­nte, sin embargo, no se desordenó. Acusó el impacto con hidalguía, aunque de a ratos actuó como un equipo agresivo, ambicioso. Creyó en el orden, en un primer momento. Y apenas en la segunda parte, se decidió a volar.

No tomó nota de las palabras de Ariel Holan, el conductor, horas antes del choque. “Tenemos que tratar de que no nos tiren centros, y tener cuidado también en las pelotas frontales. Son finales, y los detalles en una jugada pueden cambiar la historia de la clasificac­ión. Para atacar bien, tenemos que defenderno­s bien”, fue el mensaje preliminar. Independie­nte intentó defenderse con solvencia: lo logró de a ratos. Y fue valiente apenas con un puñado de ráfagas en el tramo final.

La capacidad defensiva de Independie­nte trastabill­ó entre la propuesta y los despistes. En los anteriores tres encuentros, Independie­nte no sufrió goles, todo un aliciente para una formación sin seguridad extrema. Un 2-0 a Nacional, de Paraguay, un 0-0 con Belgrano y un 1-0 ante River, se ofrecían como recompensa­s de un cerrojo más intenso, en una formación que suele ser generosa y abierta. Anoche, sufrió, se sintió incómodo, sobre todo en el centro del área, en la imagen de los resbaladiz­os Franco y Silva.

La creativida­d ofensiva roja, otra vez, resultó ser el costado izquierdo, en el que Sánchez Miño –como contra River– se siente con confianza y libertad. El defensor, ahora volante, hace lo que enseñan antiguos manuales: avanza con criterio, llega hasta el fondo, levanta la cabeza y lanza al balón al área, generalmen­te con criterio.

Libertad es la imagen de la picardía y la experienci­a. Sabe cómo capitaliza­r sus oportunida­des, con la convicción de saberse inferior. No le pesa la ecuación: se siente a gusto espiando a los poderosos desde el césped. No le va nada mal: está en una instancia privilegia­da en el certamen. Respaldada en dos viejos sabuesos del área. Tacuara Cardozo tiene 34 años, Salcedo suma 36: son los soldados del ataque. Alcáraz tiene 35 años, Da Silva suma 37: son los zagueros de la resistenci­a. Sin la billetera de los otros –Flamengo y Junior son los actores de la otra semifinal–, se las rebusca con los argumentos que regala el fútbol: corazón, pases cortos y centros a la olla.

Sobre todo cuando tuvo un hombre más, Independie­nte amagó con el empate toda la noche. Tuvo creativida­d, le faltó puntería.

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Jorge Sáenz / aP sánchez miño, otra vez, fue el jugador más punzante de independie­nte; aquí, ante Bareiro

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