LA NACION

Platos para compartir: una noche en el nuevo restaurant­e de Narda Lepes

En el Bajo Belgrano, Narda Comedor propone un menú con vegetales y una selección de materias primas de pequeños productore­s

- Sebastián A. Ríos

Amplio, blanco, luminoso. Con grandes ventanales que miran a la Plaza Parques Nacionales Argentinos, en el pequeño pero establecid­o polo gastronómi­co del Bajo Belgrano, que tiene como eje el cruce de las calles Sucre y Castañeda, el salón del flamante restaurant­e Narda Comedor (Sucre 664) emula un comedor industrial con cierto estilo vintage: paredes blancas, cocina a la vista, una barra que de día propone desayunos y de noche tragos, mobiliario y vajilla sencillos, y una gran bacha que desde el ingreso invita a lavarse las manos al entrar. Si el nombre no fue suficiente para reconocer quién está detrás de todo esto, aclaramos: la cocinera es Narda Lepes.

En cuanto a sus platos, estos ofrecen mucho más de lo que dice la carta. Detrás de sencillos enunciados como “Cebolla, crema de papa y jugo de carne” o “Akusay y huevo” o “Pulpo a la griega” se encuentran platos de mayor complejida­d, incluso con ingredient­es

no mencionado­s, lo que hace convenient­e no ser tímido y consultar qué esperar en cada caso (o, de lo contrario, ¡lanzarse a la aventura!).

La cocina propone el cruce de distintos conceptos, como el énfasis en los productos de estación, la prepondera­ncia de los vegetales o una cuidada búsqueda de alimentos de pequeños productore­s. Especias y porotos de Cachi, cordero de Río Gallegos, manteca y dulce de leche de Quesería Ventimigli­a (Neuquén) o tomate de árbol de Tucumán eran algunos de los productos que se hallaban en la carta durante esta visita.

“La propuesta de Comedor es un lugar informal, pero en donde somos muy serios de la cocina para adentro. Nos preocupamo­s por saber de dónde vienen los alimentos, nos preocupamo­s por ser coherentes, tratamos de usar las cosechas del año de todo lo que se pueda, buscamos que en el plato el vegetal esté adelante y el resto atrás”, sintetiza Narda.

La carta se divide en “Platos chicos”, que funcionan como entradas con la idea de pedir varios

y que sean compartido­s (los precios oscilan entre los 130 y los 240 pesos). Y lo mismo con los principale­s, listados como “Al medio”, y pensados para ser compartido­s (entre 390 y 590 pesos). “La comida va al medio de la mesa, todo es para compartir –explica Narda–. A los que vienen por primera vez les decimos que no pidan principale­s, sino los platos chicos de las entradas, de esa manera pueden probar mayor variedad de sabores y de propuestas, y después pedir el principal para compartir. Porque hay gente que viene y pide dos principale­s para dos, y ahí resulta caro y no es la idea”.

Los más chicos cuentan con un menú especial, pero que no consiste en las habituales minimilane­sas, ni en fideos ni en patitas de pollo. Hay un mix de distintos platos en los que se combinan colores, texturas y sabores: brócoli y coliflor, garbanzos, arroz con vegetales, chauchas, tomates cherry asados, filet de abadejo con panko. A la hora de los dulces, la propuesta infantil incluye manzanas mini, frutillas y arándanos, almendras escarchada­s y dulce se leche.

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Rodrigo néspolo El salón del flamante restaurant­e emula un comedor de estilo industrial

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