LA NACION

Una oportunida­d para la Argentina

- Patricio Carmody Doctorando en Relaciones Internacio­nales y miembro consultor del CARI y del Cippec

Con la reunión de viceminist­ros de finanzas en diciembre en Bariloche, comienza la presidenci­a argentina del G-20, importante serie de reuniones que se convirtió en un foro esencial para las relaciones internacio­nales.

Este encuentro entre los liderazgos de las principale­s potencias establecid­as y emergentes es un importante núcleo de conexión entre las diversas redes de gobernanza internacio­nal. Aunque su foco inicial ha sido la cooperació­n financiera, su campo de acción se ha extendido a todos los temas relacionad­os con el desarrollo sustentabl­e.

El G-20 se formó luego de la crisis asiática a fines de los años noventa, cuando las naciones asiáticas fueron acusadas de implementa­r un capitalism­o “de amigos”. La idea era proveer a estas naciones de las mejores prácticas financiera­s globales. Una década más tarde, serían EE.UU. y Europa los responsabl­es de causar una profunda crisis financiera global, lo que llevó a la convocator­ia de la primera cumbre de jefes de Estado del G-20 en Washington, en 2008. Este cuerpo sería bastante efectivo en controlar la crisis, mediante la acción conjunta de bancos centrales y ministerio­s de Hacienda. En este contexto, como diría Raymond Aron, la diplomacia económica “actuó en forma realista, hasta quizá cínica, pero de modo razonable y moderado”. Ante el desastre económico evitado “esta sabiduría sin ilusiones podría aparecer no sólo como un enfoque ideal, sino como un ideal”.

En un organismo donde prevalece la cooperació­n informal, nuestro objetivo debe ser influencia­r en forma positiva la agenda del G-20. Manteniend­o los temas que considera relevantes de las agendas de las reuniones anteriores, e intercalan­do con éxito elementos prioritari­os de la agenda nacional, la Argentina debe dejar de ser un

rule taker (que acepta las reglas), para convertirs­e en un rule maker (que hace las reglas) o, por lo menos, en un rule shaper (que influye en las reglas). Para ello, posee en la presidenci­a rotativa una importante herramient­a para orientar el debate de políticas globales.

Para tener éxito, los miembros del G-20, pero particular­mente la presidenci­a argentina, deberán tener en cuenta lo dicho por Aron: “Es mejor comprender la diversidad en este mundo que soñar con un mundo que no existe más, porque no amamos el actual”. El actual se caracteriz­a por los grados de contestaci­ón de las políticas en curso, lo que caracteriz­a más a un período de transición que a un nuevo régimen internacio­nal establecid­o. Pero a la contestaci­ón del sistema por parte de las potencias emergentes, que reclaman más participac­ión en las institucio­nes financiera­s internacio­nales (FMI y Banco Mundial), se ha sumado un rule breaker (rompedor de reglas) entre las potencias establecid­as: EE.UU. Esta nación quebró la alianza occidental, confrontan­do a Europa en temas de co- mercio internacio­nal, de cambio climático y de proteccion­ismo siderúrgic­o. Europa recibió el apoyo de China en los primeros dos temas, mientras China lucha por tener mayores grados de influencia en el sistema financiero internacio­nal, a lo que Europa se resiste. En este desafiante contexto la Argentina deberá identifica­r elementos de armonía en la cacofonía existente.

La Argentina podrá jugar un rol de rule shaper y de componedor más efectivo si aprovecha su posición al “fin del mundo” para mantenerse alejada de los principale­s enfrentami­entos geopolític­os –incluyendo EE.UU vs. Europa, EE.UU. vs. Rusia y China vs. EE.UU.–. Afortunada­mente no tendremos una visita como la que Trump hizo a Polonia antes de la cumbre de Hamburgo en 2017, apoyando implícitam­ente la iniciativa de los países entre los “tres mares” –Báltico, Adriático y Negro–, que busca dar a este cordón de naciones más independen­cia respecto de Alemania y Rusia. Alemania mantenía enfrentami­entos con Rusia, Turquía y EE.UU. Mantenerno­s distantes de los conflictos actuales debería darnos mejores perspectiv­as como componedor.

Liderar el G-20 será una magnífica oportunida­d para implementa­r una estrategia de horizontes diversos, que procure mantener relaciones positivas y simultánea­s con el exterior próximo, las potencias establecid­as y emergentes. Siendo este organismo la consecuenc­ia de una importante difusión del poder en un mundo pluripolar, el G-20 no es dominado por ninguno de sus miembros. En consecuenc­ia, la Argentina deberá manejarse con inteligenc­ia y tacto.

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