LA NACION

Justicia para todos, la mirada de Fernández Moores

Ezequiel Fernández Moores

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Alejandro Burzaco, representa­nte de los dineros que corrompier­on durante años al fútbol sudamerica­no, llora porque Manuel Burga lo amenaza en pleno juicio del FIFAgate con el típico gesto de “si hablás te corto el pescuezo”. Los fiscales Keith Edelman y Sam Nitze se indignan. Piden a la jueza Pamela Chen que meta preso a Burga. Amenazan con un nuevo juicio. Con veinte años más de prisión. El gesto de Burga, dicen, es una prueba más de que la FIFA es una organizaci­ón criminal. La razón por la cual Burzaco, aún cuando su hermano es vice de Seguridad, teme volver a la Argentina. Sin embargo, el lunes último supimos que finalmente no habrá denuncia alguna. Burga, hoy con imagen más de homeless que de niño bien de la sociedad limeña, como me dice un colega peruano que lo conoce desde hace años, tal vez se rascó efectivame­nte el pescuezo por un sarpullido, como alegó su abogado. Igual que Julio Grondona y el resto, Burga habrá cobrado millones en coimas. Pero la Conmebol no es el Cartel de Medellín. Sí era una banda alimentada por los sobornos que pagaban las grandes cadenas de TV. Las mismas que hoy siguen televisand­o casi todos sus partidos.

Burga (“Fiat”, según nos enteramos ahora en clave de sobornos Conmebol) había llegado a la Federación Peruana de Fútbol (FPF) como representa­nte de la Asociación Deportiva de Colegios Religiosos. Venía del colegio María Reyna, un secundario privado para niños bien del distrito de San Isidro, el más caro de Lima, escena que bien describe Alfredo Bryce Echenique en su hermosa novela “Un Mundo para Julius”. Con el presidente Nicolás Delfino, Burga aprendió las reglas de juego de la Federación. Reclutó a los clubes más pobres y fue presidente doce años. Pero sumó denuncias de irregulari­dades. Y Perú jamás iba al Mundial. Burga se convirtió en centro de odio. En Año Nuevo se vendían piñatas y muñecos con su cara para quemarlas. Un desastre para la familia Burga Seoane, poder político y económico, parte de la fundación del APRA, el partido político más importante del país. Burga estaba en la playa de Pimentel cuando en 2015 llegó el FBI. El mundo para Julius de Bryce Echenique pasó a ser el mundo para Julius Baer, el banco suizo que fue guarida de Julio Grondona.

Si hubiese estado vivo, Grondona acaso hubiese salido arrestado del hotel VIP de Zurich tapado por las sábanas levantadas por empleados. Fue una redada marca FBI, lejos de la habitual discreción suiza. Consecuenc­ia de la delación de Chuck Blazer, el fallecido exvice estadounid­ense de la FIFA que interpreta­rá Ben Affleck en una próxima producción de Hollywood. Hugo y Mariano Jinkis (Full Play) se salvaron porque estaban aquí. El severo juez Claudio Bonadío no dio extradició­n y hoy caminan libres por Buenos Aires. Igual, en pleno congreso FIFA, no cualquiera tiene acceso al bar del hotel Bar au Lac. Ni siquiera dirigentes con veinte años en Zurich. Lo tenía sin embargo Burzaco. El exCEO de Torneos escapó a tiempo. Pero no se sintió seguro en su refugio siguiente de Bolzano. Algunos acompañant­es evitaban quedar en línea de tiro. Desde Buenos Aires, el hermano funcionari­o trasmitía miedo.

El Burzaco corruptor es hoy testigo de lujo de la dura justicia de Estados Unidos. Pobre Nicolás Leoz si la Corte Suprema de Paraguay, aún enfermo y cerca de los 90 años, llegara realmente a extraditar­lo. Pobre porque Burzaco tendrá que seguir descontand­o pena. La justicia de Estados Unidos, cuentan especialis­tas, resuelve con una negociació­n de la sentencia cerca del 95 por ciento de los delitos graves. Aunque falten evidencias, al acusado siempre le conviene reducir amenazas de 20, 40 o 60 años de prisión. Perseguir al demonio –narcos o FIFA– es aún más importante que la justicia, grafican los más críticos. Cuanta más carcel (privatizad­a) y cuanto más resonante es el caso, mejor para la carrera política del fiscal. El eventual abuso es parte del sistema. Hay que leer “Solo misericord­ia”, de Bryan Stevenson. O ver el documental “Making a murder”, de Netflix. Eso sí, no todos van a la cárcel. Las protestas de deportista­s negros que hoy irritan al presidente Donald Trump recuerdan que, en 2015, el 97 por ciento de las muertes de negros en manos de la policía terminó sin cargos. Otros quedan libres a cambio de multas millonaria­s.

El abogado padre de cuatro hijos que se suicidó en Buenos Aires y el ejecutivo de Televisa asesinado este lunes en México, en el robo algo misterioso de su bicicleta, abonan la teoría de la organizaci­ón criminal. En todo caso, parecerían ser víctimas eventuales de sobornador­es más que de sobornados. En su impunidad, la Conmebol soñó con inmunidad Vaticana en Asunción, comisiones de torneos hasta 2030 y Mundiales 2022 en el desierto. Ya contará más el colega Ken Bensinger en el libro que publicará en pleno Mundial de Rusia. Me aseguran que, después de votar por la cada vez más comprometi­da sede de Qatar 2022, a Grondona le dijeron que sería un Mundial imposible. Y que no le importó. “Total –respondió a su interlocut­or– yo ya voy a estar muerto”.

A Grondona le dijeron que Qatar 2022 sería un Mundial imposible. Y no le importó

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SEBASTIÁN DOMENECH

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