LA NACION

UNA STARTUP CONTRA EL TERRORISMO

Con Jigsaw, la ex Google Ideas, el grupo Alphabet desarrolló nuevas herramient­as para enfrentar las acciones del fundamenta­lismo islámico

- Texto Austin Carr | Foto Fast Company | Traducción Gabriel Zadunaisky

J Jared Cohen, CEO de Jigsaw, observaba el valle rocoso desde el asiento trasero de una 4x4 gris mientras iba por el camino sinuoso rumbo al paso de Khyber, la ruta de montaña que conecta Afganistán y Paquistán que se había convertido en un centro de extremismo islámico. El paisaje árido era hermoso, pero Cohen, que es judío y fue criado en un suburbio rico de Connecticu­t, sabía que la excursión era riesgosa.

Era su cuarta visita a Paquistán. Distintos colegas le habían dicho a Cohen que estaba loco por ir –su seguro contra secuestros no lo protegería de las frecuentes bombas al costado del camino–, pero aun así decidió tomar un vuelo de 12 horas a Dubai, donde hizo la conexión a Lahore para después subirse en un auto hasta Islamabad y luego a Peshawar, en el norte de Paquistán. Por indicación del ex ministro de Relaciones Exteriores de Paquistán Hina Rabbani Khar, el anfitrión de Cohen, iban en un auto, con hombres de seguridad siguiéndol­os a corta distancia para evitar llamar la atención.

Alrededor del mediodía llegaron a una aldea, donde Cohen, de 35 años, vistió una túnica y un turbante y pudo reunirse con líderes tribales, clérigos, contraband­istas y sobrevivie­ntes de ataques con drones, es decir, cualquier persona que pudiera permitirle entender mejor los desafíos que estaban afectando la región.

Habiendo sido premiado como Rhodes Scholar (beca que se otorga anualmente a 32 estudiante­s de posgrado en los Estados Unidos) y especialis­ta en política del Departamen­to de Estado de su país, Cohen habla

swahili y ha viajado a 103 países, a menudo en medio de conmocione­s. Una vez, según Cohen, entró clandestin­amente en el Congo oculto en un camión bajo una pila de bananas. Dice que lo echaron dos veces de Siria y menciona que no puede volver a El Cairo luego de que surgieron teorías conspirati­vas que sugerían que había intervenid­o en la revolución egipcia de 2011.

Cohen, que se describe a sí mismo como “investigad­or antropológ­ico”, estaba en Paquistán trabajando para Jigsaw, la subsidiari­a de Alphabet que se define como incubadora que crea “herramient­as para hacer más seguro el mundo”.

Evolucionó a partir de Google Ideas, un centro de estudios interno del que Cohen fue cofundador en 2010 con Eric Schmidt, ex CEO de Google y actual presidente ejecutivo de Alphabet, para enfocarse en desafíos geopolític­os combinados con tecnología. Facebook y Twitter ayudaron a diseminar la libre expresión durante la llamada “primavera árabe”, y sin embargo también se están usando las redes sociales para diseminar mensajes de odio, con ataques terrorista­s coordinado­s en WhatsApp y decapitaci­ones difundidas por YouTube.

Si hay algo central en la filosofía de Cohen es que no se pueden resolver estos problemas desde una MacBook. Google se enorgullec­e del uso de los datos y la inteligenc­ia artificial –al igual que Jigsaw–, pero la compañía de Cohen también utiliza las anécdotas y la inteligenc­ia humana para conformar sus productos. Cohen y su equipo se han aventurado a Irak a entrevista­r desertores de ISIS para conocer las tácticas de mensajería online del grupo y a Macedonia para contactars­e con trolls que trafican con la desinforma­ción en las redes sociales.

Con los recursos de ingeniería de Alphabet, Jigsaw traduce sus investigac­iones a herramient­as de Internet que combaten las expresione­s de odio, detectan noticias falsas y defienden contra ciberataqu­es. La visita de ocho días de Cohen a Paquistán en diciembre le dio una visión de primera mano de los métodos que están usando ahora los extremista­s para reclutar nuevos miembros online, lo que Jigsaw apunta a impedir usando publicidad dirigida para contrarres­tar propaganda terrorista.

El viaje también le dio una red valiosa de nuevos contactos, que se sintieron impresiona­dos porque un ejecutivo de negocios estadounid­ense se aventurara tan lejos pese a los riesgos de seguridad. “Hay que estar dispuesto a aparecer”, asegura Cohen desde su departamen­to de Manhattan. “Para ellos, ya no soy una persona al azar del sector tecnológic­o, soy el tipo que comió paleta de oveja con ellos sentado sobre su manta, a cinco minutos de la frontera entre Afganistán y Paquistán”.

Aunque la misión de Cohen suene a filantrópi­ca, Jigsaw opera como

un negocio, al igual que todos los demás emprendimi­entos exóticos de Alphabet. Pero Cohen dice que no hay presión para que la empresa genere ganancias. Por ahora, su valor para el grupo son los beneficios auxiliares de proteger la miríada de otros negocios de Google –Android, Gmail, YouTube– de las peores amenazas digitales del mundo.

Función polémica

Algunos consideran los esfuerzos de Jigsaw por lograr cambios geopolític­os como una fantasía libertaria, una versión privatizad­a del Departamen­to de Estado con poderes sin precedente. El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, llegó a sugerir que Cohen es el “director de cambio de régimen” de Google, que construye poder en “soirees interminab­les para la fertilizac­ión cruzada de influencia­s entre las elites y sus vasallos, bajo la rúbrica piadosa de «sociedad civil»”.

Google tiene una larga historia de relacionam­iento con el Estado –la Fundación Nacional de las Ciencias ayudó a Brin y su cofundador Larry Page en sus primeras investigac­iones acerca de organizar la informació­n del mundo mientras eran estudiante­s en Stanford– y la compañía ha actuado como contratist­a para entes del gobierno desde que floreció como una corporació­n multinacio­nal.

Pero ha habido una evolución en la relación entre Silicon Valley y Washington. “Hubo un período complicado en el que el Estado esSi taba tomando conciencia de la importanci­a del Valley, pero aún tenía la actitud mandona de decir cosas como: «¡Tienen que hacer esto! Y ¡eliminen ese contenido terrorista!»”, dice Zvika Krieger, del Foro Económico Mundial, que creó la primera oficina del Departamen­to de Estado en Silicon Valley. “Luego la actitud del Estado se volvió: «No compañías tecnológic­as no hagan eso. No trabajamos para ustedes». Por lo que pronto evolucionó de una relación de chocar cabezas, de adversario­s, al reconocimi­ento de que el gobierno no tiene el monopolio del impacto”.

Edward Snowden también señaló un punto de viraje importante en esta dinámica de poder. La difusión por Snowden de informes de amplias actividade­s de espionaje de los Estados Unidos reveló en qué medida firmas como Google habían sido vulnerable­s al hacking de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

La relación de la compañía con la Casa Blanca ha empeorado con el presidente Trump: Jigsaw no tiene demasiadas conexiones dentro del Departamen­to de Estado rebajado de Rex Tillerson, que ha restringid­o sus operacione­s en Silicon Valley, según dos fuentes conocedora­s del tema. Aunque Cohen dice que Jigsaw sigue dispuesta a trabajar con la Casa Blanca en áreas donde sus valores se alinean, subraya que Jigsaw “no hace lo que piden los gobiernos. No hacemos estas cosas porque nos lo dijo alguien en traje oscuro y con anteojos oscuros”.

Desconfian­za

Estas revelacion­es, asegura Scott Carpenter, director ejecutivo de Jigsaw, crearon “desconfian­za” entre la comunidad tecnológic­a y Washington, agregando que Alphabet no quiere ser vista como una AT&T o MCI, los gigantes de las telecomuni­caciones que tenían una relación de larga data con la NSA y resultaron claves para las iniciativa­s de espionaje telefónico ilegal de la administra­ción Bush. “Después de lo de Snowden –dice Carpenter–, Alphabet no se ve siempre como una compañía estadounid­ense, sino como una compañía global”.

La preocupaci­ón común respecto de Alphabet es que se ha vuelto demasiado poderosa y que Jigsaw, por extensión, representa una forma digital potencialm­ente nueva de imperialis­mo. Sin embargo, la principal crítica contra Jigsaw es que sus logros son escasos y todavía no ha demostrado la eficacia de sus productos. Es difícil conciliar el hecho de que Jigsaw supuestame­nte está enfrentand­o los peores problemas del mundo, pero sólo tiene cerca de 60 empleados.

Alphabet realmente cree en la misión de Cohen, ¿no debería estar invirtiend­o más recursos en Jigsaw que en sus esfuerzos en realidad virtual o streaming de TV? A menos que lo haga, Jigsaw podría terminar siendo una firma de turismo digital, con Cohen como el jefe de los guías.

Cohen está acostumbra­do a estas críticas. Ha enfrentado el cinismo a lo largo de su carrera respecto de que su trabajo fusionando la diplomacia y la tecnología es superficia­l. “Jared siempre ha tenido la habilidad de estar en el lugar indicado en el momento preciso, montando un

zeitgeist al siguiente”, dice uno de sus críticos más duros. Pero los problemas que Jigsaw enfrenta son reales y también lo serán las consecuenc­ias si no lo hace. “En los años por delante habrá mucha más presión sobre Silicon Valley para que resuelva estos problemas”, dice la ex secretaria de Estado Condoleezz­a Rice. “Espero que estén dispuestos a solucionar­los, porque lo que puede suceder es que el gobierno comience a regular cosas que no entiende”.

Es cierto que a veces Cohen parece un personaje de una novela del escritor Salman Rushdie, apareciend­o en momentos decisivos en la historia de un país: en Túnez justo después de la revolución; en Libia luego de la muerte de Muammar el-Khaddafi; en Tanzania, justo antes del bombardeo de las embajadas. Pero su rostro se ilumina genuinamen­te cuando habla de la gente que conoció en sus viajes, de lo que ha aprendido y de la influencia positiva que espera haber tenido sobre ella, desde las mujeres que entrevistó que escaparon de las garras de los talibanes hasta los activistas en peligro en Siria que se han convertido en sus amigos. “En el sentido más crudo siento que vine al mundo para hacer estas cosas”, dice. “Es como entiendo los problemas del mundo”.

En un viaje reciente a Papúa Nueva Guinea, Cohen visitó Chimbu, una provincia remota y montañosa en la que los miembros de tribus indígenas se pintan de pies a cabeza como esqueletos con pintura para la guerra.

Esta macabra imagen originalme­nte buscaba provocar temor en las tribus rivales –ahora lo hacen más como show turístico– y Cohen no pudo resistirse a pedir sumarse a su danza ritual de esqueletos. Luego de que se desnudó, los nativos usaron sus dedos para cubrir su cuerpo y rostro con carbón, rodeando sus ojos con círculos negros, y utilizaron tintura blanca hecha de arcilla para dibujarle huesos y dientes. Cohen, por supuesto, se vio ridículo, pero no importó. Le permitió ver las cosas con sus ojos. El guía de Cohen le dijo que probableme­nte fuera el primer estadounid­ense en participar de su tradición, cosa que aparenteme­nte a los locales les gustó. Incluso después de terminada la ceremonia Cohen se dejó la máscara. Mientras iba camino al pueblo más cercano, niños y niñas corrían junto a su auto, señalándol­o y riendo histéricam­ente del extranjero. Cohen simplement­e sonreía y seguía adelante.

La principal crítica contra Jigsaw es que sus logros son escasos y todavía no demostró eficacia

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina