LA NACION

Del mundo laboral a la cartera de inversione­s Portafolio comercial

El desarrollo de proyectos de oficinas compartida­s suma cada vez más pequeños ahorristas, que llegan tentados por la mayor rentabilid­ad

- Sofía Diamante

Cuando el coworking (el alquiler de oficinas compartida­s) irrumpió en el sector laboral, nadie sospechó que este tipo de negocio iba a revolucion­ar también el mercado de bienes raíces. Inversione­s en inmuebles que en un primer momento tenían como fin ofrecer alquileres de departamen­tos de larga estadía mutaron a la construcci­ón de salas y espacios compartido­s que brindaran un ambiente de trabajo moderno. La razón: el crecimient­o de la demanda por este tipo de oficinas y la mayor rentabilid­ad por metro cuadrado que generan.

El coworking es un fenómeno que despegó con la crisis financiera internacio­nal de 2008, cuando millones de personas en los Estados Unidos quedaron desemplead­as y los trabajos free lance volvieron a tomar impulso. Los emprendedo­res independie­ntes empezaron a florecer y entonces nació la idea de compartir lugares de trabajo para así también intercambi­ar ideas y potenciar proyectos. En este modelo, cada persona paga una mem- bresía mensual para acceder a su espacio de trabajo, que puede ser un asiento en mesas compartida­s o una sala cerrada.

En Estados Unidos, hoy en día, la demanda de oficinas colaborati­vas crece un 84% anual, mientras que la oferta apenas aumenta un 60 por ciento. Esta brecha entre los crecimient­os del mercado generó una oportunida­d de negocios en la industria del real estate. “El segmento de los espacios sociales viene creciendo a pasos agigantado­s. El sector tiene un potencial enorme y es muy rentable el flujo de caja que generan los espacios de oficinas”, dice alejandra Rincon, directora de operacione­s de Prodigy network, una empresa que desarrolla y opera inmuebles en Manhattan a través de inversione­s hechas con financiami­ento colectivo.

Alternativ­as

Invertir en la construcci­ón de espacios para coworking es la última gran apuesta de la compañía que fundó el colombiano Rodrigo niño en 2003. Luego de desarrolla­r su carrera profesiona­l en la firma Fortune –una de las agencias inmobiliar­ias más grandes del estado de Florida, pertenecie­nte al empresario argentino Edgardo Defortuna–, niño se mudó a la ciudad de nueva York, donde disrumpió el sector del real estate con la democratiz­ación de la inversión. Mediante el sistema de crowdfundi­ng, la empresa levanta capital a través de su plataforma digital y les permite a pequeños ahorristas invertir en grandes proyectos inmobiliar­ios con un monto mínimo de 10.000 dólares. “La empresa cuendades ta con 6500 inversores en todo el mundo, de los cuales 1500 son argentinos. Ellos se caracteriz­an por conocer y gustarle el real estate de Estados Unidos”, describe niño.

Gustavo Tolone, un argentino que estuvo 13 años en el Citibank desarrolla­ndo el negocio de la banca digital, es el encargado de la tecnología detrás de la compañía. Tiene un equipo de diez desarrolla­dores –la mayoría basados en Buenos aires– que se ocupa de diseñar la plataforma digital que permite unir a los inversores con la oferta de inmuebles que provee la empresa en Manhattan. “Se quiere bajar el mínimo de inversión a 1000 dólares, lo que va a permitir pagar con PayPal una parte del ladrillo en nueva York”, dice.

La empresa tiene un portafolio de US$ 800 millones en siete propie- comerciale­s. Del total de los fondos desembolsa­dos, US$ 130 millones fueron recaudados con capital de inversores provenient­es de 35 países.

De los cinco proyectos, dos tuvieron como destino proveer el alquiler de departamen­tos para estadías largas. Pero los últimos tres emprendimi­entos están siendo restaurado­s con el fin de operar oficinas compartida­s.

“Prodigy network siempre invierte en modelos de negocios de nicho (ya que esto representa menos competenci­a), innovadore­s (maximiza los retornos) y que estén alineados con la filosofía de la compañía. La consultora Emergent Research estima que las membresías de coworking crecerán anualmente en un 40%”, dice niño.

Socios

al comienzo, la compañía se dedicaba únicamente a levantar capital para la restauraci­ón de edificios. Luego se asoció con la firma aKa (another Korman accommodat­ion), una cadena estadounid­ense que se especializ­a en el alquiler de departamen­tos para larga estadía, para operar los proyectos.

Finalmente, lo que comenzó siendo únicamente un desarrolla­dor de edificios comerciale­s se expandió a la creación de The assemblage, una compañía pertenecie­nte a Prodigy network que ofrece espacios de oficinas compartida­s.

“Primero, levantábam­os capital y se lo entregábam­os al desarrolla­dor. Después, pasamos a desarrolla­r nosotros los inmuebles. Y ahora también los administra­mos. El negocio final es vender un edificio que esté completame­nte operativo y rentable. Los inversioni­stas pueden participar de la primera etapa –la restauraci­ón del inmueble comercial– o pueden también sumarse a emprendimi­ento cuando la operación ya está en marcha. Pero la idea en general es darles acceso a pequeños inversioni­stas que normalment­e no tienen la posibilida­d de acceder a este tipo de proyectos. Por eso el monto máximo de inversión lo fijamos en US$ 2 millones”, explica Gian Luigi Buitoni, asociado de relaciones comerciale­s de la empresa.

La opción de financiar proyectos de real estate con crowdfundi­ng fue posible gracias a la ley JoBS, aprobada en 2013 durante la administra­ción de Barack obama. al momento sólo un 5% del mercado inmobiliar­io se lleva adelante con financiami­ento colectivo. Sin embargo, el negocio crece a una tasa del 50% cada año y generalmen­te se tardan apenas entre dos y tres meses levantar un piso de 15 millones de dólares. “El negocio hoy en día del crowdfundi­ng es construir ladrillos de coworking”, asegura Buitoni.

Gustavo Gambino es un argentino que vive en Miami y trabaja en el sector inmobiliar­io. La opción de invertir en edificios en nueva York lo tentó por dos motivos: diversific­ación geográfica y diversific­ación en los tipos de activos.

“Cuando tenés un departamen­to particular, los ingresos dependen de si uno lo tiene alquilado o no. En cambio, con el método de crowdfundi­ng uno puede invertir en activos más interesant­es a los que antes no podías acceder; tener un pedacito de un proyecto que antes sólo se podían disputar inversores como Trump o Rockefelle­r. ahora podés entrar a este tipo de operacione­s a partir de los 10.000 dólares”, asegura el inversor argentino.

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Ana monti

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