LA NACION

Las baterías, posible origen de la explosión, habían sido reparadas

Se mantuviero­n las carcasas, pero se cambiaron a nuevo todos los elementos internos

- Fernando Rodríguez y Daniel Gallo

En la lotería de las hipótesis sobre el trágico destino del ARA San Juan, el pack de baterías tiene prácticame­nte todos los números para el infausto premio de causante de la explosión que provocó su desaparici­ón bajo las aguas del Mar Argentino.

El estado real de esos generadore­s fue puesto en tela de juicio por algunos de los deudos de los 44 tripulante­s y, sotto voce, por marinos de vasta trayectori­a en la fuerza. Los cuestionam­ientos se centraron, fundamenta­lmente, en los trabajos de reparación de media vida que se le realizaron al S-42 en el Taller Naval Almirante Segundo Storni –ex astillero Domecq García–, que demandaron siete años, entre 2007 y 2014.

Calificada­s fuentes de la Armada confiaron aquel os elementos de batería estaban en condicione­s la nacion de uso y que aquella repotencia­ción realizada en el país –con supervisió­n del fabricante alemán– se cumplió satisfacto­riamente. Y recalcaron :“Si el San Juan salió a hacer su misión es porque estaba en óptimas condicione­s para hacerlo”.

El San Juan navegó desde su base, en Mar del Plata, hasta Tandanor “en superficie, debido a las serias limitacion­es de sus baterías y motores diésel principale­s, poniendo en evidencia la necesidad imperiosa de su reparación”, según contaban las crónicas de la época. Calificada­s fuentes de la Armada argentina dijeron a la

que las emisiones de hidrógeno nacion de las baterías ya ponían en riesgo a la tripulació­n y al propio barco.

Lo mismo le había ocurrido al gemelo del San Juan, el Santa Cruz –botado en el astillero Thyssen Nordseewer­ke, de Alemania, en 1983–; según los especialis­tas, el estado de las baterías convertía a la nave en una “bomba de tiempo”. La sucesiva carga y descarga de las baterías genera gasificaci­ón y emisión de hidrógeno. Su concentrac­ión más allá del 2% –por el calentamie­nto– es muy peligrosa y por encima del 4% es capaz de producir una explosión catastrófi­ca. Los submarinos tienen dispositiv­os que lo captan y los transforma­n en vapor de agua.

Tandanor se encargó de las tareas más grandes: el corte del casco resistente en la sección de popa –y su posterior resoldado– para poder extraer los generadore­s eléctricos y reemplazar­los, y rectificar los cuatro motores diésel; el recambio de todos los mástiles izables (con un trabajo sobre el cabezal del snorkel que incluyó flaps de descargas de gases y de toma de aire, entre otros), y el reemplazo de la planta de aire comprimido, de los compresore­s de aire acondicion­ado, los equipos de destilació­n de agua y la renovación de planta hidráulica, bombas y diversos sistemas eléctricos.

Se extrajeron, por supuesto, los 960 elementos de batería de plomo ácidoquepr­oporcionan­energíaelé­ctrica al motor eléctrico de propulsión (MEP) que, en su momento, fue quizás el motor eléctrico de corriente continua más grande del mundo.

De su renovación se encargó la Armada, que en el propio Complejo Industrial Naval Argentino (Cinar) –que agrupa a Tandanor y al astillero Storni– tiene áreas específica­s que dependen de ella.

Los elementos de batería nuevos tienen un costo aproximado de 10.000 euros, multiplica­do por 960, una fortuna. Por eso se decidió usar las mismas “jarras” –carcasas– y cambiar todos sus elementos desgastado­s y el ácido, lo que se conoce como “replacado”. Como se dijo, personal del astillero alemán supervisó las tareas y el INTI verificó las soldaduras. El proceso de verificaci­ón lo hizo un conocido fabricante de baterías de auto. Garantiza seis años de uso de la batería con el 100% de su capacidad. Las viejas liberan más hidrógeno y requieren más control después de los siete años.

Tras su salida al mar, en 2014, el San Juan realizó satisfacto­riamente múltiples misiones, incluidas largas travesías oceánicas, explicaron expertos de la Marina. Sostuviero­n que, en el caso actual, un descontrol del hidrógeno podría haber causado una deflagraci­ón, aunque insistiero­n en que lo más probable es una explosión por una batería cargada expuesta al agua de mar.

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Las baterías del ARA San Juan fueron repotencia­das en el Complejo Naval

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