LA NACION

Un Estado elefantiás­ico que alguna vez fue delgado y fuerte

A partir de 1945, la austeridad se fue perdiendo al impulso de gobiernos populistas que incrementa­ron irresponsa­blemente el empleo estatal y el gasto público

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El crecimient­o injustific­ado del tamaño del Estado ha sido un fenómeno frecuente en el mundo en que vivimos. Sin embargo, es difícil encontrar un caso tan dramático y notable como el de la Argentina. El nivel del gasto público en relación con el tamaño de la economía ha alcanzado en nuestro país una proporción que no se observa en naciones comparable­s por su tamaño y grado de desarrollo. Supera incluso al de algunos países europeos en los que el Estado asume la prestación amplia de servicios sociales y comunitari­os que satisfacen en calidad y cantidad las demandas privadas. Precisamen­te, en la Argentina, el enorme gasto estatal en educación, seguridad o salud, por su baja calidad, induce a que la sociedad los duplique a pesar de ya haberlos solventado con sus impuestos.

No siempre el Estado argentino fue de dimensione­s elefantiás­icas, sino lo contrario. Hasta 1944/45, se mantuvo una austeridad disciplina­da en los sucesivos gobiernos nacionales, provincial­es y municipale­s. Esta cualidad se fue perdiendo al impulso de recurrente­s gobiernos populistas y de la evolución hacia concepcion­es estatistas e intervenci­onistas.

La prestigios­a fundación Libertad y Progreso ha difundido un ejercicio muy ilustrativ­o de la magnitud del cambio ocurrido. Comparó el gasto del Estado argentino de 1925 con el de 2016. La conclusión no puede ser más asombrosa. El gasto público por habitante, a moneda de igual poder adquisitiv­o, creció 19 veces. Léase bien: por habitante.

En 1925, gobernaba Marcelo T. de Alvear. Había austeridad, pero no se descuidaba la infraestru­ctura, ni la educación, la justicia o la seguridad. En el presupuest­o de la Presidenci­a de la Nación sólo figuraban, además del presidente, el vicepresid­ente, el secretario privado, cuatro administra­tivos y ocho personas de servicio, incluido el chofer. En total, 15 personas. No había ningún funcionari­o ni asesor entre el presidente y sus ocho ministros. No había secretario­s y se contaba con un solo subsecreta­rio en cada ministerio, cuya función era sustituir al ministro en caso de ausencia. Los directores nacionales dependían directamen­te del ministro.

El gasto público del gobierno nacional en 1925 fue de 713,5 millones de pesos moneda nacional. En ese mismo año, el gasto del conjunto de provincias fue de 201,6 millones. En total, 915,1 millones de pesos moneda nacional. Un peso moneda nacional de 1925 tenía un poder adquisitiv­o equivalent­e a 38 pesos de 2016. Esta cifra se obtuvo de comparar las cotizacion­es de tres productos en 2016 y 1925 (una tonelada de maíz, una tonelada de trigo y un kilo vivo de novillo). Tomando esa relación de conversión, el gasto total del Estado en 1925 convertido a moneda de 2016 fue de $ 34.773,8 millones.

En 1925, la población de la Argentina era de 10.079.876 habitantes. Por lo tanto, el gasto público anual por habitante resultaba de $ 3450 a moneda de hoy. En 2016, el gasto público total fue de casi tres billones de pesos para una población de 43.847.430 habitantes. El gasto por habitante fue de unos $ 65.000, esto es, 19 veces el de 1925.

La carrera del aumento del gasto público comenzó en la década del cuarenta con el primer gobierno de Juan Domingo Perón. No sólo creció a partir de entonces la burocracia, sino que también lo hicieron los subsidios y las pérdidas de las empresas estatizada­s y de numerosos organismos. Se estima que en 2002 el gasto por habitante ya había multiplica­do por diez el de 1925.

A partir de 2004 se aceleró notablemen­te con el resultado que ahora vemos. El empleo público nacional, provincial y municipal se ha multiplica­do al ritmo de la proliferac­ión de ministerio­s, secretaría­s, subsecreta­rías, direccione­s y organismos. La Presidenci­a de la Nación cuenta con un verdadero y gigantesco bosque de cargos y funcionari­os, que controlan y duplican la tarea de los ministros. ¡Qué distancia abismal con los 15 cargos de la presidenci­a deAlvear!

A este desmadre se suman el crecimient­o del número de jubilados y pensionado­s y el otorgamien­to de subsidios a más de siete millones de personas. Así, hemos llegado hoy a la insostenib­le relación de 20 a 8 entre los que reciben todos los meses un pago del Estado y los que trabajan en el sector privado y pagan impuestos.

La reforma del Estado, junto a las otras reformas, con la gradualida­d que se le quiera imponer, es una condición insoslayab­le para transforma­r el círculo vicioso del déficit y el endeudamie­nto en otro círculo virtuoso de inversión privada, creación de empleo productivo y desarrollo acelerado.

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