LA NACION

Genial drama de sombras

in vain, de GeorG Friedrich haas ★★★★★ excelente. dirección: Erik Oña. intérprete­s: Kammerense­mble Neue Musik Berlin. programa colón contemporá­neo. en el teatro colón.

- Pablo Gianera

La idea de Goethe según la cual toda poesía es poesía de ocasión tiene una validez más allá de la literatura. Cuando, en el año 2000, Georg Friedrich Haas decidió componer in vain, lo hizo impelido por una razón política de la actualidad: el estremecim­iento que le provocó el ascenso de la extrema derecha austríaca; una especie de regreso de lo reprimido. ese origen podría haber permanecid­o desconocid­o y la pieza de Haas no habría perdido por eso ni un punto de su dramatismo.

La vanidad a la que alude el título (la inutilidad de todo esfuerzo humano) admite una interpreta­ción más general y acaso bíblica. “Todas las cosas están gastadas,/ más de lo que se puede expresar./ ¿no se sacia el ojo de ver/ y el oído no se cansa de escuchar?” Haas convierte esos versos del eclesiasté­s en una verdadera fuerza artística, y en cierto modo in vain pretende ser a la vez la constataci­ón y la reparación de esa lasitud, de ese cansancio del que habla el sabio.

escrita para un ensamble de 24 instrument­os, in vain, cuyo estreno latinoamer­icano presentó el programa Colón Contemporá­neo en un cierre de temporada, se arranca a sí misma de la nada con una intensa actividad motívica y rítmica que, sin embargo, depara la impresión ilusionist­a de una superficie inalterada. se nota aquí la gravitació­n que tuvo para Haas el Ligeti de Atmósferas y de Lontano, influencia tan evidente como

la de Gérard Grisey, y de la escuela espectrali­sta en general, en el uso de los armónicos. Pero la poética de Haas no le debe nada a nadie y no es en absoluto epigonal. si se quisiera pensar en los precursore­s de Haas, habría que ir bastante más atrás y remontarse a Anton bruckner. el crescendo de Haas es de cuño tan completame­nte bruckneria­no como lo es cierto efecto de profundida­d derivado de la estratific­ación del ensamble en capas, como si fueran velos que se corren y se descorren. in vain juega tanto con el oído como con el ojo.

Hay algo indudablem­ente visual en esta pieza, que Haas explota teatralmen­te con el uso de la iluminació­n de la sala: pasajes de media luz, pasajes estremeced­ores de oscuridad total y otros de brusca alternanci­a y luz y tiniebla. el propio Haas se refirió a estos destellos como “impulsos de tambores silencioso­s”. La luz se escucha.

el trabajo del director erik oña tuvo una minuciosid­ad apabullant­e y muy justa con Haas en la medida en que el efecto masivo es posible únicamente por una atención minúscula a los elementos más ínfimos. Un ejemplo son las dinámicas: la superficie de in vain sólo es perturbada por el crescendo, que, por su propia anomalía en el estatismo general, adopta un rasgo significat­ivo. Uno de los milagros de in vain es que la sombra también ilumina.

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