Morrissey, o ese eterno bocón que ataca de nuevo
C omo si todo fuera parte de un calculado plan de
marketing, la flamante edición del nuevo disco de morrissey vino acompañada de una serie de revuelos causados por filosas declaraciones del ex líder de los smiths. mozz siempre fue un provocador. en una misma conversación puede atacar con furia, como de costumbre, a la realeza británica, despotricar contra la violencia policial y pedir piedad por Kevin spacey y Harvey Weinstein, como ocurrió días atrás. salvo para los puristas más exacerbados, está muy claro que en su caso no todo lo sustancial es lo que aparece en la superficie. morrissey es un letrista eximio, tan sardónico como uno de sus máximos héroes, oscar Wilde, y ambicioso como pocos: en un solo disco –este que acaba de editar para inaugurar su propio sello, etienne, luego de pelearse con todas las discográficas con las que tuvo relación–, el de manchester puede descargar mensajes contra la monarquía, alusiones veladas a un brexit que ha defendido con convicción, dardos dirigidos a las oligarquías económicas y políticas, parodias destinadas a denunciar la inutilidad del armamentismo y brulotes contra la violencia policial. Gana cuando es más ambiguo, aun cuando esas ambigüedades produzcan urticaria entre sus detractores, que parecen haberse multiplicado en estos últimos tiempos, y flaquea cuando es más explícito, como en la balada que cierra el álbum, Israel, que nos vuelve a poner en aprietos: es como mínimo exótico que el mismo artista que critica la “tortura legalizada” en “The Girl from Tel Aviv Who Wouldn’t Kneel” (otro guiño a la cultura hebrea), a través de una probable referencia a la continuidad de Guantánamo, metabolizada en una deprejuiciada cruza de tango y chachachá, asegure también que los que critican al país cuyo destino político y militar determina desde hace una década benjamin netanyahu son simplemente presas de los “celos”. Pero también es cierto que musicalmente la canción es austera e impecable, ideal para que morrissey se luzca. Low In High School llega también apenas unas semanas después de la lujosa reedición en tres formatos de The Queen is Dead (dos Cd, tres Cd + dVd, con un corto de derek Jarman y cinco LP), curiosamente lanzada un año después del aniversario número 30 de la aparición en escena de esa obra capital de la historia de la música pop. Para los nostálgicos, la comparación puede ser problemática. Pero quizá también sea un poco absurda. difícil igualar aquella magnífica proeza artística de eco interminable y difícil que morrissey logre hoy dar un golpe como el de You Are The
Quarry (2004), cuyo demoledor repertorio le permitió hasta renovar su audiencia, simplemente porque no se puede pintar todos los días La Gioconda. Pero hay que decir que de la mano de una producción que fomenta cierto barroquismo y también la tendencia al sonido musculoso que caracteriza la última etapa de la obra de mozz (responsabilidad en esta oportunidad de Joe Chiccarelli, cuya amplia foja de servicios incluye desde The White stripes y Frank Zappa hasta Café Tacuba y Juanes), el cantante británico aborda su madurez (58 años cumplidos en mayo pasado) sin resignar belleza ni personalidad: puede, de un tirón y sin sonrojarse, insistir en su reciente obsesión mariachi (en la no muy sutil “When You open Your Legs”, donde ¡otra vez aparece Tel Aviv!), protestar contra la represión en Venezuela (“Who Will Protect Us from the Police?”) o entregar una muestra más de su asombrosa y proverbial capacidad para la creación de melodías que aseguran el knock out instantáneo (“i Wish You Lonely”, “Home is A Question mark”). Todo en un mismo disco y por el mismo precio.