Sueño grande
Se repuso de la temprana desventaja y avasalló al equipo carioca; Gigliotti y Meza, los goles para una victoria que lo deja a tiro de una nueva conquista internacional; el miércoles, el desquite en Río de Janeiro
Ganar la Sudamericana en el Maracaná y revivir los tiempos de mística, el objetivo de Independiente
2 IndependIente 1 flamenGo Independiente dio la muestra más grande de fútbol y carácter de su última década. No hay nada que pueda compararse con lo que sucedió anoche, en el Libertadores de América, un estadio que fue un escenario magnífico para una final entre gigantes. Ni siquiera la remontada ante Goiás, en 2010, tiene semejanzas. Lo de ayer fue por otro camino: los Rojos, ante uno de los rivales más poderosos del continente, y luego de empezar perdiendo, le dieron forma a un triunfo vital por 2 a 1. Les queda un escalón, el último, para alcanzar la Copa Sudamericana. El miércoles de la semana que viene, en el mítico Maracaná, el equipo de Ariel Holan buscará terminar la faena. Flamengo tendrá que mejorar para torcer la historia.
No hay antecedentes cercanos de un equipo de Independiente que haya despertado tantas emociones en su gente. Ni siquiera el que consi- guió el título de 2010 tuvo los rasgos del que supo construir Holan. Si el del Turco Mohamed fue un conjunto efectivo, que consiguió la Sudamericana a golpe de buenos raptos, el de ahora es un equipo total, la consecuencia directa de un proyecto serio. El triunfo parcial sobre Flamengo, a diferencia de lo que pasó hace siete años, le da un toque distinto al camino del Rojo.
Anoche el mejor equipo le ganó al mejor plantel. Mientras que Flamengo dispone de jugadores de la magnitud de Diego, Independiente, con todas sus limitaciones, es el resultado del buen aprovechamiento de las individualidades. De todos modos fue un duelo bestial, un desgaste energético inolvidable. El fútbol, sin embargo, sólo lo puso Independiente. Lo de la visita fue tibio.
El recuerdo de 1995, cuando Independiente le ganó la Supercopa al Flamengo de Romario, todavía flotaba en el aire cuando Réver se elevó de tal manera que nadie lo pudiera frenar. Iban ocho minutos de la primera parte, todavía muy temprano, cuando el defensor central, de cabeza, abrió el marcador.
Nadie lo podía creer. Independiente, golpeado por el gol, trató de ponerse de pie. Sin perder la cordura, Maximiliano Meza, la figura, se hizo dueño de la pelota. Ezequiel Barco y Martín Benítez se conectaron. Los laterales comenzaron a soltarse y el Rojo, que había tambaleado al borde del abismo, pudo escaparse de la tormenta que le había propuesto Flamengo.
Benítez, que se había volcado a la derecha, dio signos de que estaba en una buena noche. Fue el carril directo que encontró Independiente para aproximarse a César. Trauco, el lateral izquierdo, no pudo soportar el abordaje del local. El Rojo, con la pelota por abajo, daba muestras de que era superior a los brasileños.
Después de los 20 minutos iniciales Flamengo se dio cuenta de que su rival jugaba bien. Independiente, que ya se había aclimatado a la final, le dio otro sentido al encuentro y redujo a su adversario a su mínima expresión. El partido, tras un arranque turbulento, pasó a ser controlado por los de Holan. Era lo más parecido a un monólogo.
La búsqueda tuvo su premio. A los 28 minutos, un momento clave del partido, Emmanuel Gigliotti, un delantero que se ganó a fuerza de sacrificio un lugar entre los titulares, puso el empate. El estadio, en ese instante, pasó a ser un infierno. Flamengo entró en pánico.
El clima se encendió tanto que los jugadores se vieron contagiados de semejante empuje. A Benítez, uno de los mejores, se le sumaron Meza, Barco y Gigliotti. Independiente se dio cuenta de que Flamengo no era ningún monstruo imposible. La debilidad de su rival fue el combustible de un equipo inyectado de ánimo.
En el segundo tiempo, Gastón Silva se corrió al lateral izquierdo y Nicolás Tagliafico se ubicó como marcador central. La decisión de Holan no pudo ser más acertada. La banda
renovó su frescura y el uruguayo escaló cuantas veces pudo.
También por ese sector, Barco, que está muy cerca de ser vendido a Atlanta United de la MLS, no se achicó a pesar de su edad. El joven de 18 años, que hasta hace un año y medio jugaba en la sexta división, soportó el peso de la primera final como si fuera un experimentado. Su vértigo fue el punto de partida del segundo gol.
Iban ocho minutos cuando el mediocampista ofensivo, encendido, se escapó por la punta izquierda y encontró a Meza en una zona inmejorable. El ex Gimnasia de La Plata, de frente a César, apeló a su categoría y conectó la pelota a media altura, imposible para el arquero. La segunda parte recién había empezado y el Rojo, que ya había hecho méritos, daba un paso al frente.
Tagliafico, a los 36, sacó la pelota más importante de su vida. Un centro complejo prometía convertirse en el empate, pero el defensor, arriesgando su físico, cortó el envío de cabeza. Si el cruce de Mascherano ante Holanda en el Mundial significó el pasaje a la final, lo que hizo Tagliafico le dio aire a sus compañeros para ir al Maracaná.
El final fue una lucha entre dos equipos desgastados. Flamengo, herido pero sin ideas, fue por el empate. Independiente, con éxito, acumuló gente en la defensa para tratar de cuidar la diferencia. Lo hizo bien. El miércoles, en Río de Janeiro, tendrá la prueba más difícil. El último paso que lo separa de la gloria.