LA NACION

Sueño grande

Se repuso de la temprana desventaja y avasalló al equipo carioca; Gigliotti y Meza, los goles para una victoria que lo deja a tiro de una nueva conquista internacio­nal; el miércoles, el desquite en Río de Janeiro

- Jonathan Wiktor

Ganar la Sudamerica­na en el Maracaná y revivir los tiempos de mística, el objetivo de Independie­nte

2 IndependIe­nte 1 flamenGo Independie­nte dio la muestra más grande de fútbol y carácter de su última década. No hay nada que pueda compararse con lo que sucedió anoche, en el Libertador­es de América, un estadio que fue un escenario magnífico para una final entre gigantes. Ni siquiera la remontada ante Goiás, en 2010, tiene semejanzas. Lo de ayer fue por otro camino: los Rojos, ante uno de los rivales más poderosos del continente, y luego de empezar perdiendo, le dieron forma a un triunfo vital por 2 a 1. Les queda un escalón, el último, para alcanzar la Copa Sudamerica­na. El miércoles de la semana que viene, en el mítico Maracaná, el equipo de Ariel Holan buscará terminar la faena. Flamengo tendrá que mejorar para torcer la historia.

No hay antecedent­es cercanos de un equipo de Independie­nte que haya despertado tantas emociones en su gente. Ni siquiera el que consi- guió el título de 2010 tuvo los rasgos del que supo construir Holan. Si el del Turco Mohamed fue un conjunto efectivo, que consiguió la Sudamerica­na a golpe de buenos raptos, el de ahora es un equipo total, la consecuenc­ia directa de un proyecto serio. El triunfo parcial sobre Flamengo, a diferencia de lo que pasó hace siete años, le da un toque distinto al camino del Rojo.

Anoche el mejor equipo le ganó al mejor plantel. Mientras que Flamengo dispone de jugadores de la magnitud de Diego, Independie­nte, con todas sus limitacion­es, es el resultado del buen aprovecham­iento de las individual­idades. De todos modos fue un duelo bestial, un desgaste energético inolvidabl­e. El fútbol, sin embargo, sólo lo puso Independie­nte. Lo de la visita fue tibio.

El recuerdo de 1995, cuando Independie­nte le ganó la Supercopa al Flamengo de Romario, todavía flotaba en el aire cuando Réver se elevó de tal manera que nadie lo pudiera frenar. Iban ocho minutos de la primera parte, todavía muy temprano, cuando el defensor central, de cabeza, abrió el marcador.

Nadie lo podía creer. Independie­nte, golpeado por el gol, trató de ponerse de pie. Sin perder la cordura, Maximilian­o Meza, la figura, se hizo dueño de la pelota. Ezequiel Barco y Martín Benítez se conectaron. Los laterales comenzaron a soltarse y el Rojo, que había tambaleado al borde del abismo, pudo escaparse de la tormenta que le había propuesto Flamengo.

Benítez, que se había volcado a la derecha, dio signos de que estaba en una buena noche. Fue el carril directo que encontró Independie­nte para aproximars­e a César. Trauco, el lateral izquierdo, no pudo soportar el abordaje del local. El Rojo, con la pelota por abajo, daba muestras de que era superior a los brasileños.

Después de los 20 minutos iniciales Flamengo se dio cuenta de que su rival jugaba bien. Independie­nte, que ya se había aclimatado a la final, le dio otro sentido al encuentro y redujo a su adversario a su mínima expresión. El partido, tras un arranque turbulento, pasó a ser controlado por los de Holan. Era lo más parecido a un monólogo.

La búsqueda tuvo su premio. A los 28 minutos, un momento clave del partido, Emmanuel Gigliotti, un delantero que se ganó a fuerza de sacrificio un lugar entre los titulares, puso el empate. El estadio, en ese instante, pasó a ser un infierno. Flamengo entró en pánico.

El clima se encendió tanto que los jugadores se vieron contagiado­s de semejante empuje. A Benítez, uno de los mejores, se le sumaron Meza, Barco y Gigliotti. Independie­nte se dio cuenta de que Flamengo no era ningún monstruo imposible. La debilidad de su rival fue el combustibl­e de un equipo inyectado de ánimo.

En el segundo tiempo, Gastón Silva se corrió al lateral izquierdo y Nicolás Tagliafico se ubicó como marcador central. La decisión de Holan no pudo ser más acertada. La banda

renovó su frescura y el uruguayo escaló cuantas veces pudo.

También por ese sector, Barco, que está muy cerca de ser vendido a Atlanta United de la MLS, no se achicó a pesar de su edad. El joven de 18 años, que hasta hace un año y medio jugaba en la sexta división, soportó el peso de la primera final como si fuera un experiment­ado. Su vértigo fue el punto de partida del segundo gol.

Iban ocho minutos cuando el mediocampi­sta ofensivo, encendido, se escapó por la punta izquierda y encontró a Meza en una zona inmejorabl­e. El ex Gimnasia de La Plata, de frente a César, apeló a su categoría y conectó la pelota a media altura, imposible para el arquero. La segunda parte recién había empezado y el Rojo, que ya había hecho méritos, daba un paso al frente.

Tagliafico, a los 36, sacó la pelota más importante de su vida. Un centro complejo prometía convertirs­e en el empate, pero el defensor, arriesgand­o su físico, cortó el envío de cabeza. Si el cruce de Mascherano ante Holanda en el Mundial significó el pasaje a la final, lo que hizo Tagliafico le dio aire a sus compañeros para ir al Maracaná.

El final fue una lucha entre dos equipos desgastado­s. Flamengo, herido pero sin ideas, fue por el empate. Independie­nte, con éxito, acumuló gente en la defensa para tratar de cuidar la diferencia. Lo hizo bien. El miércoles, en Río de Janeiro, tendrá la prueba más difícil. El último paso que lo separa de la gloria.

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Barco celebra trepado al goleador Gigliotti el empate parcial de Independie­nte; el n°9, con cuatro festejos, está a una conquista ser el artillero de la Copa sudamerica­na
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GustAvo gArello / jAM MeDiA Meza y Gigliotti, los goleadores de Independie­nte en el 2-1 de la primera final, en Avellaneda; el miércoles próximo, la definición en Río
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Gustavo garello / jam media

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