LA NACION

Messi a fondo

- Cristian Grosso

Dice que si a la selección le va mal en el Mundial, tienen que irse todos; pidió por Higuaín, Mascherano y Agüero

E ntre histerias y veleidades, el mito viviente atropella con sus palabras cargadas de insensatez. Con su discurso destructiv­o ante una millonaria platea global, Diego Maradona despellejó a la selección hace algunos días. Es Maradona: desproporc­ionado, ocurrente, arrogante, inestable y bravucón. En el otro extremo habita Messi, discreto, prudente, a veces casi ausente. Pero de repente se encuentran con la complicida­d del inoportuni­smo. “Para mí es un jugador fundamenta­l, Higuaín tiene que estar, es uno de los mejores 9 del mundo, lo demuestra en la Juventus”, alertó ayer el capitán. Toda la

mesa chica venía reclamando la reincorpor­ación de un viejo camarada y se sumó Messi. Nada menos que él, alma y dueño de la selección. Sus palabras no están movilizada­s por el veneno de Maradona, pero también incomodan porque pareció una orden. ¿Cómo puede sentirse Icardi, o el que sueñe con jugar de N° 9 si sus compañeros claman por Pipita? Al cuerpo técnico no le agradan estas cruzadas públicas, porque además hace tiempo que los jugadores saben que Higuaín será citado para los amistosos de marzo. Un marco perturbado­r que lo expone a Sampaoli: si finalmente el entrenador se inclina genuinamen­te por Higuaín, será imposible desprender su elección de las sospechas. La sentencia popular caerá como un martillo: a Higuaín lo habrán llevado a Rusia los históricos. “Nunca iría a un DT a decirle trae a éste o al otro”, también contó Messi. Contradict­orio, otro giro bien maradonian­o.

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