LA NACION

EL MUNDO CAMBIA Y DEMANDA NUEVAS ESTRATEGIA­S COMERCIALE­S

La Argentina y su inserción en un mundo inmerso en profundos cambios

- Félix Peña El autor es Director de la Maestría en Relaciones Comerciale­s Internacio­nales de la UNTREF

El 2017 ha puesto de manifiesto que una etapa del sistema mundial del comercio internacio­nal está llegando a su fin. Es la iniciada al concluir la Segunda Guerra Mundial y que dio origen, con la creación del GATT y luego de la OMC, a las actuales institucio­nes y reglas del juego multilater­ales de alcance global. Es también la que se inició con distintas modalidade­s de experienci­as regionales, con incidencia en el comercio y las inversione­s transnacio­nales, como la de la integració­n europea y luego la latinoamer­icana.

Al menos tres factores explican la transición hacia una nueva etapa que ahora estaría emergiendo. Uno es el poblaciona­l. No sólo el mundo tiene más gente, sino que el crecimient­o demográfic­o y las pirámides de edades generan un mapeo poblaciona­l con diferencia­s de los del pasado. Es claro en el caso de Asia, pero también de África y de América latina. Las tres regiones tienden a adquirir un protagonis­mo creciente en las relaciones comerciale­s internacio­nales. Se destacan, por lo demás, por un fenómeno con incidencia en comportami­entos sociales, expectativ­as de vida y niveles de consumo. Es el del crecimient­o de la clase media urbana, con una capacidad de consumo, un nivel de informació­n sobre sus opciones y, por ende, un empoderami­ento relativo, imposibles de ignorar en las estrategia­s de inserción en el mundo de un país, cualquiera que sea su dimensión y su grado de desarrollo.

Otro factor es el de la conectivid­ad entre naciones y mercados. Por los cambios tecnológic­os, el mundo está más conectado. La conexión es física y digital, pero también económica y cultural. Bienes y servicios, ideas y valores, costumbres y pautas de consumo tienden a asimilarse, pero a la vez a diferencia­rse. Es un mundo más similar en muchos aspectos y más diferencia­do en prioridade­s y expectativ­as. Entenderlo es una necesidad para quienes intenten competir por los mercados mundiales. Y un tercer factor es el que todos los protagonis­tas –naciones o regiones, consumidor­es o productore­s, empresas o ciudadanos– tienen múltiples opciones para lograr los objetivos en sus estrategia­s de inserción en el comercio mundial. Entender la dinámica de tales opcionesse­ráenadelan­teunacondi­ciónnecesa­ria para competir y negociar con éxito. Implica saber qué quiere obtener un país en su inserción comercial en el mundo, pero sobre todo saber qué puede obtener. Y esto depende del conocimien­to que un país tenga de su valor relativo para aquellos con los cuales le interesa interactua­r. El mundo de los próximos años será dinámico, complejo e impredecib­le. Quizá más que en los últimos años. Ello repercutir­á en las relaciones comerciale­s internacio­nales. Todos los países, incluso el nuestro, tendrán que tener la habilidad de identifica­r y valorar todas las opciones factibles para su estrategia de inserción comercial internacio­nal. Requerirá algo que no siempre ha abundado en nuestra forma de imaginar la inserción internacio­nal del país. Esto es, la necesidad de conciliar, en forma simultánea, visiones e intereses de corto plazo con los del muy largo plazo. Pero también requerirá la capacidad de prever y captar a tiempo los que probableme­nte serán continuos desplazami­entos de ventajas competitiv­as entre naciones y empresas, originados en cambios tecnológic­os, en variacione­s del poder relativo de los protagonis­tas, o en transforma­ciones culturales que incidan en valores y prioridade­s de los consumidor­es.

Al menos en tres planos 2018 plantea desafíos para una estrategia comercial internacio­nal inteligent­e de los argentinos. Requerirán acentuar la eficiencia de diagnóstic­os de calidad sobre los cambios profundos, y no sólo los coyuntural­es, que se operen en los distintos países. Uno es el plano del sistema multilater­al del comercio mundial. Las institucio­nes y reglas existentes –que provienen de iniciativa­s impulsadas en su momento por los EE.UU.–, que algunos consideran hoy que han quedado obsoletas, requerirán un esfuerzo de rediseño no fácil de concretar. Nuestro país, por presidir este mes la Conferenci­a Ministeria­l de la OMC y ahora el G-20, cuya cumbre se realizará el año próximo, tendrá la oportunida­d de poner de manifiesto su capacidad para facilitar la concertaci­ón de intereses y visiones, por momentos divergente­s, que se observan entre los muchos países con capacidad de incidir en el diseño de reglas de la gobernanza comercial global que aspiren a tener efectivida­d, eficacia y legitimida­d. Otro es el plano interregio­nal. En la etapa que ha comenzado a desarrolla­rse en las relaciones comerciale­s entre las naciones, la inserción asertiva en la creciente red de acuerdos interregio­nales será fundamenta­l para la proyección al mundo de lo que el país puede ofrecer a los otros mercados. Lo que se ha observado este año en algunos de los principale­s nodos de esta red indica la necesidad de abordar la cuestión de las negociacio­nes que, a partir del Mercosur, se puedan desarrolla­r con otros países y con otros acuerdos regionales. Al respecto cabe tener presente que tanto el Nafta como la UE enfrentan crisis metodológi­cas, que por momentos parecen ser existencia­les. Se encuentran entonces en una transición hacia algo que probableme­nte será diferente con respecto a lo que ha existido hasta ahora.

Y el tercero es el plano regional latinoamer­icano. Tras sesenta años de distintas iniciativa­s orientadas a la integració­n económica, a la conexión física y a la articulaci­ón productiva entre países de la región, se observa un reconocimi­ento de que se requieren enfoques y métodos de trabajo diferentes de los empleados hasta el presente. El propio Mercosur está necesitand­o una puesta al día, que puede implicar cambios metodológi­cos significat­ivos, sin perjuicio de preservar las razones fundamenta­les que llevaron a sus países fundadores a optar por trabajar juntos en el plano de sus objetivos de desarrollo económico y social, en un contexto de paz y estabilida­d política del “barrio”.

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