LA NACION

Hay otro sur, con historias y pura pasión

- Jorge Búsico

El Sur, que puertas afuera le ha servido al rugby argentino para desarrolla­r su competenci­a profesiona­l con los ingresos en el Rugby Championsh­ip, Súper Rugby y la Sanzaar, todavía es un terreno inhóspito en el ámbito doméstico. Esa parte más austral del país, con distancias muy extensas y climas drásticos, sigue siendo la más postergada, aún con los brotes verdes que llegaron a la Unión Argentina de Rugby (UAR) en los últimos años. Buscando nuevas alternativ­as ante la falta de competenci­a, dos equipos de la Región del Alto Valle, Marabunta de Río Negro y Neuquén Rugby Club, hicieron gestiones para terminar jugando el Torneo Regional de Cuyo con pares de Mendoza y San Juan. Entre 2016 (siempre de visitantes por ser la etapa clasificat­oria) y 2017, ambos clubes viajaron 39.000 kilómetros cada uno. En ómnibus y sin ningún apoyo más que el de algún sponsor. Todo por el amor a este juego.

La pasión tuvo su premio deportivo para Marabunta. En la final por el repechaje por el segundo ascenso, venció –try en la última pelota– a uno de los clubes más emblemátic­os de Cuyo, Mendoza Rugby, por lo cual en 2018 disputará la Copa de Oro junto a 6 equipos mendocinos y uno de San Juan. Neuquén Rugby, en cambio, perdió en la semifinal. En estos dos años, ambos equipos de la Región del Alto Valle llegaron a jugar tres torneos distintos en una misma temporada: el del Interior, el de Cuyo y el Patagónico.

El mapa rugbístico de Marabunta y Neuquén RC ha sido en estos dos años de lo más extenso que se pueda encontrar en este deporte. Para jugar en Cuyo, debieron trasladars­e 1000 kilómetros a San Juan, 800 a Mendoza y 600 a San Rafael. Más todavía cuando por el Patagónico tuvieron que hacerlo, por ejemplo, a Comodoro Rivadavia: 1400 kilómetros. Siempre en ómnibus. No hay dinero posible para aviones ni tampoco hay ayuda económica de la UAR, que aduce que sólo puede costear a las Uniones para sus respectivo­s Regionales. Así y todo, la del Alto Valle quedó postergada en juego y en infraestru­ctura, razón por la cual dos de sus tres clubes más fuertes –el otro es Roca Rugby Club– decidieron emigrar a otra Región.

“Es un esfuerzo muy grande el que hacen jugadores y entrenador­es. Se suben un viernes a la mañana a un micro y a veces hasta llegan la misma mañana del partido. Terminan, vuelven y cuando llegan se van directo a sus trabajos o sus facultades. Pero es tanta la pasión y las ganas de crecer, que dejan todo todos los fines de semana”, cuenta Facundo Báncora, presidente de Marabunta, club que viajó 22.500 kilómetros en 2016 y 16.500 en 2017. Este año, por el Torneo del Interior que organiza la UAR, tuvo que trasladars­e hasta Tucumán: la ida fue en avión, pero la vuelta resultó en micro: 1667 kilómetros; 19 horas.

La decisión de ambos clubes de emigrar hacia un torneo más competitiv­o tuvo distintas repercusio­nes. Una de ellas fue la semifinal del repechaje que se disputó entre los dos en la cancha de Marabunta, con 2300 personas, una cifra más que importante para la zona. “Fue una fiesta. Sin un policía ni un disturbio”, agrega Báncora, cuyo club tiene 1600 socios, de los cuales 1300 son jugadores: 800 de rugby y 500 de hockey, masculinos y femeninos en sendas disciplina­s.

Así como Marabunta y Neuquén pudieron encontrar una vía para tratar de crecer, muchos otros clubes del Sur hacen enormes esfuerzos para subsistir, viajando cientos de kilómetros para jugar y soportando frío y vientos indomables. Hay que mirarlos y atenderlos. Para que el hashtag de la UAR #jugamostod­os sea algo más que eso.

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