LA NACION

Tenistas en el podio

Gustavo Fernández y Axel Geller, mejores en sus categorías para la federación internacio­nal.

- Javier Pinola Texto Juan Patricio Balbi Vignolo para la nacion | Foto Diego Spivacow / AFV

Siempre se dice que los pequeños detalles son los que terminan haciendo la diferencia. Quizá por eso Javier Pinola se toma unos minutos después de cada práctica para trotar en soledad en el River Camp de Ezeiza. “Lo aprendí en inferiores, para bajar las tensiones y relajar los músculos. Son costumbres, cada uno hace lo que lo hace sentir cómodo y mejor para el próximo entrenamie­nto”, explica el defensor de 34 años mientras dialoga con

sentado en uno de los bancos de suplentes la nacion de la cancha central del complejo. Ser autoexigen­te e intentar mejorar ya es parte de Pinola, quien sabe que está en deuda en River y no esquiva las críticas, a horas de la final de la Copa Argentina con Atlético Tucumán. “No somos tontos y sabemos que no estamos jugando al nivel esperado. Falta compromiso para defender y atacar. Hablamos profundame­nte porque se viene una final. Hay que ser regulares y estar concentrad­os. Debemos mentalizar­nos y ganar sea como sea”, explica.

–¿Cómo viven el presente?

–No nos abstraemos de lo que pasa. Hay mucha gente de experienci­a que ha pasado por situacione­s malas. En River todo se magnifica y no lo esquivamos. Pero lo importante es que el grupo esté concentrad­o y unido. Es clave la cabeza y cuán rápido uno hace el duelo ante una adversidad. Podemos terminar el año con un título, pero no hay que perder la paciencia ni el objetivo. Sólo

así uno puede dar lo mejor.

–¿Cómo manejás las críticas? –Lo vivo con calma. Todos opinan, pero si uno es objetivo y sabe qué hizo bien y mal, y escucha al grupo y al cuerpo técnico, no tiene que volverse loco. Para mí fue un período de adaptación en el que traté de rendir de la mejor manera y al máximo nivel desde que llegué. –¿Qué tan autoexigen­te sos? –Muy, por demás. Esa exigencia me lleva a sobre presionarm­e o a no perdonarme situacione­s. Siempre fui así, aunque lo había dejado un poco de lado. Lo importante es lo que hablo con la gente que me quiere y mis compañeros, tratando de relajarme y de disfrutar. –¿El fútbol argentino te lleva a eso? –Yo siempre fui así y no por nada me llevó a donde estoy hoy y a la selección. –¿Cómo es tu vínculo con Gallardo? –Él sabe que no me doy por rendido y que siempre intento dar un poco más en cada entrenamie­nto, en los cuidados. Me conoce, respeta mis silencios, sabe que no me da igual si tengo un partido bueno o malo. Yo aprendo de lo que hacemos día a día y de su manera de trabajar. Es autoexigen­te y quiere tener todo bajo control. –¿Tu abuelo jugó hasta la cuarta división en River. ¿Vos tenías algún vínculo con el club? – Sí. Fui socio, iba a la cancha y la familia era de River. Pero si sos profesiona­l, cambia el fanatismo porque uno cuando lo enfrenta se debe a su equipo y quiere ganar. Cuando surgió la chance de venir, era un paso que yo quería dar por diferentes cuestiones, es algo lindo que quería aprovechar. –En 2016 sufriste una fractura de tibia derecha y después una fisura. ¿Volver fue un desafío? –Fue duro. Me tocó con 33 años, no era fácil asimilarlo. Mucha gente me apoyó y deseaba mi vuelta, y sé que mucha gente no creía que iba a volver. Pero las malas energías me dieron fuerzas para sobreponer­me. Soy un cabeza dura y amo el fútbol. Fue un escollo más a superar. –¿Hay algo que no te gusta del fútbol? –La falta de respeto. Viví en Alemania, un país en el que el respeto es lo primordial, y no entiendo al hincha argentino. Van a insultar al visitante y a faltar el respeto. Yo me le aguanto y hago oídos sordos, pero no me acostumbro. Lo peor es que muchos llevan a su hijo de entre 5 y 11 años e insultan y el nene repite. ¿Qué ejemplo le das a tu hijo? ¿Que vaya a la cancha a insultar en vez de a disfrutar? Es lamentable. –¿Te sigue sorprendie­ndo eso? –Algunas cosas sí. Vamos a sacarnos toda la bronca de la semana a la cancha. En Europa jamás recibí un insulto ni me arrojaron algo. Mirá, un ejemplo con un compañero: Enzo Pérez, jugador de selección, va de visitante y lo insultan. Allá no pasa. Es inentendib­le, lo putean, le dicen “muerto” o “cómo vas a jugar en la selección”. Y después cuando juega la Argentina, lo van a alentar. Está bien que te quieran desconcent­rar, pero no es la forma. –¿Creés que así es nuestra sociedad? –Sí, el insulto agresivo habla de la sociedad argentina. Se canalizan muchas cosas en el fútbol. Ojo, me encanta el fanatismo porque amo este deporte como millones de personas. Pero hay vivirlo más tranquilos. Que te enoje perder, pero sin llegar a la violencia. –¿Qué mensaje le bajás a los más jóvenes? –No hay que llenarles la cabeza, sólo consejos indispensa­bles y de a poco. Muchos tenemos una carrera atrás y ellos la tienen por delante. Lo importante es predicar con el ejemplo. Llegar es fácil, lo difícil es mantenerse. –¿Cambiaron las épocas? –Sí, a los 15 años hay chicos con contrato. En mi época era muy difícil y había hambre de gloria. Hasta tienen un departamen­to, viven solos y se manejan con su plata. No digo que esté mal, pero puede confundir. Después, en primera, hay que aprovechar para aprender, sin creer que las sabés todas. A esa edad muchos no valoran el lugar en el que están. River es un privilegio. Tuve compañeros que habían estado acá y me decían: cuando te vas, querés volver. –¿Se perdió el hambre de gloria? –No, pero las cosas llegan más rápido, los representa­ntes aparecen a los 14 años porque se quieren salvar y les prometen Europa… Los chicos deben disfrutar en la cancha, con responsabi­lidades, pero sin prisa. Hay que hablarles para que aprendan y jueguen. Lo mismo los padres: la mejor manera de apoyar a un hijo es sin presionarl­o. Para eso hay un entrenador. Si alguno quiere aconsejar como padre, no hay problema. Mis hijos hacen baby fútbol y yo en el entrenamie­nto no hablo. Después, les doy consejos que a mí me ha dado mi papá. Pero sin presiones y sin saltar etapas. No los obligo a nada. –En un futuro, ¿vas a seguir ligado al fútbol? ¿En Alemania o en la Argentina? –Sí, es lo que me apasiona y me gusta. Después, mi vida en Alemania no la cambio por nada. Es mi segunda casa. Extrañar se extraña, pero por el futuro de mis hijos y la tranquilid­ad de mi familia, me encantaría vivir allá. No aseguro nada, es un sueño. Uno no sabe las vueltas de la vida, amo a la Argentina porque es mi país. Hay que acostumbra­rse, pero hay cosas que, por más que quiera y le ponga buena voluntad, uno no se acostumbra.

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Diego spivacoW / afv Pinola sabe que River no está bien, pero apuesta a cerrar el año con un título: hoy, a las 19.15, la final de la Copa Argentina, ante Atlético Tucumán
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