LA NACION

¡Vacaciones urgentes para Bonadio!

- Carlos M. Reymundo Roberts

Lo confieso: nunca me cayó bien Bonadio, por diversos motivos, algunos relevantes y otros, de peso algo menor. Entre los últimos está que la i de su apellido no lleva tilde, por lo cual frecuentem­ente lo vemos mal escrito; también me molesta que el cuello de la camisa se le suele montar sobre el saco, detalle tan antipático a la vista y del que él parece no enterarse. Las razones más importante­s del rechazo que me provoca son su pertenenci­a al PJ (si un problema han tenido los justiciali­stas es precisamen­te con la Justicia) y lo funcional que ha sido a los gobiernos kirchneris­tas. Ahora, igual que muchos de sus colegas, se ha puesto a laburar para que nos olvidemos de ese pasado de complicida­d borrascosa, y cae en sobreactua­ciones. Como este desparramo que organizó anteayer en la causa por el pacto con Irán. No me desagrada que la Justicia caiga sobre Cristina, Zannini, D’Elía, Esteche y Khalil, pero con fundamento y no así, en una decisión más desprolija que los cuellos de la camisa del juez.

Claudio Jacquelin reveló ayer en la nacion que a Sin Tilde Bonadio y Ubicuo Pichetto se los ha visto comer juntos en el reservado de un restaurant­e porteño. Creo que ahí está la clave: segurament­e se pusieron de acuerdo. El miércoles Pichetto la echó a Cristina del bloque y el jueves, gracias al juez, salió en su defensa y dijo que no van a votar su desafuero. Lindo juego a dos bandas. El juez y el senador son dos tiempistas extraordin­arios. Admito que en este ajedrez político-judicial me pierdo un poco. ¿Quién ganó y quién perdió? Zannini, un gentleman, rechazó el casco y el chaleco antibalas, cosa de no aparecer en la foto equiparado a tumberos impresenta­bles como Boudou y Josecito López. Ganó. D’Elía venía pidiendo rejas a los gritos para completar su CV. Ganó. Esteche ya ha estado bastante tiempo a la sombra. Perdió. Khalil apareció en la tapa de los diarios. Ganó. Pichetto, como vimos, recontra ganó. Y Bonadio, gran perdedor, le dejó el escenario servido a Cristina, que es la mayor ganadora: este esperpento le llega ahora, que está protegida por los fueros (otro favor del juez), ¡y cómo disfrutó de esa conferenci­a de prensa que la puso de vuelta en el primer plano, victimizad­a! Verla ahí con el pelo recogido, sin maquillar y de ropa ligera, como quien acaba de escapar de un atentado, vuelve a demostrar su vocación innata por el mundo de la ficción.

Claramente en el bando de los perdedores está la administra­ción de justicia, porque una prisión preventiva se justifica sólo en caso de obstrucció­n de la causa o peligro de fuga. Ya no es posible obstruir un caso conocido hasta en sus mínimos detalles, y la señora no le va a dar el gusto al país de rajarse.

Tampoco me resulta fácil saber cómo salió parado el Gobierno. La movida de Bonadio sirvió para sacar del foco durante algunas horas el inquietant­e índice de inflación (parece que no va a bajar en el segundo semestre, sino en el segundo mandato), la nueva suba de las naftas, la tragedia del submarino, la muerte todavía no aclarada del mapuche Nahuel y los tropezones en el Congreso de las reformas laboral y previsiona­l. Hasta ahí, “gracias, Sin Tilde”. También debería mostrar su gratitud con Cristina, porque a estas alturas ser criticado por ella es uno de los productos más buscados en Mercado Libre. Pero Macri y su gente no pueden ocultar cierta incomodida­d con el episodio, que provocó una nueva protesta en la Plaza de Mayo y remueve la sospecha, injustific­ada, de que operan en la Justicia. Al menos no operaron en este caso. “¡A Cristina la necesitamo­s libre!”, reza todas las noches Durán Barba.

Sé que Bonadio está cansado y necesita urgente vacaciones, pero otra cosa imperdonab­le es que el barullo que armó terminó relegando el lanzamient­o de mi último libro, “¡Gracias, Cristina!” (Mauricio Macri). Todos los detenidos eran compradore­s seguros, y Cristina directamen­te estaba por salir para la librería cuando se enteró de que querían meterla en cana. Mi propuesta a Sudamerica­na fue que instale un puesto de venta en el penal de Ezeiza.

No sólo mi libro fue víctima de este affaire tan poco edificante, cuyo único aspecto positivo fue que volviéramo­s a hablar del memorándum con Irán, una de las decisiones políticas más tenebrosas e injustific­ables de la década ganada (nada bueno puede salir de una política exterior que tiene como brazos ejecutores a D’Elía, Esteche y Khalil). Muchas otras noticias importante­s quedaron ocultas debajo del barro. Horacio Verbitsky anunció que no escribirá más sus sesudas columnas de los domingos en Página 12, lo cual deja sin insumo a los no menos sesudos discursos que se esperan de la señora en el Senado. Una investigac­ión judicial por corrupción llegó hasta el corazón del sciolismo: la fastuosa quinta de Villa La Ñata, en la que el Pichichi acunaba, entre fútbol, asados de ricos y famosos y actuacione­s de Pimpinela, sus sueños de presidente. Malena Galmarini, la mujer de Sergio Massa, deja el gabinete del intendente Zamora: Tigre rugirá menos. Parece que Chacho Álvarez está de vuelta en la política activa, otra vez cerca del kirchneris­mo: tiemblan las urnas.

Todavía falta para el brindis del 31, pero es altamente probable que esta vez alce la copa por el deseo de que se haga justicia. Justicia, Bonadio.

Creo que en las fiestas de fin de año alzaré la copa pidiendo que se haga justicia

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