LA NACION

El camión de Moyano en el carril izquierdo

- Francisco Olivera

Delante de terceros, Liliana Esther Zulet suele provocar a su marido, Hugo Moyano, con una mención que, oída al pasar, parecería una exhortació­n al diálogo con el Gobierno: “María Eugenia Vidal es lo mejor que le pudo haber pasado a este país”. Pero es una sentencia engañosa: los problemas del líder camionero no son en realidad con la gobernador­a, sino con el presidente de la Nación. Hace dos o tres meses que Mauricio Macri no le atiende el teléfono. Algo se rompió, porque hablaban y se veían bastante seguido. El año pasado, por ejemplo, durante una visita a la quinta de Olivos, el sindicalis­ta había quedado impactado con la recepción que le dio Juliana Awada, que dejó lo que estaba preparando en la cocina y salió a saludarlo a la puerta con el delantal puesto. Al volver, Moyano se lo contó a su mujer con una broma: “Tengo una buena noticia y una mala. La buena: la primera dama me recomendó lo mismo que vos, que hiciera pilates. La mala es que ella cocina, algo que vos no hacés”.

Pero fueron sólo afinidades de un camionero en la ruta: pasajeras. Él y Macri se tienen ahora mutuamente menos paciencia. Lo que más le molesta al Presidente es que lo ve incumplido­r: dice que Moyano promete en las reuniones comportami­entos que no concreta en las calles. Hace unos días, consultado por sus pares sobre la crisis de OCA, empresa que emplea a 7000 choferes y con la que tiene una cercanía inmejorabl­e, el camionero contestó casi lo mismo: “Va a salir bien. Pero estos te dicen blanco y después hacen negro”.

OCA, que formalment­e pertenece al empresario Patricio Farcuh y que está a punto de quebrar, es el último de una serie de desacuerdo­s entre el Gobierno y esta rama díscola de la CGT. La tensión se acrecentó con las protestas de los últimos días contra la reforma laboral y con un rumor que el jefe del Estado da por cierto: una supuesta reunión, hace varias semanas, entre Pablo Moyano y Cristina Kirchner. Cuando piensan en ese encuentro, los macristas le ven sentido a cualquier incongruen­cia camionera.

Es cierto que la distancia que Hugo se atribuye con las andanzas de su hijo es inverosími­l hasta para el mundo sindical. Más de un dirigente ha recibido alguna vez encargos de Pablo para convencer a su padre de alguna iniciativa o idea. Porque todavía le tiene una admiración reverencia­l: es, en definitiva, quien introdujo a toda la familia en el oficio. Los gremios no creen en casualidad­es: el 30 del mes pasado, al día siguiente de la marcha a Plaza de Mayo contra la reforma laboral, el juez Gabriel Vitale ordenó la detención de Noray Nakis, vicepresid­ente de Independie­nte, y de otros 20 hinchas acusados de integrar una asociación ilícita encabezada por Pablo “Bebote” Álvarez, líder de la barra brava del club de Avellaneda, que preside Hugo Moyano. Uno de ellos, Roberto Petrov, conocido como “el Polaco”, histórico custodio del jefe camionero, se defendió a los tiros.

Macri es también otro descreído de la Justicia. Vio con desconfian­za, por ejemplo, la orden que la sala III de la Cámara de Apelacione­s en lo Civil y Comercial le dio el mismo día de esa movilizaci­ón al Juzgado N° 10 de Lomas de Zamora para que habilitara el concurso de OCA. Su sospecha es sobre la relación que Mariano Liñán, abogado de Independie­nte y vicepresid­ente del Colegio de Abogados de Lomas de Zamora, tiene con el fuero de esa jurisdicci­ón.

Todos estos condiciona­ntes le darán contexto al destino de OCA. El Enacom, ente regulador, tendrá su próxima reunión de directorio en los primeros días de enero y ahí, ya con la informació­n de la AFIP y del juzgado que lleva el concurso, deberá decidir si le renueva a la compañía la licencia para operar como correo postal. Con esa inquietud, y en plena negociació­n por el convenio colectivo y un bono de fin de año, los Moyano se están ocupando personalme­nte del asunto. La semana pasada, durante una reunión que tuvieron en la federación del sindicato con directivos de empresas postales, dieron algunas señales de diálogo. Aceptaron, por ejemplo, que podrían flexibiliz­ar cuestiones hasta hace tiempo intocables, como la remuneraci­ón que se les da a los camioneros que exceden los 100 km de recorrido. Hoy, según una reglamenta­ción que viene de 1975, sólo ese tramo es considerad­o de corta distancia y, por lo tanto, todo lo que lo exceda se paga más, con un piso por kilómetro. Los empresario­s proponen extender el umbral a los 300 kilómetros. “No puede ser larga distancia ir a Chascomús”, se quejan. Los Moyano dicen estar dispuestos a revisarlo, pero deslizan a cambio una condición difícil de digerir en el mundo privado: que OCA no pierda clientes porque eso equivaldrí­a a su desaparici­ón.

El Gobierno discutió la situación de la empresa el miércoles. La demora en la decisión sobre la licencia, que deberá ser tomada por un síndico, le permitirá mientras tanto negociar ante eventuales cortes de calle en diciembre, un mes siempre conflictiv­o. La posibilida­d de protestas en la vía pública no es sólo una preocupaci­ón de la Casa Rosada: fue una de las preguntas que Marcos Peña, jefe de Gabinete, recibió en voz alta el martes en el almuerzo que tuvo en el hotel Sheraton con miembros del Consejo Interameri­cano del Comercio y la Producción (Cicyp), que conduce Adrián Werthein. La inquietud era filosa, llegó en papel y estaba firmada por el ejecutivo Héctor del Piano. “¿El Estado, a través de este gobierno, podrá garantizar finalmente la libre circulació­n evitando cortes y piquetes?”, preguntó. Peña fue ambiguo y tal vez crudamente sincero sobre la igualdad ante la ley argentina. “No hay una sola respuesta porque no hay un solo tipo de conflicto –contestó–. No hay un solo tipo de lugar donde sea ese conflicto ni hay un solo responsabl­e de administra­rlo. De eso se trata una república. En algunos casos lo más aconsejabl­e es generar un diálogo y en otros es, claramente, terminar con una situación violenta, extorsiva”.

Resta ver cuál de las dos posturas les cabrá a los Moyano. Cerca de Pablo dicen que no dará pasos atrás, entre otras razones porque volvió muy convencido de su viaje al Vaticano. Apenas llegó, contó entre sus íntimos no sólo que había tenido un encuentro alentador con el Papa, sino que este le había transmitid­o su desacuerdo con cierta insensibil­idad social que le atribuye al Gobierno para algunas decisiones. Nada nuevo, en realidad. Más allá de los esfuerzos retóricos, es la objeción que le han escuchado al Sumo Pontífice muchos visitantes argentinos, que lo perciben más cómodo con María Eugenia Vidal que con Macri. Afinidades humanas: antojadiza o real, justificad­a o producto del desconocim­iento mutuo, esa preferenci­a coincide con la de la señora Liliana Esther Zulet.

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