LA NACION

CRÍTICA ESPECIALIZ­ADA VS. RESEÑISTAS DE LA WEB: ¿UNA PELEA SIN FUTURO?

Con la democratiz­ación de la Web, los fans de series, libros y películas se profesiona­lizan y buscan competir con la crítica especializ­ada, que todavía se resiste a verlos como pares

- Laura Marajofsky

De la mano de la democratiz­ación de la Web, el avance de los consumidor­es activos y una crisis de los medios tradiciona­les, la idea de crítica especializ­ada ha comenzado a perder su lustre. El auge de un crítico amateur cada vez más cultivado –y eficiente– a la hora de catalogar y reseñar consumos culturales, y la proliferac­ión de canales y plataforma­s elevan el nivel. Claro que no todos los contenidos son iguales, y el campo de interés o conocimien­to varía la complejida­d para emitir una crítica o reseña. Sin embargo, cuando se trata de cultura “consumible” (series, libros, films, juegos y cía.), como destaca una nota reciente de The New York Times, los fans se han vuelto más profesiona­les, dedicando cada vez más horas al desglose y análisis de sus productos predilecto­s. Mientras tanto el circuito de crítica tradiciona­l mira con sorna a estos nuevos “reseñistas”, y sitios híbridos como Rotten Tomatoes generan polémica.

Desde books tagrammers que recomienda­n libros –y que se han vuelto tal furor que son invitados a la Feria del Libro y contactado­s por editoriale­s– hasta reviewers de todo tipo en YouTube, los fans son altamente consumidos por otros fans, creando una especie de cacofonía en la que todos hablan de lo mismo, y que hace que los productos se vuelvan tendencia. Una especie de monstruo que se alimenta de sí mismo.

Si bien muchos de estos superfans o “reseñistas” comenzaron filmando con un celular en sus cuartos o subiendo videos en su canal de You Tube, hoy han evoluciona­do en algunos casos transformá­ndose en outlets con nombre propio como IGN (reseñas de videojuego­s) o Nerdist (un podcast sobre cultura pop). Otros han logrado sofisticar­se o monetizar sus videos, como los New Rockstars con más de 1 millón de suscriptor­es, que hacen los famosos videos de breakdown o recaps, en los que se analiza al dedillo y de forma didáctica qué sucede en una serie, película o tráiler.

“Sin duda, Internet se volvió crucial en nuestras vidas, y también en lo referente a la crítica de cine. Gracias a sitios, blogs, canales de video y redes sociales todos podemos expresar nuestro punto de vista sobre lo que sea. Se produjo una democratiz­ación que para mí es positiva. Los críticos, los grandes opinólogos ya no parecen residir en un Monte Olimpo; ahora todos podemos encontrar los medios para expresarno­s, y no me parece mal que esa expresión figure a la misma altura que la de los hasta hace poco inalcanzab­les”, explica Matías Orta, periodista y autor de Encerrados toda la noche: el cine de John Carpenter.

A su vez, Or ta habla sobre la naturaleza de estas nuevas huestes de “fans especializ­ados” y traza diferencia­s. “Varios de los fanáticos devenidos en críticos son más profesiona­les y, sobre todo, más humildes y educados que un buen número de los consagrado­s: tienen ganas de aprender, son responsabl­es, tienen iniciativa, tienen más códigos, y muchos unen fuerzas para nuevos proyectos. Hoy día se cree que los youtubers son clones de los exponentes más superficia­les, más chabacanos, pero también hay verdaderos especialis­tas, gente formada que comunica un contenido rico y didáctico. El mejor ejemplo es Nicolás Amelio Ortiz, de Zepfilms, un canal donde los usuarios pueden aprender sobre películas, géneros y realizació­n cinematogr­áfica, ya que Nicolás es director”.

En los últimos años apareciero­n sitios que se presentan como opciones híbridas y que promedian tanto la opinión de la crítica especializ­ada como de las audiencias, al estilo Rotten Tomatoes (con 14 millones de visitas mensuales) y Metacritic afuera, o para el caso Todas las Críticas (todaslascr­iticas.com.ar) acá.

Numerosas figuras de Hollywood –y ante el bajón en la taquilla y la sequía creativa– salieron a criticar a esta clase de sitios, apuntando los cañones a Rotten Tomatoes, entre ellos, Martin Scorsese, quien escribió sobre su creciente influencia en el público. Y si bien es cierto que al buscar en Google una de las primeras cosas que sale es el puntaje de una película en el sitio, hablar de “poder” en términos de moldeado de discusione­s, o para el caso elecciones de los espectador­es, parece un poco exagerado .“Partamos de que la importanci­a de una crítica de cine es escasa en lo que se refiere a estrenos. Sí puede cumplir un rol un poco más decisivo cuando se trata de films locales de medianos a chicos, que precisan de difusión (aun cuando la crítica no sea positiva). A una de Marvel, por ejemplo, no la afecta”, acota Orta.

La obsesión del puntaje

“Los buenos films no son para ser decodifica­dos, consumidos o instantáne­amente comprendid­os”, escribe Scorsese, quien se preocupa por la arbitrarie­dad o lo binario de un puntaje, perdiendo de vista que, para las audiencias modernas, este es más una herramient­a extra para ponderar las opciones que una voz definitiva en el asunto de la calidad de algo.

“El ascenso de los superfans se enmarca en lo que llamo «la cultura de la reseñitis»: la obsesión por calificar todo y las herramient­as digitales que lo hacen posible. Habilitado­s por la tecnología para opinar sobre todo, ¿por qué no habríamos de hacerlo? ¿Son necesarias estas herramient­as? A nivel servicio, la respuesta es sí. Ante la oferta cada vez más abundante de contenido para consumir, hace falta contar con un faro. En este sentido, Rotten Tomatoes y otras plataforma­s como Metacritic son valiosas para el usuario/espectador que precisa una guía para navegar este mar de películas, series, libros, videojuego­s, discos. Siempre y cuando entienda que el valor asignado a las obras nunca es absoluto. Así que más allá de que me parece lógico lo que algunos cineastas opinan de estas plata formas, me parece que atribuirle­s una carga negativa tan grande (‘¡están matando la crítica!’) es una exageració­n”, contextual­iza Luciano Banchero, periodista gráfico y radial y autor de Futuro Pop.

Es probable que el “Tomatómetr­o” u otros rankings en la Web no sean ideales para clasificar productos en los márgenes artísticos o editoriale­s, pero sí quizá para evaluar lo masivo, y en cualquier caso funciona igual que una crítica profesiona­l: depende de cómo se la usa y cuánta relevancia se le asigna. Por otro lado, lo que muchos críticos “oficiales”, incluido Scorsese, parecen perder de vista es que los nuevos códigos culturales, mal que les pese, hacen que hablar de arte sea hoy en muchos sentidos hablar de productos y de consumo. Algo que los fans, en tanto consumidor­es, están cada vez más habilitado­s para hacer.

Pero ¿entonces qué estamos discutiend­o? Tal vez se trate menos de la crítica y más de la competenci­a o la crisis que la industria del entretenim­iento, en este caso el cine, tiene que afrontar actualment­e para llevar gente a las salas, y que no depende sólo de una buena o mala crítica aunque así quieran creerlo. Pero si tuviera que ver con la crítica, ¿qué tienen para aportar los críticos a ambos lados del espectro? ¿Es posible pensar en nuevos híbridos? ¿El problema radica en las métricas o en el producto mismo y la baja calidad?

“El enfoque de distribuid­ores y directores en contra de Rotten radica en la necesidad de no haber fracasado comercialm­ente antes de lanzar sus films. Pero ¿acaso los test screenings no vendrían a ser algo similar a un RT de espectador­es previo al lanzamient­o? La crítica siempre va a encontrar su espacio de publicació­n y su público, al igual que las películas, las hay mejores y peores, profesiona­les, especializ­adas o no. El éxito de taquilla al igual que Rotten hoy es fast food, films o calificaci­ones que asimilamos sabiendo que existe un alimento mejor. Con el tiempo y la autoconcie­ncia aprendemos a saborear más un film y una crítica, proponiend­o el cambio de analizar en vez de calificar”, cierra José Luis de Lorenzo, docente, crítico y creador del sitio A Sala Llena.

Numerosas figuras de Hollywood salieron a criticar esta clase de sitios Hay una obsesión por calificar todo y las herramient­as digitales lo hacen posible

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Javier gonzalez burgos

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