LA NACION

“Estoy harta de ser la de la cara grasosa”

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O porque hace frío, o mucho calor. O porque hay demasiada humedad o el ambiente es muy seco. Lo cierto es que mi cara siempre brilla, y no porque yo sea una iluminada.

Al principio pensé que se trataba de algo pasajero, típico de la adolescenc­ia, luego de la juventud, pero no. A medida que fueron pasando los años y el problema persistía, tuve que aceptar que tendría el cutis graso toda la vida.

Cuando se me vuelve más evidente (e irremediab­le) es cuando me veo en las fotos. Si poso junto a otras personas, mi cara suele aparecer mucho más iluminada que la del resto, es como si el flash rebotara directo sobre mi frente o como si antes de salir de mi casa me hubiese pintado con una fina capa de barniz.

Pero confieso que mi mayor desgracia es cuando llega el verano y empieza la temporada de los protectore­s solares. Generalmen­te su textura es pesada, densa y son pocas las opciones para pieles con exceso de sebo. Cada vez hay más, es cierto, pero no suficiente­s. Probé usando aquellos que vienen en spray o con color y ninguno parece absorberse.

Muchas veces me dan ganas de pasarme alcohol en gel y sentir, aunque sean apenas unos instantes, toda esa frescura alrededor de la nariz, en la pera o entre los ojos. Me tiento, pero finalmente no lo hago porque sé que el después va a ser mucho peor.

Hace algunos años creí que había hallado la solución y me hice fan de limpiarme con jabón (los de glicerina eran mis preferidos), notaba que la piel quedaba más tirante, seca. Hasta que fui al dermatólog­o y, al contarle mi nuevo método, destrozó mi entusiasmo: me explicó que cualquier producto que reseque la piel hace que el cuerpo segregue más oleosidad de la que normalment­e produce, así que rápidament­e lo eliminé de mi rutina.

Ahora, cuando no hay nadie en casa y tengo la certeza de que voy a estar sola por algunas horas, me cubro la cara con alguna máscara de barro vegetal y la dejo actuar más tiempo de lo indicado. Me gusta sentir cómo el producto se va agrietando sobre mi piel. Y aunque después debería ponerme alguna crema hidrante, la verdad es que no siempre lo hago.

Estoy harta de ser siempre la de la cara grasosa pero ya me estoy haciendo la idea de que va a seguir siendo de esta manera, al menos, durante un tiempo más.

Algunos dicen que las personas con este tipo de cutis tienden a desarrolla­r muchas menos arrugas. Esa teoría me alivia, así que la defiendo con uñas y dientes. Es que en tal caso, yo estaría pagando por adelantado un beneficio futuro. Así que me consuelo pensando que el que ríe último, ríe mejor. Un buen negocio.

Mi cara suele verse más iluminada que la del resto, como si antes de salir de mi casa me hubiese pintado con una fina capa de barniz.

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