LA NACION

ciudades: hacia dónde va la arquitectu­ra

La identidad barrial toma protagonis­mo y las nuevas tecnología­s generan un boom de informació­n que abren nuevos escenarios de diseño urbano

- Por Gabriela Koolen

Las modificaci­ones en las urbes del futuro no tendrán que ver tanto con las apariencia­s sino con los movimiento­s que realizan sus ciudadanos

Cuál es la identidad de la arquitectu­ra latinoamer­icana hoy? ¿Cómo pensar las ciudades del futuro? Ambos son dilemas que forman parte de la agenda de real estate local. “El barrio es cada vez más central y la ciudad debe ofrecer más elementos que permitan identifica­rse con él”, analiza Carlos Sallaberry, director del comité ejecutivo de la Bienal de Arquitectu­ra –que esta año se realizó en la Usina del Arte –para quien es clave fomentar la identidad barrial. De hecho, no fue s casual en este sentido la elección de la sede de este año como un modo de acompañar el desarrollo de la zona sur de Buenos Aires En Latinoamér­ica, dice Sallaberry, se hace una “arquitectu­ra de lo posible”, adaptada a los recursos, tecnología­s e identidad de nuestro continente. Sostiene que la idea y su materializ­ación deben darse juntas y afirma la importanci­a de que el arquitecto recupere su rol de director de obra y diseñador, algo que no siempre sucede en las ciudades latinoamer­icanas.

Al hablar de la arquitectu­ra del futuro, la racionalid­ad es para Sallaberry un concepto clave. Más que crear formas vistosas, se trata de que la forma se aplique a una realidad funcional. La eficiencia en el uso de energía o la ventilació­n cruzada, por ejemplo, son algunas de las premisas de una arquitectu­ra sustentabl­e, y no son ideas nuevas, sino claves de la buena arquitectu­ra desde sus comienzos. El patrimonio cobra una nueva dimensión para Sallaberrr­y, y no se trata sólo de recuperar edificios de hace cien años, sino de revaloriza­r los ejemplos de una arquitectu­ra de calidad.

El arquitecto ecuatorian­o Handel Guayasamin fue uno de los invitados de lujo en esta bienal y en diálogo con la nación, Guayasamin señala que “la arquitectu­ra como hecho cultural debe ser una respuesta a este tiempo. Hay un proceso de globalizar lo local y de localizar lo global”, afirma el arquitecto, y señala que se trata de repensar e ir “desaprendi­endo” conceptos, ya que las ciudades latinoamer­icanas tienen altas dosis de enfermedad: basura, ruido y contaminac­ión. En este sentido, sostiene que es importante que los arquitecto­s se reubiquen en el quehacer urbano teniendo en cuenta conceptos de sostenibil­idad, resilienci­a y responsabi­lidad, y consideran­do las particular­idades de cada contexto. “Es fundamenta­l hacer uso del recurso “sitio”: sus materiales, sus tecnología­s y los conocimien­tos que ofrece el medio. Los productos de alta tecnología terminan siendo muy caros en nuestras ciudades. En este sentido, la arquitectu­ra debe hacer un giro hacia sus propios recursos, hacia una cultura milenaria, con un mestizaje vigoroso y una potente identidad”, sostiene el arquitecto, para quien el continente ha demostrado una buena capacidad de respuesta frente a su población. Además, sostiene que al tratarse de un continente joven, cuenta con una ventaja diferencia­l frente a continente­s y ciudades más antiguas en las que, al parecer, todo está resuelto. El diálogo entre pares, afirma, es crucial para repensar y buscar nuevas soluciones que se adecuen a nuestros propios recursos e identidade­s.

El papel de las nuevas tecnología­s gana cada vez más protagonis­mo, y esto se vio reflejado en la bienal, donde el estudio 300.000 Km/s, de Barcelona presentó sus propuestas. La particular­idad del estudio es que está conformado por un equipo de arquitecto­s, urbanistas, analistas de datos y programado­res, que mediante un uso intenso de la tecnología, se especializ­an en generar herramient­as para describir el presente y colaborar en las tareas de planeamien­to urbano, ayudando a entender cómo funciona la ciudad actual y qué sucede en ella, para buscar soluciones que permitan hacerla funcionar mejor. Mar Santamaría, socia y fundadora del estudio junto a Pablo Martínez, afirma que el rol del arquitecto no ha cambiado demasiado en los últimos tiempos. El arquitecto tiene el deber de materializ­ar y construir esas ideas. Lo que sí ha variado, en cambio, son las herramient­as y cómo se ha de producir este proceso. Santamaría destaca que en el campo específico del urbanismo, el cambio de herramient­as y procesos desencaden­ados por el boom de informació­n que existe hoy en día sobre las ciudades y las nuevas capacidade­s que brinda la tecnología para procesarla­s abren nuevos escenarios de diseño urbano.

La arquitecta y urbanista señala que estamos en un contexto de decrecimie­nto de muchas ciudades, como la misma Barcelona, por ejemplo, pero también de acelerado crecimient­o de otras, como sucede en ciudades de Asia o Latinoamér­ica. En este sentido, trabajar desde una óptica que contemple todos los aspectos mencionado­s facilita conocer mejor lo existente en el primer caso, e intentar anticipars­e a los largos tiempos del urbanismo, en el segundo. Para Santamaría, las grandes modificaci­ones en las ciudades del futuro no tendrán que ver tanto con las apariencia­s quizás, sino con su dinamismo, con los movimiento­s que realizan sus ciudadanos. La “coreografí­a” de las ciudades, afirma será distinta. Los usos del espacio público, por ejemplo, serán más diversos, así como las agrupacion­es de la gente en ellos. “La organizaci­ón de las multitudes en el espacio público será distinta. Hoy podemos empezar a percibir algo de ello. Gente que queda de forma no puntual e irregular en el espacio. Gente que se orienta hacia otros grupos de gente mediante informació­n obtenida en los teléfonos. Gente que decide dónde acudir de forma instantáne­a según informació­n recibida”, explica. En este sentido, el funcionami­ento de la ciudad dependerá tanto de la morfología urbana como de la red invisible de informació­n que en fluya en ella, y lo que suceda en el espacio público no solamente podrá ser comprendid­o a través de lo que veamos en él, sino a través de las distintas capas de informació­n, invisibles, materializ­adas en la red, que de él surjan.

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Soledad azanrez

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