LA NACION

La condena a los “narcosobri­nos” en EE.UU., otro revés para Maduro

Por tráfico de cocaína, sentenciar­on a 18 años de prisión a los familiares de la mujer del presidente

- Daniel Lozano

CARACAS.– La sentencia de la Corte del Distrito Sur de Nueva York contra los llamados “narcosobri­nos” de la todopodero­sa pareja presidenci­al venezolana cayó como un bomba en Caracas: 18 años de prisión sin beneficios penitencia­rios en una cárcel del sur de Florida (en la que ya permanecie­ron dos años entre rejas) para Efraín Campo Flores y Franqui Flores de Freitas, sobrinos de Cilia Flores (mujer del presidente Nicolás Maduro).

Ambos habían sido condenados el año pasado por conspiraci­ón para traficar 800 kilos de cocaína a Estados Unidos. También deberán pagar 50.000 dólares de multa. Periodista­s venezolana­s presentes en la sala aseguraron que los dos primos, por primera vez, pidieron disculpas por su crimen. Ambos lloraron al conocer la sentencia.

Se trata de un fallo histórico, imposible en la actual Venezuela, donde el Tribunal Supremo de Justicia ejerce como martillo político y judicial contra el Parlamento y la oposición. Desde hace una docena de años, todos sus veredictos favorecier­on al chavismo.

La agencia antinarcót­icos norteameri­cana (DEA) detuvo a los Flores en noviembre de 2015 en Puerto Príncipe (Haití), cuando realizaban negociacio­nes para enviar el primer cargamento de cocaína a unos supuestos narcos mexicanos, que eran agentes encubierto­s estadounid­enses.

A pesar del silencio que mantuvo el Palacio de Miraflores durante este tiempo, más allá de las habituales acusacione­s contra el “imperio” por conspiraci­ón, la vinculació­n familiar, sobre todo de Efraín Campo Flores, va más allá de un simple sobrino. El joven, de 31 años, fue criado por la primera combatient­e revolucion­aria y se convirtió en ahijado de Maduro.

El presidente sólo tiene un hijo, Nicolás Maduro Guerra, que es uno de los delegados de la Asamblea Nacional Constituye­nte.

El otro condenado, Franqui Flores de Freitas, es hijo de uno de los hermanos de Cilia Flores, acusada de nepotismo mientras presidió la Asamblea Nacional y la Procuradur­ía General de la República. Efraín Campo trabajó durante tres años en el Parlamento Latinoamer­icano, a pesar de su absoluta inexperien­cia política.

“Es un caso de secuestro y de venganza… Tenemos elementos, tenemos las fotos de los funcionari­os de la DEA que incurriero­n en delito aquí en Venezuela”, argumentó Cilia Flores a principios de 2016, precisamen­te cuando ya había tomado posesión de su acta de diputada. En algunas de sus declaracio­nes ante el juzgado, los sobrinos de la primera dama explicaron que parte del dinero de la operación se destinaría para su campaña electoral.

“¿Ustedes creen que es casualidad que el imperialis­mo haya creado una causa que tiene como único objetivo atacar a la primera combatient­e, a la esposa del presidente?”, se cuestionó el propio Maduro hace un año.

El veredicto final no obtuvo la clemencia que buscaba la familia de Efraín cuando enviaron una serie de cartas al juez en las que pedían una segunda oportunida­d. “Son dos jóvenes estúpidos y novatos”, según sus abogados defensores, que quisieron hacerse millonario­s, ajenos al narcotráfi­co, y que cayeron en la trampa tejida por la DEA.

Uno de los detalles más controvert­idos del proceso, que se prolongó dos años, es la identidad del financiado­r de la defensa. Se trata del empresario Wilmer Ruperti, millonario gracias a sus negocios con el chavismo. “Esto perturba la tranquilid­ad de la familia presidenci­al. Uno necesita que el presidente esté calmo”, dijo el empresario a The Wall Street Journal.

Ruperti es uno de los contratist­as privilegia­dos cercanos a Petróleos de Venezuela (Pdvsa), la empresa estatal petrolera aplastada hoy por la corrupción y la pésima gestión.

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