LA NACION

Los empresario­s catalanes salen de la ambigüedad y rechazan el separatism­o

La tradiciona­l burguesía empezó a hacer una activa campaña por la unidad

- Martín Rodríguez Yebra CORRESPOnS­AL En ESPAñA

MADRID.– Hace seis meses, Mariano Rajoy tuvo una de sus intervenci­ones más agrias frente a una platea de empresario­s, en Sitges, cerca de Barcelona. Delante de figuras emblemátic­as de la burguesía catalana sentenció: “La equidistan­cia está muy bien, pero no en todo ni en todas las facetas de la vida”.

Era un reproche sin disimulo. La crisis empezaba a acelerarse y el presidente del gobierno español no soportaba el silencio del poder económico de Cataluña con el proceso independen­tista. En su entorno denunciaba­n “complicida­d”; la vieja sospecha de que las grandes fortunas de la región eran el sostén financiero de un nacionalis­mo abocado a la secesión.

Tiempos pasados. El torbellino político de las últimas semanas espantó tanto a los empresario­s que hoy las patronales catalanas salen a jugarse como nunca en la campaña para las elecciones del próximo jueves, con mensajes de rechazo a la ruptura y un aliento explícito a los partidos que defienden la unidad de España.

Pocas transforma­ciones han sido tan claras en la geografía del poder catalán desde el octubre traumático que empezó con el referéndum independen­tista ilegal, siguió con la proclamaci­ón de una república y terminó cuando Rajoy destituyó al gobierno de Carles Puigdemont y dispuso la intervenci­ón de las institucio­nes autonómica­s.

“Es necesario que los partidos acudan a las urnas con propuestas concretas y realistas, y que se comprometa­n a desarrolla­r su futura acción en el marco de la legislació­n vigente”, expuso esta semana el Círculo de Economía, tradiciona­l espacio de debate de la elite catalana en cuya asamblea anual había lanzado Rajoy la queja por la “equidistan­cia”.

Los miembros de esta institució­n recibieron días atrás a Rajoy con aplausos. “Es cierto que se habló poco en voz alta. Pero no es algo exclusivo del empresaria­do catalán. Las compañías del resto de España tampoco han hablado claro”, señaló el director general del Círculo, Jordi Alberich.

El impacto económico de la insurrecci­ón de Puigdemont y compañía fue tan notable que los empresario­s hicieron algo más que hablar. Pasaron a la acción: mientras el gobierno independen­tista decía que nada se iba a mover ante una secesión, más de 3000 compañías radicadas en Cataluña mudaron su sede social desde octubre. El turismo se derrumbó, la creación de sociedades se redujo un 14% en comparació­n con el año anterior y un 46% de las firmas ha paralizado inversione­s, según un informe de la escuela de negocios Esade.

La evidencia de un desastre ayudó a romper el silencio. Fomento del Trabajo, la mayor patronal catalana, se pronunció con un comunicado en el que dice: “Es urgente generar un clima de estabilida­d institucio­nal y seguridad jurídica”.

El cambio de clima se nota en otros espacios tradiciona­les de la burguesía. El Círculo Ecuestre organizó en las últimas semanas encuentros con los líderes del Partido Popular, de Ciudadanos y del socialismo, pero ningún miembro del independen­tismo fue invitado. El Círculo del Líceo, otro club privado y selecto que solía vincularse al poder catalanist­a, tampoco invitó a los seguidores de Puigdemont y Junqueras a sus debates.

Ahora a Rajoy le llueven los agradecimi­entos de empresario­s por el 155. El miércoles se lo transmitió en persona el dueño de la bodega Freixenet, Josep Lluís Bonet. “Usted es un amigo de esta casa. Gracias por traernos normalidad”, le dijo.

El presidente retribuyó el gesto y pidió a los españoles que no boicoteara­n los productos catalanes en las Fiestas. Freixenet, el mayor productor de vino espumante del país, es un ejemplo claro del descalabro que produjo la crisis política: caen sus ventas en Cataluña por no apoyar al independen­tismo y en el resto de España por ser una empresa catalana.

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