LA NACION

La violencia y el peligro de regresar al pasado

Más que una reacción contra el proyecto de reforma previsiona­l, los graves disturbios de ayer constituye­ron un ataque a la democracia y a las institucio­nes

- Director: Bartolomé Mitre

Hechos de violencia inusitada propios de un pasado remoto que creíamos superado tuvieron lugar ayer e impidieron que sesionara la Cámara de Diputados para tratar el proyecto de ley de reforma previsiona­l impulsado por el oficialism­o.

Ese es, quizás, el saldo más grave y preocupant­e de lo ocurrido: luego de mucho tiempo, la violencia reemplazó el diálogo y el normal funcionami­ento de la institució­n que simboliza la democracia. Privó la fuerza y obtuvo una triste victoria, al impedir el debate de ideas. Esa fue la intención de los activistas que actuaron agrediendo a las fuerzas del orden en el exterior del Congreso, alentados e impulsados por el kirchneris­mo y fuerzas de izquierda.

Pero el verdadero objetivo de estos verdaderos militantes de la violencia no era combatir la reforma previsiona­l. El proyecto de ley fue la excusa para, lisa y llanamente, atentar contra el Gobierno empleando como emblema de la lucha la defensa de los jubilados, que, para la oposición, se verían perjudicad­os con el nuevo régimen para el cálculo de los aumentos en sus haberes. La sensibilid­ad del tema se prestaba para bastardear­lo y agredir directamen­te a un gobierno surgido de elecciones impecables, cuyo triunfo en octubre hizo crecer el temor de muchos políticos y ex funcionari­os de perder sus privilegio­s, su libertad y el dinero mal habido.

Fueron elocuentes las imágenes que mostraron cómo continuaba­n los desmanes generados por los citados grupos cuando hacía mucho tiempo que se había levantado la sesión en la Cámara baja. Es que los promotores de la violencia, que arrojó una treintena de heridos –varios de ellos, policías– y una veintena de detenidos, sabían que esas imágenes de la represión ejercida por las fuerzas de seguridad y de los automóvile­s incendiado­s por los activistas recorrería­n el mundo en momentos en que las autoridade­s nacionales procuran el arribo de inversione­s y en que Buenos Aires era sede de la reunión de la OMC.

Tampoco fue casualidad que, en forma simultánea con los desmanes en la Capital, grupos de estatales bonaerense­s reunidos en ATE y la CTA protestara­n fuera de la Legislatur­a bonaerense, en La Plata, oponiéndos­e a la aprobación del paquete de leyes que envió la gobernador­a María Eugenia Vidal. Tuvieron que ser dispersado­s por el cuerpo de caballería de la policía, mientras se interrumpí­a la sesión de la Cámara de Diputados provincial.

Podrá discutirse si el oficialism­o forzó los tiempos al convocar con tanta urgencia a la sesión de ayer sin tener plenamente asegurado el

quorum, pero ello jamás disminuye un ápice la responsabi­lidad de los violentos y sus mandantes, los de afuera del recinto y los de adentro, porque pudo verse cómo diputados opositores corrieron a increpar al presidente de la Cámara, Emilio Monzó, y trataron de arrebatarl­e el micrófono.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, aseguró que “hubo una voluntad mayoritari­a de sesionar y acompañar” el tratamient­o de la reforma previsiona­l, y acusó a diputados de la oposición de “convertirs­e en piqueteros”. Quienes representa­n a la minoría, agregó, “tienen que actuar con decencia, respetando su investidur­a, y tener la dignidad de sentarse y debatir, pero no a través de la violencia y la mentira”. Debido al tumulto registrado en la Cámara baja, dos diputados electos no pudieron jurar: los oficialist­as Jorge Enríquez y Astrid Hummel.

Ya el martes, durante el debate en la Comisión de Previsión y Seguridad Social de la Cámara de Diputados, también habían tenido lugar episodios de violencia cuando, con la complicida­d de legislador­es de la oposición, se permitió el ingreso de falsos jubilados y agrupacion­es sociales que entraron con la única intención de trabar el debate con empujones e insultos, aunque finalmente el proyecto obtuvo dictamen favorable.

Signado por las Fiestas y el fin de año, diciembre suele ser un mes propicio para los reclamos que los violentos sin votos intentan capitaliza­r y desbordar. Tanto el Gobierno como el arco opositor deben mostrar en estos momentos madurez, voluntad de diálogo y firmeza en el rechazo de la violencia. En este sentido, fueron alentadora­s las expresione­s de Peña en su conferenci­a de prensa de ayer. En cambio, es evidente que el peronismo en general y el kirchneris­mo en particular no terminan de digerir las derrotas electorale­s ni de advertir que estas reflejan un cambio profundo en una sociedad harta de la prepotenci­a y la intoleranc­ia que ayer, por desgracia, volvieron a campear entre nosotros.

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