LA NACION

Deslucida reunión de la OMC

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Buenos Aires fue la paciente anfitriona de la undécima conferenci­a ministeria­l de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC). Quienes circularon por sus calles padecieron las fuertes e incómodas restriccio­nes al tránsito de vehículos y peatones como consecuenc­ia del riguroso operativo de seguridad desplegado por las autoridade­s.

Al abrir la conferenci­a, el presidente Macri pronunció un discurso de tono moderado. Lo hizo ante 164 delegacion­es. Abogó claramente por el multilater­alismo y criticó, aunque sin estridenci­as ni sobreactua­ciones, el proteccion­ismo. Lo hizo plenamente consciente de que los Estados Unidos, cambiando negativame­nte el rumbo tradiciona­l de su política comercial, ahora bajo la administra­ción de Donald Trump, rechazan la apertura de los mercados y el librecambi­o en general.

Durante esa conferenci­a, como se esperaba, el experiment­ado representa­nte norteameri­cano, Robert Lighthizer, condenó sin atenuantes al sistema de solución de controvers­ias de la OMC actual y las manipulaci­ones a las que, a su juicio, se presta.

En un interesant­e contrapunt­o, el representa­nte de China –en un evidente cambio de roles– abogó por la defensa de la libertad de comercio en el orden mundial y en la propia conferenci­a. En ello fue acompañado, no sin una cuota de hipocresía, por la vocera de la Unión Europea –campeona del proteccion­ismo agrícola–, Cecilia Malmstrom.

En lo que, en cambio, fue un logro, el presidente Macri pudo destacar ante los concurrent­es una reciente declaració­n conjunta de los cuatro socios del Mercosur, que definió, con razón, al multilater­alismo como “la mejor respuesta para aprovechar las oportunida­des y afrontar los desafíos del comercio internacio­nal”. Representa todo un pronunciam­iento. Macri ha sido uno de los principale­s responsabl­es de haber producido esa declaració­n conjunta del mercado regional, lo que debe ser reconocido.

Nuestro país aprovechó la ocasión para insistir en la necesidad de eliminar los subsidios al agro y a la pesca, que mantienen los países industrial­izados y dañan enormement­e a naciones como la nuestra. Además impulsó la inclusión de cuestiones que tienen que ver con las pymes en la agenda de la organizaci­ón.

En momentos en los que la OMC parece haber perdido buena parte de la relevancia mundial que alguna vez tuvo, la conferenci­a de Buenos Aires, como se anticipaba, no pudo aportar demasiado en dirección a recuperarl­a.

No hubo consensos significat­ivos ni avances conjuntos que destacar. Ni siquiera en materia de comercio electrónic­o, como algunos esperaban. La propia reunión empresaria paralela a la de la OMC tuvo una concurrenc­ia poco significat­iva y se transformó en una segunda decepción.

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