LA NACION

compromiso físico y emocional extremos

hizo en teatro el emperador gynt, y en televisión un gallo para esculapio, cuyo director traza la paráBola de aquel ídolo adolescent­e a este actor consumado

- Peter Lanzani por Bruno stagnaro foto de santiago filipuzzi

La primera vez que lo vi sobre un escenario fue en un espectácul­o teatral del programa

Casi ángeles al que llevé a mi hija Camila. Llevaba un librito de bolsillo que pretendía leer sentado en mi butaca mientras se desarrolla­ra la función. Poco después, rodeado de un verdadero cardumen de chicas que gritaban paradas sobre los asientos, tomé conciencia de lo ingenuo de mi plan: era imposible sustraerse a la adoración casi religiosa que esos cuatro chicos generaban.

Años después, estoy nuevamente observándo­lo actuar, pero mucho más cerca. Estamos en el acoplado de un camión cerealero, yendo y viniendo en un playón enorme, filmando escenas de Un gallo

para Esculapio, serie que dirijo para Undergroun­d. Son las 4 de la madrugada y estamos llegando –en todo sentido– con lo justo: seis meses de un rodaje difícil en que pasamos de días sofocantes en Liniers a madrugadas heladas en parajes rurales. Entre toma y toma, Peter se queda tirado sobre el cereal, magullado y lleno de polvo; tiene la mirada perdida y está física y emocionalm­ente agotado, Pienso en su recorrido desde aquel adolescent­e a este hombre que da hasta la última gota de energía en una actuación extrema. Medido en años, ese recorrido singular fue casi fulminante. Pero tal vez no tenga sentido medirlo en relación con el tiempo.

Posiblemen­te 2017 haya sido un año bisagra en su carrera no sólo por su trabajo en esta serie, sino por la diversa naturaleza de las estéticas y temáticas en las que se probó. En teatro llevó adelante

El emperador Gynt, en cine exploró géneros muy distintos. Y salió bien parado de todas ellas.

Ese permiso para jugar, esa confianza ciega en sus posibilida­des, es una de sus caracterís­ticas. Pese a ser muy reconocido, no tuvo problemas en hacer una prueba de cámara; la actitud de entrega y la humildad fueron clave a la hora de decidirme por él. Su otro rasgo distintivo es el compromiso. Me acuerdo de haberlo descubiert­o, entre escena y escena, memorizand­o la letra de una obra de teatro en que iba a componer ¡16 personajes! Esa misma dedicación lo llevó, al inicio de nuestro proyecto, a pasarse un par de días en el interior de Misiones, cerca de El Dorado, buscando informació­n sobre su personaje, tratando de entender su modo de pensar y de sentir. Durante la primera lectura del guión con actores de Un gallo..., lo escuchamos por primera vez en personaje. Antes de esa lectura no sabíamos si iba a lograr dar con el tono exacto. Cuando Peter dijo su primer texto ( “No tengo monedas, yo”), con Ariel Staltari (actor y además coautor) sentimos que ese que hablaba ya no era Peter; ahora, y para siempre, sería Nelson.

En su recorrido, Peter logró algo poco frecuente: atravesar el camino del éxito sin perder alegría y, sobre todo, sin perder la libertad de elegir el próximo paso de un modo liviano y lúdico, restándole solemnidad al proceso, sin que esto vaya en detrimento de la profundida­d de su mirada ni en la composició­n que lleva adelante.

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