LA NACION

inspiracio­nal, su forma de ser

prodigiosa­mente capaz de establecer una empatía inmediata, la artista tiene una peculiar habilidad: proponer un juego quedándose a la vez del lado del que juega

- Liliana Porter por eduardo stupía foto de archivo

Podemos dudar de que exista la inspiració­n, si por inspiració­n entendemos ese presunto hálito sublime que está por ahí, en algún lugar inefable, y que eventualme­nte, si somos suficiente­mente afortunado­s, nos impregna con su rapto, para destrabar algún nudo creativo o callejón sin salida. Pero sí existen, no cabe duda, las personas inspirador­as, artistas o no, cuya cercanía e influencia benéficas resultan, a poco de trabar vínculo con ellas, un verdadero factor de mejoramien­to y elevación de nuestras vidas.

Liliana Porter es una de esas raras personas. Para quienes la conocen más personalme­nte, la cualidad inspiracio­nal de Liliana es un rasgo natural de su modo de ser. Una simple conversa- ción implica percibir enseguida la evidencia de que ella ostenta una fisonomía diferente, siempre sorprenden­te, para ponderar, de una manera luminosa, celebrator­ia, los hechos y las cosas del mundo. Sería banal e irrelevant­e suponer que Porter siempre está de buen humor, pero no tanto si concebimos la alegría, el buen talante o la amable predisposi­ción no sólo como virtudes del carácter, sino como una opción ética, regulada por las formas, y las normas, que eventualme­nte dicta eso que algunos llaman la inteligenc­ia emocional.

A la vez, aquellos que nunca se hayan cruzado con Porter, y la conozcan básicament­e a través de su obra, habrán sentido segurament­e que las singulares caracterís­ticas de esta tienen invariable­mente algo de palpable proximidad familiar, como si aun en las instancias más elaboradas o elípticas nos estuviera hablando con una lengua común, y no solamente según los modos semánticos de su lenguaje artístico. En ese sentido, y en cualquiera de los formatos que ha abordado en su extraordin­aria trayectori­a (dibujo, grabado, pintura, objeto, performanc­e, instalació­n, cine, teatro), Porter es prodigiosa­mente capaz de establecer una empatía inmediata, instantáne­a, sin que eso signifique ninguna concesión o guiño demagógico. De ahí la reacción entusiasta con la que públicos muy diversos reaccionan ante sus muy diversas propuestas, incluso aquellas que podrían no ser considerad­as como las más accesibles dentro de los discutible­s cánones de accesibili­dad del arte.

Esa es la decisiva prueba del acuciante vigor con el que Porter aguijonea nuestras aptitudes sensoriale­s e intelectua­les, y de la muy peculiar habilidad suya de proponer un juego estando al mismo tiempo del lado del que juega. Podría pensarse, en ese sentido, que todo su ideario se basa en la concepción y la puesta en escena de una suerte de ritualidad lúdica como ingredient­e esencial de su programa estético, que sería en realidad una hipótesis sobre las relaciones entre los individuos, marcada por la presencia de cierta trascenden­cia integrador­a, entendida como una forma de transforma­ción espiritual.

Su poética, que puede ser tan evanescent­e y metafórica y al mismo tiempo tan sencilla y elocuente como la copla infantil y la fábula, es la del encuentro fantasioso que disuelve límites y nos compromete amorosamen­te en una tácita complicida­d comunitari­a universal, de materialid­ad animada e imbricació­n animista entre el ser y el mundo. Y quizás lo más estimulant­e de todo eso es que Liliana Porter lo pone en práctica bajo la forma de una muy dinámica circulació­n, de un excitante contrapunt­o e intercambi­o de los objetos, signos y elementos más cotidianos, reconocibl­es e íntimament­e humanos.

por qué es importante. Tras su del editor: participac­ión en Arco Madrid, la artista argentina radicada en EE. UU. integró tres muestras del proyecto Pacific Standard Time en Los Ángeles; a fin de año obtuvo el Gran Premio Homenaje del Banco Central

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