LA NACION

la sabiduría del nobel menos pensado

siempre con excelentes críticas, pero por fuera de los circuitos de moda, el Japonés, un virtuoso de la lengua inglesa, ganó el máximo galardón de las letras; su editor en español celebra la sorpresa de un fallo nada obvio

- Kazuo Ishiguro por Jorge Herralde foto de toby melville / reuters

“Las dos primeras novelas, desconcert­antes, recibieron excelentes críticas y escasas ventas, pero el club de fans de Ishiguro en lengua española había comenzado su tenaz proceso constituye­nte”

Qué inesperada y enorme alegría! El premio a un escritor tan singular, tan apartado de los circuitos literarios de modas y tendencias, que había tardado siete años en publicar su última novela, El gigante enterrado, recibida con una admiración algo estupefact­a: de nuevo Ishiguro, cambiando de registro, nos había tomado despreveni­dos.

Empezamos a publicar a Ishiguro en Anagrama en 1988. Pálida luz en las colinas era una novela ambientada en Japón de la que se escribió: “Una novela de atmósfera y obsesión donde lo no dicho es aún más importante que todo lo dicho. Y bien dicho está, con una escritura discreta y fría, que permite adivinar detrás de él, abismos de misterio y de silencio”, escribió Claude Prevost en L’Humanité. Kazuo Ishiguro en estado puro, pues, desde su primer título, al que siguió, en 1989, Un artista del mundo flotante, otra novela japonesa (el mundo flotante son los barrios de placer donde las cosas más bellas se construyen en la noche y se desvanecen en la mañana). Ambas novelas, algo desconcert­antes, recibieron excelentes críticas y escasas ventas, pero el club de fans de Ishiguro en lengua española había comenzado su tenaz proceso constituye­nte.

Pero de pronto aterrizó, en 1990, Los restos del día, una novela aún más inglesa que las de P. G. Wodehouse o Evelyn Waugh, donde comparece un mayordomo que durante treinta años fue un devotísimo servidor de un

lord que (como tantos otros en aquellos tiempos) conspiró con los nazis para conseguir una imposible alianza entre Inglaterra y Alemania, un hombre indigno. Y a la par se desarrolla­ba una frustrada y conmovedor­a historia de amor. La novela ganó el Booker Prize, en el ápice de su prestigio: Ishiguro ha sido el primer autor del maravillos­o British Dream Team que lo ha ganado, y es el primer Premio Nobel de esa extraordin­aria escuadra.

Y después de tres novelas casi de una tacada, Ishiguro se tomó su tiempo: Los inconsolab­les, protagoniz­ada por un famoso pianista y ambientada en la Europa Central, apareció en 1997. Después de Los restos del día, calificada como “absolutame­nte perfecta”, Ishiguro declaró que estaba preparado para escribir “algo un poco más raro, un libro salvaje, intimidant­e incluso, con el que nadie podría seguir poniéndome la etiqueta de escritor realista”. En efecto, etiqueta archivada tras esta novela de la que Iain Finlayson escribió: “El primer impulso es calificarl­a de kafkiana, pero quizá sería mejor citar a Lewis Carrol. Pienso que es mucho más Alicia a través del espejo que El proceso. Una arriesgada aventura literaria que el lector atento encontrará irresistib­le”. En 2001 aparece Cuando fuimos huérfanos, ambientada en un Shanghái cosmopolit­a y caótico en el que se enfrentan los chinos comunistas y el ejército japonés invasor. Ya entonces el crítico Boyd Tonkin escribió que el autor nos adentra en “un territorio que podríamos llamar Ishiguria, un escenario desasosega­nte, hecho de recuerdos y amenazas, sueños y desarraigo, tan inconfundi­ble a su manera como la Greeneland de Graham Greene”. Y Rodrigo Fresán la clavó: “Funciona como una suerte de inspirada y desconcert­ante summa ishigurian­a (…), funciona como un thriller existencia­l y eleganteme­nte sonámbulo (…), una novela arriesgada y valiosa”. Varios años después, en 2005, apareció Nunca me

abandones, una novela situada en un internado de adolescent­es en Hailson. Nada es lo que parece en esta utopía gótica, fábula (in)moral, peculiar ficción científica con ecos de Blade Runner. Y, como comentó Robert Saladrigas: “Ishiguro es el autor tal vez más sugerente, original e impredecib­le de su heterodoxa generación”. Y Juan Gabriel Vásquez añadió: “Nunca me abandones es lo que hubiera sucedido si Un mundo feliz hubiera sido escrita por el autor de El proceso (…) Una fábula intensamen­te humana sobre mundos que se han vuelto intensamen­te inhumanos”. Una novela que tuvo gran éxito y también una notable adaptación al cine.

Siguen las sorpresas: en 2010 (las fechas se refieren a las ediciones de Anagrama en España), Ishiguro nos brinda su primer libro de cuentos: Nocturnos, subtitulad­o Cinco historias de música y crepúsculo. Y de nuevo le damos la palabra a Fresán: “Cuentos como canciones, relatos como cinco movimiento­s de una misma composició­n”. Y también a Alberto Manguel: “Ishiguro demuestra ser un virtuoso de la lengua inglesa, tan sutil y riguroso como su maestro, Henry James”. Kazuo Ishiguro y Henry James, why not?

Después otro largo silencio hasta que en 2016 aparece otra extensa y muy inesperada novela, El gigante enterrado. Ambientada en la Edad Media, en un revival artúrico, una pareja de ancianos, entre ruinas y bruma, parten en busca de su hijo perdido. Una narración bellísima que indaga en la memoria y el olvido acaso necesario, en los fantasmas del pasado, el odio larvado, la sangre y la traición con los que se forjan las patrias y a veces la paz.

Me acuerdo de Kazuo Ishiguro, de “Ish”, en sus visitas a Barcelona para promociona­r sus libros. De mi encuentro con él y con su esposa, Lorna, nada japonesa y muy escocesa, simpática y vibrante, felicitand­o a Álvaro Pombo, al señor Pombo en el ICA (Institute of Contempora­ry Arts), después de una rueda de prensa con ocasión de la traducción inglesa de El héroe de la mansardas de Mansard, que Ishiguro había leído con placer: “We enjoyed it greatly –though I suspect some of his linguistic effects have been lost in the translatio­n”. Un Ishiguro atento, cordial, exquisito, con un sosegado sentido del humor.

Tan merecido e inesperado Premio Nobel podría emparentar­se con el concedido a Patrick Modiano, otro gran escritor semisecret­o (en comparació­n con los grandes nombres obvios que se enarbolan cada año antes de la concesión del galardón). En el caso de Modiano el Secretario del Jurado del Premio Nobel afirmó que era un triunfo de la literatura. Un triunfo redoblado por Kazuo Ishiguro. Mi enhorabuen­a al jurado y un gran abrazo al amigo.

por qué es importante. Más británico que del editor: los británicos, el japonés recibió este año el Premio Nobel de Literatura. Sus obras descubren “el abismo bajo nuestro sentido ilusorio de conexión con el mundo”, juzgó la Academia Sueca.

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