LA NACION

criatura picaresca fuera del set

como en un cuadro por cuadro, la directora de cine logra transmitir esa conjugació­n de inteligenc­ia, frescura e irreverenc­ia que define hoy a la actriz

- Sofía Gala por anahí Berneri foto de ander gillenea/afp

Si tuviera necesidad me ganaría la vida como puta –no hay cámaras y pasaron cinco minutos de mi primer encuentro con Sofía Gala Castiglion­e–. Pero no lo voy a decir más porque mis amigos me dicen que está mal –me promete–. Igual, yo no sé...”, prosigue. Yo tampoco sé, me sincero. Y ella me regala una de sus carcajadas por primera vez. Me cuesta seguirla, intento hablar rápido, como ella, quiero parecer igual de inteligent­e, espontánea, fresca, irreverent­e. Sofía es un personaje picaresco, pienso... como Alanís.

Sábado de ensayo. Dante me hace ojitos con su año y medio de pura estirpe seductora. “Se me está yendo la mujer que cuida a los chicos, si sabés de alguien, necesito ayuda...”. Sofía trabaja en dos obras de teatro, filma otra película y, esa noche, pone música en un bar al que me invita. Trajo zapatos de su mamá para construir el personaje. Son altísimos, es una nena grande que camina con su “muñeco” a upa por mi oficina y tengo miedo de que se quiebre esas piernas infinitas y llenas de moretones. “Mira lo que hacemos”, me dice. Está sentada en el suelo, se levanta la remera y llama a su hijo: “¿Dante, querés teta?” Y Dante llega dando pasos torpes y se prende a su pezón. Le pregunto: “¿Pueden repetirlo en el rodaje, me dejás mostrar tus moretones, tu piel blanca sin maquillaje, tu papada, tu cuerpo bellamente real..., por favor”. Me mira y vuelve a largar una carcajada. Me siento un vampiro: les quiero chupar la sangre a ella y a su crío. “Para mí en el cine no existe la composició­n”, intento sonar como directora y ella me clava la mirada como pocas veces lo hace. “Yo necesito sentir, no me sale mentir frente a la cámara”, responde.

Acción: Sofía tiene seis marcas con números pegados en el piso del set. La escena es una especie de carrera de postas, su cuerpo debe transforma­r el encuadre con movimiento­s milimétric­os. En la escena está Dante, el texto es largo, la acción violenta y hay otros cinco actores. No estoy segura de si me escuchó mientras yo le daba indicacion­es y ella le mandaba un WhatsApp a Julián con indicacion­es precisas para el almuerzo de Elena. Íntimament­e espero que todo falle, pero la cámara se enciende y Sofía no cambia ni una coma del diálogo, se emociona, moquea, tironea con un actor vestido de policía, grita con Dante en brazos y se lo vuelve a prender al pecho. Antes de que pida corte Sofía le canta el arroró a su hijo con una ternura que derrite el lente, el espacio se llena de humo y sale corriendo a apagar un incendio. Parece hacer todo sin esfuerzo, sólo le preocupa que Dante no corra peligro cuando lo deje en el suelo. Me pregunto en cuántas partes tiene subdividid­o el cerebro esta mujer. Corto y corro a abrazarla, quiero agradecerl­e tanta entrega, pero sé que no juega para mí, ni para la película, ni para el espectador; ella juega su propio juego artístico.

Teatro Kursaal, están por proyectar nuestra película, Alanís. Nos sentaron a las dos en un tercer piso y siento vértigo. “Sofía, cómo se te ocurre ver la película por primera vez con otras mil ochocienta­s personas, estás loca. Huyo, te dejo con Javi”, guionista y cómplice de la aventura. Me llevo a Dante; hay que ser adulto para quedarse en la sala y nosotros no lo somos. Subo las escaleras en la penumbra, espiándola, queriendo leerle la mente. La veo preparada para una película de terror, agarrada del brazo de mi amigo y tapándose la cara. Pero lo que sigue no da miedo. Hay sólo aplausos, risas y cariño para ella cuando las luces se encienden.

Costa ibérica. Le agradezco al mar el llamado que estoy haciendo. Sofía acaba de postear una foto del concierto de los Rolling en Barcelona. Me atiende desde un local de H&M. Casi no puedo articular mis palabras “Sofi, ganaste mejor actriz, tenemos que volver al festival”, le digo. “Pará, no me jodas”, me contesta. En serio, sos Concha de Plata. “Julián, teneme la ropa que se me cae el nene. ¡Te amo, amiga!”, la escucho gritar. “Yo también te amo, Sofí”.

por qué es importante. En una noche del editor: histórica para el cine argentino, la directora Anahí Berneri y la actriz Sofía Gala ganaron en el Festival de Cine de San Sebastián.

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