LA NACION

poeta de lo pequeño y lo monumental

el director del bellas artes alumbra las fortalezas de la obra de la argentina que nos representó en venecia y también su forma de producción desde los bordes

- Claudia Fontes por andrés duprat foto de prensa cancillerí­a

Conozco a Claudia Fontes desde hace dos décadas. En esos años, yo dirigía el Museo de Arte Contemporá­neo de Bahía Blanca y ella, a la par de su obra plástica, comenzaba a desarrolla­r una red de artistasge­stores por todo el país denominada Trama, un programa de colaboraci­ones entre artistas que articulaba múltiples iniciativa­s locales colocándol­as en diálogo federal. En simultáneo, participó activament­e en RAIN, una red Sur-Sur, que vinculaba proyectos de artistas y colectivos artísticos argentinos con pares de Asia, África y América Latina. Tras esas experienci­as, colaboró asiduament­e con organizaci­ones holandesas en la evaluación de proyectos de creadores que residían en países centroamer­icanos y de África central.

Este vínculo entre ámbitos dispares ha ejercido una fuerte influencia en la renovación constante de su obra. Hecho reconocibl­e en los múltiples niveles de lectura que propone, al romper con la autorrefer­encialidad y los tópicos heredados, e incitar a releer el arte con audacia e imaginació­n.

Su trabajo desde los bordes de las prácticas artísticas le ha dado un ángulo original que la exime de la pretensión de congraciar­se con el sistema establecid­o del arte contemporá­neo.

En su búsqueda ha combinado estupendam­ente el pequeño formato, en obras realizadas en porcelana dotadas de una poética intimista, con grandes y esforzadas produccion­es a través de las que narra episodios históricos en clave alegórica. La creación de una mitología personal, de gran originalid­ad, surge de allí. Sus trabajos más emblemátic­os son, sin duda,

Reconstruc­ción del retrato de Pablo Miguez, una escultura a tamaño natural de un adolescent­e desapareci­do durante la última dictadura militar instalada a flor de agua en el Río de la Plata, verdadero ícono del recorrido del Parque de la Memoria de la Ciudad de Buenos Aires; y la reciente obra presentada en la Bienal de Venecia,

El problema del caballo. Como curador del envío argentino a esa bienal, tuve la oportunida­d de asistir a todo el proceso creativo de la artista, desde el proyecto presentado ante el comité de selección hasta cada etapa de la concreción de una obra tan potente y directa en su morfología como compleja en sus postulados y lecturas. La instalació­n El problema del caballo propone un enigma en forma elusiva, que la transforma en extremo polisémica, efecto redoblado por su magnitud, la elección de los materiales y las peculiarid­ades del sitio de emplazamie­nto.

Gracias a la experienci­a veneciana comprendí que Claudia reúne una doble virtud: a su talento y sensibilid­ad artística, suma una gran capacidad de concepción y organizaci­ón de sus produccion­es.

Tanto en las obras monumental­es como en las más delicadas e intimistas, logra construir un lenguaje personal en permanente mutación, nunca estandariz­ado, que anida en algún núcleo de la tragedia contemporá­nea, cuya materia amasa sin cesar.

Aunque hace tiempo que no vive en el país, nunca dejó de observar la realidad argentina. Su trayectori­a muestra una preocupaci­ón inquebrant­able por pensar los dilemas del mundo actual, las vidas y experienci­as de los dañados, de las víctimas, de los sufrientes, con una mirada lúcida y sensible que la vuelve una artista indispensa­ble. por qué es importante. Radicada en del editor: Inglaterra, su instalació­n El problema del caballo representó a la Argentina en la Bienal de Arte de Venecia y se consagró ante el público y la crítica.

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