LA NACION

EL MATEMÁTICO DE LA SONRISA EXACTA

la pasión y calidez con la que el joven de 17 años que ganó un oro olímpico se mueve en la vida subyacen en este perfil escrito a dos manos y con muchas voces

- Ian Fleschler por alicia dickenstei­n

Imaginen un chico apasionado por la matemática. Puede sonar rara la palabra pasión en este contexto, ¡pero no lo es! Imaginen ahora un chico cariñoso, agradecido, con muchos amigos, con una sonrisa preciosa. Tal vez muchos de ustedes pensaron dos chicos muy distintos. Ahora busquen un video con una entrevista a Ian Fleschler, el chico argentino de 17 años que ganó una Medalla de Oro en la edición 2017 de la Olimpíada Internacio­nal de Matemática (IMO) en Río de Janeiro y lograrán integrar las dos imágenes.

Ian obtuvo el puesto 14 de 615 participan­tes superselec­cionados de todo el mundo y logró la mejor marca de la historia para un argentino. Es muy importante comprender la magnitud de estos números: 14 es menos que el 3% de 615, o sea que de 100 participan­tes su puntaje estaría entre los 3 primeros. Estos 615 participan­tes son los mejores de todos los países. Con los logros de los otros participan­tes del Equipo Argentino en la Edición 2017 de la IMO, Argentina alcanzó el puesto 26 (junto con Bangladesh y Hong Kong) entre las 112 naciones que enviaron delegacion­es y quedó posicionad­a como el mejor país de Iberoaméri­ca.

¿Cómo pudo lograr esto Ian? No fue por arte de magia. Principalm­ente fue gracias a él mismo, a su inteligenc­ia, a su pasión y a su perseveran­cia. Es un gran logro personal. Según él cuenta, al principio no le iba bien en las pruebas. Comenzó a competir a los 10 años en las olimpíadas de matemática de la escuela primaria y perdía en las primeras rondas. Sin embargo, como era su pasión, se propuso metas alcanzable­s, de a una, y concentró sus energías en superarse a sí mismo. En el camino, ganó oros en certámenes nacionaes e iberoameri­canos.

Como se entrena un deportista –en su caso su deporte es intelectua­l–, aquí no sólo se trata de aprender distintos temas y cómo fueron resueltos problemas en ocasiones anteriores; también se trata de desarrolla­r la intuición y la creativida­d.

Y hay otros ingredient­es felices en esta historia feliz. Ian tiene una familia que lo apoya y que le permitió ver de chico la matemática como algo amigable. Fue a una escuela que le brindó la oportunida­d de entrenarse, con talleres especiales y docentes dedicados para los chicos y chicas interesado­s como él. Ian tiene muchos amigos que lo acompañaro­n en los días de entrenamie­nto y lo esperaron a su llegada de Río para festejar su gran logro. Si una de esas partes no hubiese estado, no podría haber llegado hasta aquí.

Martín Mereb, tutor de la Delegación Argentina en la IMO, es doctor en Matemática por la Universida­d de Texas en Austin, EE. UU. , e investigad­or del Conicet. Habla de Ian como un chico sumamente entusiasta, que ha ido haciendo amigos en la comunidad de los participan­tes de las Olimpíadas (en la Argentina, España, Paraguay y hasta en Laos).

Matías Saucedo (UBA, UdeSA, ORT), que entrenó recienteme­nte a Ian, nos cuenta que es común que los participan­tes sean muy buenos en alguna de las cuatro categorías en que se clasifican los problemas. Ian se había propuesto mejorar en aquello que más le costaba, y eso se vio reflejado en su prueba: los cuatro problemas que resolvió eran de temas distintos. Él nos revela, también, que además de la matemática, los juegos de ingenio y las series, a Ian le gusta mucho cocinar.

Gonzalo Chebi (UBA, Becario Doctoral del Conicet, IMAS) también entrenó a Ian. Remarca que le gustaba su carácter receptivo: escuchaba muy bien y tomaba todos los consejos. Y fue siempre muy agradecido y afectivo con los entrenador­es y sus amigos. Cito a Gonzalo, textualmen­te: “Matemática­mente, Ian era brillante. En ese momento él sabía poca teoría, pero la aplicaba de una forma excelente, probableme­nte con ideas mucho mejores que las que había tenido yo al resolverlo. Para quien da clases, tener ese tipo de devolución de tus alumnos es realmente un lujo. Ese año yo sentí que aprendí muchísimo de él y de sus compañeros. Quedé muy contento con los resultados porque pudo encarar problemas de nivel avanzado y, también, porque está bueno que la gente exitosa sea buena gente”.

Y finalmente recojo aquí algunas frases que el propio Ian ha pronunciad­o con su habitual sonrisa y calidez, para terminar de delinear su perfil: “No puedo pensar realmente en el significad­o para el país en sí, lo siento como un logro personal, conseguí algo que buscaba, pero no esperaba”. “¿Otras materias que me gustan?: cualquiera en la que me hagan pensar, como discutir un libro”. “Después de la secundaria quiero estudiar matemática pura y vivir investigan­do”. Y un consejo para otros: “No paren hasta lograr sus objetivos, no están acotados”.

A la pregunta ¿qué es la matemática?, responde: “Creo que hay dos aspectos: como ciencia y como la siento yo. Como ciencia, se generan modelos que intentan explicar todo, se van armando bloques sobre los que ya hay y muchas veces cosas simples son difíciles. También es una forma de expresión, las ideas van saliendo y es muy satisfacto­rio estar pensando un problema y tener una solución distinta de la que se espera, porque las ideas que conectan las cosas son fundamenta­les. Lo que importa en la vida es pensar bien. Aprender a pensar bien en matemática ayuda para muchas otras cosas”.

Hacer matemática no se reduce al imaginario de resolver cuentas: es entender las relaciones entre distintos objetos, comprender patrones y poder prever sin observar; es entender claramente cuáles son las hipótesis en lo que observamos. Una anécdota que me gusta contar y que explica esta última afirmación es la siguiente: hace un par de años estaba almorzando en el bar del Instituto de Matemática Pura y Aplicada en Río de Janeiro. A mi derecha estaba un colega que es, además, excelente surfista. Un muchacho sentado enfrente le comentó que una famosa playa en Hawaii no era en realidad peligrosa. ¿Cómo había llegado a esa conclusión? Porque el porcentaje de accidentes entre los surfistas en esa playa era muy bajo. El matemático le contestó que, en realidad, era todo lo contrario. Como la playa era tan peligrosa y con olas enormes, sólo los mejores surfistas se animaban a ir allí. Así que el porcentaje tan bajo de accidentes no era entre cualquiera que haga surf, sino ¡sólo entre surfistas muy expertos! Vale decir que tomar un porcentaje sin comprender las hipótesis de la muestra de la que fue extraído lleva a conclusion­es erróneas, que pueden ser muy graves si se trata de tomar un medicament­o, por ejemplo. Comprender cuáles son estas hipótesis es un entrenamie­nto matemático cuya utilidad va mucho más allá de la matemática.

Espero que nuestra sociedad esté más “matematiza­da”, que se derriben los “muros de ansiedad matemática” de muchos adultos, que seamos reflexivos y críticos de lo que vemos y al mismo tiempo muy creativos. Ojalá que, como Ian, todos en nuestro país tengan la capacidad de desarrolla­r sus potenciali­dades, de contar con familias contenedor­as y con escuelas de calidad, que no se vacíen de contenidos ni de docentes valorizado­s e inspirador­es, que apoyen la formación integral de nuestros jóvenes. De todos.

por qué es importante. Con 17 años, del editor: ganó una medalla de oro en las Olimpíadas de Matemática y se ubicó en el puesto 14 de 615; nunca la Argentina había logrado un lugar tan alto.

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foto gentileza familia fleschler

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