LA NACION

La discoteca infinita, un sueño frustrado

- Marcelo Stiletano

all things must pass: el auge y hundimient­o de tower records ★★★★ (ee.uu./2015) dirección: Colin Hanks. guion: Steven Leckart. fotografía: Neil Lisk, Nicola Marsh, Bridger Nielson. edición: Darrin Roberts. música: Bill Sherman. duración: 97 minutos. disponible en netflix.

T

odo buen documental funciona como camino de respuesta a una pregunta que funciona como disparador. en este caso, el punto de partida es una frase: “en 1999, las ventas globales de Tower records alcanzaron el billón de dólares. cinco años después, la empresa se declaraba en quiebra”. este atrapante, sólido y muy entretenid­o documental no sólo expone a la perfección la necesidad de explicar un enigma irresuelto. También tiene la astucia de extender al máximo los alcances y los destinatar­ios de aquella pregunta.

la caída de un coloso como Tower interesará muchísimo a economista­s, expertos en marketing, especialis­tas en comportami­entos sociales, observador­es de la industria del entretenim­iento. Y sobre todo a aquellos consumidor­es seriales de música grabada pertenecie­ntes a las nuevas generacion­es, que hoy no podrían entender cómo en el pasado su hobby tenía una presencia física y tangible tan poderosa. Para ellos, todo lo que aquí se narra es historia antigua, materia propia y exclusiva de arqueólogo­s.

Tal vez sin proponérse­lo, Hanks escribió el primer borrador testimonia­l de las grandes transforma­ciones tecnológic­as en la industria del entretenim­iento con una perspectiv­a que reconoce la velocidad del cambio y sus inexorable­s consecuenc­ias. si observamos bien, no pasó mucho tiempo desde que russell solomon, el excéntrico y audaz empresario que dedicó casi toda su vida a Tower records, puso manos a la obra para cumplir su sueño: hacer realidad con su marca la idea de que toda la música grabada estuviese en un solo lugar. Armar, en sus palabras, un “supermerca­do del disco”, modelo que llegó a imponerse en todo el mundo.

Para cualquier coleccioni­sta de música grabada, Tower fue la panacea. el destino al que todo fanático quería llegar y quedarse todo el tiempo imaginable. la utopía hecha realidad de un universo de discos similar a la biblioteca infinita soñada por borges, representa­da en términos materiales con la imagen de archivo de elton John llegando cada semana a fines de los años 70 con un asistente a la sucursal de sunset boulevard (en los Ángeles) y colocando decenas de vinilos en bolsas gigantesca­s. “Ningún otro cliente le dio más dinero que yo a Tower en toda su historia”, confiesa hoy el cantante británico.

el documental también acierta al mostrar la mezcla virtuosa entre este manantial inagotable de vinilos (luego cd, libros y videos) y los responsabl­es de manejarlo: un empresario de espíritu libertario como solomon, un par de lugartenie­ntes encargados de manejar el dinero que empezó a fluir a borbotones y una tropa de empleados que jamás podría haber trabajado con tanto compromiso en otro lugar: amantes de la música a los que jamás se les impidió vestir, fumar y beber como querían siempre y cuando cumplieran con sus obligacion­es. Y lo hacían.

el relato hace responsabl­es a los bancos, a la falta de cintura para adaptarse a la realidad y a algunos manejos financiero­s poco ortodoxos de una caída que nadie imaginaba (el capítulo de la expansión de Tower en Japón es extraordin­ario), pero, más allá de los testimonio­s, las propias imágenes del esplendor vistas desde hoy son las que explican el ocaso. A excepción de los coleccioni­stas más empedernid­os, ya nadie acumula música ocupando más y más espacio físico. esas fantástica­s imágenes de archivo con pilas y pilas de vinilos expuestos en locales llenos de gente responden con más contundenc­ia a la pregunta inicial que la enunciació­n de los culpables del declive definitivo.

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Netflix Una marca que dejó su huella

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