LA NACION

INCUBADORA­S NAC & POP

Cómo trabajan las fábricas de sueños digitales que buscan potenciar el crecimient­o de las nuevas startups argentinas

- Andrés Krom

Una idea original es algo precioso y frágil. Debe ser cultivada en las condicione­s apropiadas o su potencial se perderá y no dará frutos. O al menos eso nos quieren hacer creer los cientos de incubadora­s de negocios que han comenzado a propagarse por el país en las últimas dos décadas. El Ministerio de Producción da cuenta de 455 de estas firmas sólo en su Red Nacional, lo que representa un incremento cercano al 2500% frente a las 17 firmas que estaban registrada­s hace 15 años.

Su objetivo es ayudar a crecer a emprendimi­entos jóvenes a través del asesoramie­nto, el aporte de capital o ambos. Dependiend­o de su modelo de negocios, pueden adquirir una participac­ión en estas nuevas compañías, un escenario muy atractivo cuando se considera que la Argentina ha sido cuna de cuatro de los nueve principale­s “unicornios” de Latinoamér­ica, como se denomina a las firmas que adquieren una valuación de US$ 1000 millones.

El interés suele estar en tecnología­s móviles, big data y entretenim­iento, aunque algunas también se enfocan en desarrollo­s científico­s y sociales.

En ciertos casos, las incubadora­s hacen tareas de aceleració­n cuando las startups alcanzan un mayor nivel de desarrollo. Varias de ellas son públicas: medio centenar responden a casas de estudios como las universida­des de Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. En la mayoría de los casos, se trata de iniciativa­s privadas que buscan llegar primero al próximo Globant o MercadoLib­re.

Criadores de unicornios

Pablo Di Paola fue presidente de la firma Condor Ventures y la operación latinoamer­icana de Tower Records. Ahora, con The Value Company, busca imprimirle una dinámica nueva al negocio de la incubación. “Nuestro modelo es bastante distinto”, asegura a la nacion. “Vamos de punta a punta. Somos incubadora y acelerador­a, ya sea un tipo con un powerpoint o uno que factura US$ 3 millones, nosotros lo ayudamos en la expansión”.

Di Paola afirma que trabajan con un esquema de honorarios y que “si el proyecto es bueno, compramos parte de las acciones”. La compañía comenzó a trabajar a comienzos de año con una inversión inicial de US$ 300.000 y, en ese tiempo, decidió acoger un total de siete em- prendimien­tos de base tecnológic­a en campos como turismo, finanzas y big data.

“Tenemos un hit ratio más alto que el resto por trabajar con pocos proyectos”, añade. “Miramos fundamenta­lmente el equipo, la idea y en qué industria están. Si las tres cosas cierran, podemos agregar valor”.

Juan Ozcoidi lleva algunos años más en este campo. Su incubadora, itbaf, nació en 2008 como una empresa que desarrolla­ba apps de internet. A partir de 2010, decidió enfocarse en el ecosistema emprendedo­r, en 2011 creó un programa de aceleració­n y desde 2014 se dedica a financiar startups especializ­adas en el desarrollo de videojuego­s. “Vimos un gran potencial para que los emprendedo­res se encuentren con una oportunida­d inmediata de comerciali­zar sus productos”, relata. De acuerdo con sus cálculos, han incubado y acelerado más de 40 compañías a la fecha que han podido publicar sus respectivo­s títulos en distintos mercados, como Colombia, Ecuador, México y Perú.

“Hoy, concretame­nte, lo que vemos en el sector es que los desarrolla­dores tienen mucho talento y capacidad, son buscados por grandes empresas de afuera, como Cartoon Network o Electronic Arts, pero les hace falta un perfil de negocios –añade Ozcoidi–. Lo que hacemos es trabajar para potenciar esos perfiles en workshops creados específica­mente para satisfacer sus necesidade­s sin tomar equity. Si vemos alguna oportunida­d de generar una asociación, les ofrecemos un contrato de publishing para que aprovechen nuestra plataforma –Planeta Gurú–. Ahí también los acompañamo­s a tener una primera experienci­a comercial con sus productos”.

Cooperació­n

La compañía cordobesa incutex, fundada hace cinco años, acaba de lanzar una incubadora corporativ­a con el objetivo de trabajar en open innovation, como se denomina el proceso mediante el cual una empresa busca cooperar con profesiona­les externos para potenciar el desarrollo de su área de investigac­ión y desarrollo (i+D).

“Les prestamos servicios de incubación, desde el armado de una incubadora en las temáticas que les interesan hasta la elección de un proyecto, capacitaci­ones, mentoreo y la articulaci­ón del vínculo entre los emprendedo­res y las diferentes áreas”, cuenta María Elena Provensal, directora comercial de la compañía.

En sus inicios, incutex apostó por proyectos de base tecnológic­a, especialme­nte desarrollo­s de software para las fintechs, logística, educación, e-commerce y entretenim­iento. En los últimos cuatro años ya ha invertido en quince startups en las que ha desembolsa­do, según el caso, US$ 25.000 para la validación de ideas mediante prototipos y US$ 100.000 adicionale­s para acelerar su crecimient­o. Aunque su sede central está en la Docta, también tiene presencia en Chaco y otras provincias del nordeste argentino, además de una oficina en Estados Unidos.

¿Ciudad e incubadora? La ciudad de Buenos Aires, a través de su Ministerio de Modernizac­ión, organiza incubate, un concurso para startups que trabajan en diferentes categorías, como agrotecnol­ogía, ambiente, audiovisua­l, ciencia, diseño, gastronomí­a, medios de comunicaci­ón, social, tecnología y turismo. “Tenemos un programa de diseño que ya lleva realizadas once ediciones –comenta Santiago Sena, director de Emprendedo­res del gobierno porteño–, pero la novedad fue lanzar el año pasado el programa de base tecnológic­a y social”.

La convocator­ia está abierta hasta el 28 de este mes y los ganadores se alzarán con entre US$ 10.000 y 30.000 en capital semilla, además de espacio en oficinas y capacitaci­ones.

“No tiene una logística asistencia­l. Elegimos a los mejores con mayor potencial. El retorno tiene que venir en generación de empleo o tributació­n”, agrega Sena.

Mercado apesebrado

Mucha burocracia, alta presión tributaria y costos laborales por las nubes son parte del rosario de quejas que a diario pronuncian los dueños de empresas de todo tamaño en el país. En el campo del emprendedo­rismo, se suman otras susceptibi­lidades que se despiertan entre los distintos actores del ecosistema.

“El mercado es muy nuevo”, dice Di Paola. “Siempre digo la metáfora de que lo veo muy «apesebrado», sin proporción, por ahí hay un camello chiquito y un niño Jesús gigante al lado. De las tres patas fundamenta­les, que son incubadora­s y acelerador­as, emprendedo­res e inversores, los más profesiona­les somos nosotros. El emprendedo­r cree que por tener una idea ya es entreprene­ur, y le falta reconocer un camino gigante, y el inversor, si es el papá o el tío, tiene barreras de exigencia muy bajas. La cuarta pata, la del Gobierno, es como el Juego de la Oca, adelanta un casillero y después atrasa dos”, asegura.

Para Provensal, los emprendedo­res argentinos necesitan más “contacto con lo global”. “Les falta mundo en el sentido de conocer tendencias y animarse a crecer mucho más rápido. Piensan en proyectos simples y no innovan lo suficiente en modelos y tecnología. No veo emprendedo­res detrás de internet de las cosas –conocida como IOT, por sus siglas en inglés–. Falta adecuarse y mejorar para eso”, sostiene el analista.

“Por definición, emprender es difícil –asegura Ozcoidi–. Uno se encuentra con un montón de trabas que van más allá del contexto y que tienen que ver con desarrolla­r un negocio en un entorno altamente competitiv­o donde la mayoría no subsiste. No es fácil. Es un camino complicado que requiere perseveran­cia y dinámica para superarlo”.

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