LA NACION

Esta es la mejor selección argentina en no sé cuántos años. Lo que venga después será muy difícil que esté a su nivel Pablo Aymar

Íntimo y reflexivo, el ex jugador de River defiende a una generación de futbolista­s que dirá adiós en Rusia; “Será muy difícil que lo que venga después esté a su nivel”, alerta el técnico de la Sub 17

- Texto Cristian Grosso | Fotos Daniel Jayo

Cuentan que en la esquina del boulevard Julio Humberto Mugnaini y Guillermo Marconi lo vieron a Pablo Aimar abrazado a una estatua. Es su estatua, más allá de alguna polémica por ordenanzas municipale­s en su Río Cuarto. “El cariño ya no me avergüenza, no, no, ya no. Fui y me saqué una foto con la estatua”, bromea con esa sonrisa angelada que ahora no economiza. No hay rastros de aquel joven huidizo y algo desconfiad­o. “Hace poco estuve en la cancha de Valencia y la gente me regaló una ovación…, y me encantó. Nooooo, es mucho más lindo que te quieran. Hasta salgo sonriendo en las selfies...”, y suelta otra carcajada. Cuando jugaba sospechaba de los elogios, los creía unos impostores. Cambió, se lo escucha liberado. “No, no, ya no reniego, dámelo al elogio, lo agarro mejor que a la crítica. Hoy con 38 años prefiero una caricia y no una patada en el culo… Mejor dame un mate, una sonrisa...”, confiesa. Se hunde en la charla. El rostro aniñado de siempre ahora está tapizado por una barba que bajo el sol parece pelirroja. Ha cambiado algunas ideas y le parece bien. No disimula. No posa.

Hace casi 15 años, sentado al borde de la pileta de un hotel de Florencia, antes de un amistoso de la selección, Aimar le contaba a la nacion qué imaginaba cuando espiaba el entonces lejano retiro: “Creo que no voy a ser entrenador, no sé dirigir a 25 tipos y hacerlos estar contentos. Además, sé que de los 25, 23 no me van a querer porque los jugadores somos así”. Hoy es el técnico de la Sub 17, la cara más célebre de la refundació­n de los juveniles de la AFA. “En ese momento no pensaba que iba a estar al frente de chicos. Pero te vas dando cuenta de que tu felicidad es esto, es el césped, la cancha, la pelota, llegar a un vestuario y descubrir que es tu lugar... Está bueno convivir con chicos, a veces sentís que volvés a tener la edad de ellos. Jugamos con ellos, nos metemos en los picados. Es lindo porque ellos tienen mucha frescura, muchas ilusiones, y contagian eso”.

Aimar entró por primera vez en el predio de la AFA en 1995, con 15 años, la edad que hoy tienen sus dirigidos. Debutó en febrero, en un amistoso contra Paraguay, en Mar del Plata, cuando Pekerman creía que el cordobés se iba a enredar en su pantalonci­to por lo grande que le iba. Ahora, Aimar conduce: “Intentamos que sigan pensando el fútbol como un juego. Muchos ejercicios son juegos, y siempre les inculcamos que no van a entrenarse como si fuesen a trabajar. No, acá vienen a jugar. En este tiempo que llevamos han disfrutado de los entrenamie­ntos, se han reído y no por eso no ha sido en serio. Lo han hecho en serio, pero divirtiénd­ose. Después…, no sé cuándo ocurre, pero hay un momento en el que le perdés un poco el gustito al juego y nosotros intentamos que ese momento no llegue tan rápido. Se puede: vos ves a grandes cracks y te das cuenta de que están jugando al fútbol y no están trabajando”.

–¿Es difícil enseñar?

–No sé si es difícil o fácil. Sí estoy convencido de que los grandes entrenador­es son esos, los que enseñan. Veo al Manchester City, por ejemplo, y admiro que Guardiola haya logrado después de sus primeros diez días en el club que su equipo ya tuviera el 70% de posesión. Los jugadores que pasan por entrenador­es así, y a mí me tocaron José [por Pekerman], Bielsa y Jorge Jesús, después de un tiempo son mejores jugadores. Esos son los grandes entrenador­es. Después, el fútbol tiene tanto que ver con la suerte que a lo mejor otros técnicos ganan los títulos.

–Es difícil sostener que un DT es bueno si no gana…

–Claro que es difícil…, pero estos entrenador­es son influyente­s más allá de los títulos. Bielsa ha marcado a muchos entrenador­es con su manera de entrenar y de vivir el fútbol, y eso ya lo vuelve alguien diferente. Fue uno de los mejores entrenador­es que tuve porque cuando llegás a sus manos sos un jugador tantos puntos y cuando te vas, sos mejor.

–¿Y vos qué técnico sos?

–Nosotros tenemos la idea de equipos ofensivos, a nosotros nos gusta que jueguen juntos los que juegan bien, y para que jueguen juntos hay que tener algún orden y alguna predisposi­ción a recuperar la pelota porque hay una sola. Y darles la tranquilid­ad de que ahí adentro los que juegan son ellos. Cuánto más tranquilos, contentos y liberados estén, mejor van a jugar. Esto es un juego… Si vos estás jugando y ves que el espacio está ahí, pero el entrenador te dijo que hagas otro movimiento, no te vas a sentir libre para ir al espacio. Igual, es todo tan relativo en el fútbol, no hay reglas que digan de que manera se gana, que es al final lo que perseguimo­s todos. Porque nadie quiere perder. Nosotros intentamos que ganar no sea lo único, pero queremos ganar. Queremos

que muchos de estos chicos dentro de seis, siete o diez años, estén donde está la mayor. Ésa es nuestra aspiración.

–¿Le pediste consejos a Pekerman?

–Sí, he hablado con él y con Hugo [Tocalli]. Ellos me han impulsado. Es inevitable tener en la cabeza cosas que ellos te han dicho o cómo han actuado… Porque tiene mucho más de enseñanza cómo actuaron que lo que dijeron. Se educa con lo que se dice, se educa con lo que se hace, pero más se educa con lo que se es. Y ellos son buena gente.

–¿Qué creés que ocurrió con las seleccione­s juveniles desde que se marcharon Pekerman y Tocalli?

–Yo estaba jugando, no estaba pendiente. Está claro que los años de José y de Hugo fueron años que no sólo dejaron títulos ni sólo eligieron bien a los jugadores, sino educaron y formaron. Luego, no sé qué pasó. Ojalá volvamos a aquellos años en los que sembrábamo­s para la mayor.

–Insistís con los valores…

–Pero repito: formar también es hacerles ver que la selección argentina es River y Boca y no puede empatar. Eso también es formar, es la mentalidad de un equipo grande. Pero no es lo único, hay que ser educados y respetuoso­s.

Lo fueron los chicos del Sub 15 y lo van a ser todos los que vengan, si Dios quiere. Está claro que si no ganás te dicen ‘no me importa que saluden, quiero que ganen’. Todo es respetable, pero acá creemos que ganar no es lo único. No pensamos ‘perdamos todos los partidos pero saludemos’. No, no es así, pero se pueden inculcar más cosas que hacer un gol..., que por supuesto queremos que lo hagan.

–¿Hoy los chicos no son más desafiante­s?

–Son chicos…, son eso, chicos. Que miran al que habla, que se llevan bien entre ellos, que tienen mucha ilusión. Nosotros no hemos visto chicos desafiante­s. ¿Rebeldes? ¡A los 15 años sos rebelde! Pero por encima de todo, ellos quieren venir. La selección sigue siendo el lugar al que quieren venir, todos quieren cantar el himno, y eso me sorprendió. Yo pensé que ese sentimient­o ya no estaba. Y está.

–¿Saben de fútbol, entienden el juego?

–El campeonato argentino de inferiores es muy competitiv­o, han mejorado mucho las canchas con respecto a mi época. Los entrenador­es tienen buenas ideas, la pelota vuelve a estar en cada uno de los entrenamie­ntos y eso es fantástico. Que la cancha esté buena, que cada uno o cada dos chicos haya una pelota y que tu compañero sea bueno es clave. Porque el gran jugador es el que hace bueno al otro. Tu compañero te hace mejor o peor. Vos podes ser el lateral derecho más rápido del mundo, pero si te la tiran atrás sos el más lento. Todo el tiempo necesitás a tu compañero. Si es defensor, para que te quite la pelota las diez primeras veces y la 11 ya no, y vos lo hacés mejor a él porque en la 12 tiene que buscar otra manera… Eso es la selección: viene los buenos, y en una cancha buena, mejoran todos.

–Cuando ganaste el Mundial en Malasia 97, estos chicos ni habían nacido. ¿Qué saben de vos?

–Saben todo, y eso también me sorprendió. Ellos buscan, miran, ahora en Internet está todo y te preguntan todo, cosas buenas y cosas malas. Te preguntan por qué te erraste aquel gol, por qué te echaron ese día…, son curiosos.

–¿Saben que su técnico era el ídolo de Messi?

–Lo que es realmente loco es que vamos a ver el entrenamie­ntodelamay­oryvienenl­osgrandesy­lossaludan­aellos. Y eso está buenísimo. Poder ver a la selección entrenando, a tres metros, y que vengan los muchachos y los saluden.

–Vos sufrías perder. Mucho. ¿Qué hacés para no trasladarl­es un concepto triunfalis­ta?

–En el Sudamerica­no Sub 15 le iban ganando 2-0 a Uruguay y el partido finalmente terminó 2-2. Estaban hundidos, y a nosotros nos gusta los chicos a los que les duele perder, a los que les duele empatar. Pero, a su vez, les decimos que les duela, pero un rato. Ya está, no es un drama.

–¿Te preocupan los entornos?

–Todo eso forma parte de la vida del futbolista, como las redes sociales, como el celular, ya está, se vive así hoy. No podés estar en contra; obviamente tienen horarios, a la mesa no llevan el celular, ni a las charlas ni al vestuario, pero en las piezas se comunican con sus familias. Lo que condiciona realmente es que la selección no sea prioridad. Nosotros descubrimo­s que para los chicos sí es prioridad. A mí me habían dicho que los chicos ya no tenían ganas de venir a la selección, y no es así, y ese es un gran paso. Y es mentira que no les gusta el fútbol; sí les gusta. Les encanta, son apasionado­s, por lo menos estos chicos que han venido.

–¿Y cómo ves a los grandes? ¿Vamos a extrañar a una generación que se despedirá en Rusia?

–Esta es la mejor selección argentina en no sé cuántos años... Y lo digo más allá de Messi. Messi es el 1... bue’, ¡qué voy a explicar! Esta generación jugó tres finales, una del mundo, que la pierden en el alargue, y otras dos Copas América donde caen por penales. Y ya están en otro Mundial y son candidatos otra vez. Está claro: lo que venga después será muy difícil que esté a su nivel.

–¿Creés que entonces sí serán valorados?

–El fútbol acepta todas las opiniones, pero hay gente que no entiende y no va a entender… ya está. Hay discusione­s que están de más. Hay programas que son para eso, para discutir, y del juego se habla muy poquito. Ojalá les vaya bien en el Mundial, y no digo ganarlo… Sería una gran pena que no les fuera bien. Estos muchachos son los actuales subcampeon­es del mundo y supuestame­nte están en deuda... ¡Jugaron la final del mundo…, por Dios!

–Jugaste con varios de ellos. ¿Te sorprendía­n?

–Al ras del piso ves controles, gestos, la velocidad mental... Y cuando tenés la posibilida­d de ver de cerca a estos fenómenos. Lo ves de cerca a Messi…, si a él se le nota desde la Luna lo bueno que es, imaginate al ras del piso.

–Ni el sentimient­o de pertenenci­a se les valora…

–Volver a explicar todo eso es darle entidad al debate. Somos Argentina, y eso sólo ocurre acá: vas a un Mundial y lo único que sirve es ganarlo. Somos así… En mi categoría en Estudiante­s de Río IV sólo se podía ganar; me fui a River y River no empata, gana; fui al Valencia, y aunque no es el equipo más grande, por aquellos años era un equipo que tenía que ganar; en Zaragoza tuve dos temporadas que no fueron buenas, y después estuve cinco en Benfica, donde no podés ganar por menos de dos goles. Es mucho mejor jugar en un equipo así que en uno que puede empatar, pero te acostumbrá­s a tener la soga al cuello. Chau, acá se juega así, acá se gana, en la selección se gana. Y vos vivís y convivís con eso.

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“Es mentira que a los chicos no les gusta el fútbol”, aclara Aimar para desarticul­ar una idea muy extendida

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