Arabia Saudita se abre al ajedrez con la organización de un polémico torneo
Vetó a jugadores israelíes y recibió el boicot de la campeona mundial
DUBAI.– Arabia Saudita puso fin a la proscripción contra el ajedrez y se lanzó a organizar un torneo internacional con importantes premios, pero en medio de la polémica por la ausencia de la doble campeona mundial como protesta por las estrictas normas de vestimenta y la falta de visados para los israelíes.
El campeonato de ajedrez en la modalidad “Rapid and Blitz” (“Rápido y relámpago”) con un récord de premios de dos millones de dólares se celebra en Arabia Saudita, en un momento en que el joven príncipe heredero Mohammed ben Salman busca reformar el reino petrolero para darle un perfil más moderado.
Pero la negativa a concederle los visados a los jugadores israelíes, las dudas sobre la presencia de iraníes y qataríes, y la negativa de la campeona mundial de competir en el país marcaron el desarrollo del torneo, que comenzó el martes y finalizará el sábado.
Anna Muzychuk, de 27 años, se negó a defender sus títulos mundiales en ajedrez en Riad en protesta por la falta de derechos para las mujeres en el país anfitrión.
Las reglas para las mujeres la harían sentir como “una criatura secundaria”, dijo en una publicación de Facebook.
Muzychuk, que se encuentra en su ciudad natal de Leópolis, Ucrania, dijo que tomó la decisión sabiendo que renunciaría tanto a sus títulos como a las ganancias por participar. Su hermana menor, Mariya, ex campeona mundial de ajedrez femenino, tampoco fue a Riad.
“En cuanto a si fue correcto o incorrecto, sin duda habrá personas que me apoyarán y personas que me condenarán”, dijo Muzychuk. “Pero tomé esta decisión y soy responsable de ella”.
En tanto, la Federación Israelí de Ajedrez reclamó una compensación financiera a la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) después de que siete de sus jugadores fueran privados de participar en el torneo.
Según las reglas de la FIDE, un país no puede impedir a los jugadores que participen, sin importar su nacionalidad.
La apertura del reino sunnita tiene sin embargo sus límites, y más cuando Riad sigue indignada por la decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de reconocer Jerusalén como capital de Israel.
Pero Israel, con quien Arabia Saudita no tiene ninguna relación diplomática, no fue el único país que se encontró preso de las tensiones regionales. En un primer momento, Riad también rechazó otorgar las visas a Irán, su gran rival en Medio Oriente, y a Qatar, con el que mantiene un pulso diplomático desde junio.
La FIDE consiguió finalmente “obtener visados para los jugadores de Irán y de Qatar”, pero no para los participantes del Estado hebreo.
Más allá de las cuestiones políticas, la decisión de organizar este campeonato mundial en Riad generó críticas de algunas jugadoras que protestaron por las estrictas normas que afectan a las mujeres en el país.
Indumentaria
La FIDE celebró como “histórico” que las autoridades aceptaran suavizar el código de indumentaria, permitiendo en lugar de la abaya que cubre el cuerpo entero, una blusa estrictamente abotonada al cuello.
Arabia Saudita se unió a las iniciativas de Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos para usar los deportes para mejorar su imagen internacional, particularmente desde la llegada al poder del rey Salman, que en los últimos meses ha cedido la gestión del conservador reino wahabita a su hijo Mohammed, el heredero al trono, de 33 años.
La iniciativa choca con la posición del gran muftí del reino, que había dicho que “el islam prohíbe el ajedrez como una forma de apuestas y también una pérdida de tiempo”.
Otros edictos en el pasado fueron aún más allá, con fatwas que afirman que el ajedrez “distrae a la gente del recuerdo de Alá” y que jugar por dinero está “prohibido”.
Ahora, estos vetos parecen retrógrados cuando el príncipe Mohammed lanzó varias reformas sociales, como la autorización de los cines y el cambio de legislación para permitir que las mujeres puedan manejar autos, y económicas en un intento por abandonar la dependencia del país de los ingresos por la venta de crudo.