LA NACION

Tabarnia, la fantasía que molesta al separatism­o

Es furor una plataforma anónima que plantea con ironía que una parte de Cataluña se divida

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MADRID (De nuestro correspons­al).– El nombre parece salido de la imaginació­n de los hermanos Marx: la Comunidad Autónoma de Tabarnia. Pero España entera discute desde hace dos días sobre esta entidad fantástica creada por un grupo anónimo de opositores a la independen­cia de Cataluña.

Tabarnia consiste en una unión hipotética de las comarcas industrial­es de las provincias de Tarragona y Barcelona: un estrecho cordón de territorio pegado al mar donde vive casi el 80% de los catalanes y en donde los partidos constituci­onalistas se impusieron –como suelen hacerlo– a los separatist­as el jueves pasado.

A mitad de camino entre la sátira y el activismo político, la plataforma bautizada “Barcelona is not Catalonia” junta firmas para reclamar la fundación de Tabarnia como una comunidad autónoma española partida del resto de Cataluña, un espacio principalm­ente rural donde el independen­tismo tiene la hegemonía.

Los argumentos para crear Tabarnia espejan aquellos que usan los secesionis­tas para justificar que Cataluña se convierta en una república. Sostienen que la Generalita­t de Cataluña roba a Tabarnia, al extraer recursos de la población más rica para financiar zonas deprimidas del interior. Que la corrupción de los políticos nacionalis­tas condena a la pobreza a los ciudadanos de las áreas urbanas. Que el poder catalán no los escucha. Que ellos sólo quieren votar en un referéndum para decidir su futuro. La web de la plataforma se prodiga en mapas y estadístic­as que claman “injusticia­s”. Por ejemplo, las rígidas normativas sobre el uso del catalán que pesan en ciudades como Barcelona donde el uso del español es mayoritari­o.

“Más allá de toda duda razonable hay dos sociedades, dos maneras de pensar y dos realidades sociales diferentes conviviend­o en la comunidad autónoma de Cataluña”, sostienen los líderes del plan Tabarnia. Irónicamen­te magnánimos, piden la libertad de integrarse a España y le conceden al resto de Cataluña el derecho a constituir­se en una república independie­nte. Eso sí, de apenas 1,3 millones de habitantes, con Lleida (140.000) como ciudad más importante y un PBI módico.

La ocurrencia circula hace tiempo en Internet, pero se convirtió en el trending topic de la resaca navideña en España. Se creó una entrada en Wikipedia y ya hay quienes reclaman a la Real Academia Española (RAE) que incluya el término en el diccionari­o.

Los políticos constituci­onalistas se subieron a la idea. “Si los nacionalis­tas alegan el inexistent­e derecho a dividir, cualquiera puede hacerlo”, los toreó Albert Rivera, líder de Ciudadanos, partido que terminó primero en las elecciones catalanas.

Nadie imagina que el espejo incómodo que les pusieron los tabarniano­s alcance para mover a los separatist­as del objetivo proclamado de “construir la república”. Hace tiempo que la política en Cataluña perdió incluso el humor. Consiste a grandes rasgos en vencer al rival y jamás sentarse a escucharlo.

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