El trabajo alcanza, pero los sueldos no
En varios de los países más poderosos, el mercado laboral está contraído y aunque las tasas de desempleo son bajas, los salarios no aumentan
En los poco más de 30 años desde que Ola Karlsson comenzó a pintar casas y oficinas para subsistir, ha visto cómo la riqueza derivada del petróleo ha transformado la economía noruega. Ha formado parte del auge en el sector de la construcción que cambió la apariencia de Oslo, la capital. Ha visto cómo se dispara la renta de su apartamento en el centro de la ciudad. Lo que no ha visto en muchos años es un aumento de sueldo, ni siquiera porque la tasa de desempleo de Noruega ha permanecido por debajo del 5%, lo cual indica que no hay mucha mano de obra disponible.
“El salario se ha mantenido al mismo nivel”, aseveró Karlsson, quien tiene 49 años, mientras tomaba un descanso; está pintando oficinas en este suburbio de Oslo. “No he recibido un aumento en 5 años”. Su lamento resuena más allá de las costas nórdicas. En muchos países como Estados Unidos, el Reino Unido y Japón, los mercados laborales están demasiado contraídos y las tasas de desempleo son de sólo una fracción de los porcentajes que alcanzaron durante la crisis más reciente. Pero los trabajadores todavía no han visto un beneficio que por lo regular se presenta como consecuencia de un menor nivel de desempleo: sueldos más sustanciosos.
Acertijo económico
Los motivos por los que los salarios no suben con mayor rapidez son un acertijo económico central. Algunos economistas afirman que el mundo todavía está tratando de lidiar con las consecuencias de la peor recesión desde la Gran Depresión. En cuanto el crecimiento se acelere, los patrones se verán forzados a pagar más para cubrir plazas.
Pero otros economistas aseguran que el crecimiento mínimo en los salarios es un indicador de un nuevo orden económico en el que los trabajadores están a merced de los patrones. Los sindicatos han perdido influencia. Las empresas utilizan empleados temporales y de medio tiempo, además de introducir robots y otros sistemas de automatización que les permiten producir más sin tener que pagar más a los seres humanos. La globalización ha intensificado las presiones competitivas, pues ahora fábricas de Asia y América latina pueden tener vínculos con clientes de Europa y América del Norte.
“La gente tiene pocas herramientas para lograr que sus jefes les ofrezcan un buen contrato, a nivel individual o colectivo”, explicó Lawrence Mishel, presidente del Instituto de Política Económica, grupo de investigación de Washington que se concentra en la materia laboral. “Quienes tienen un trabajo decente se conforman con conservar lo que tienen”. Los motivos por los cuales los salarios se han estancado varían de un país a otro, pero la tendencia es amplia.
En Estados Unidos, el desempleo bajó al 4,2% en septiembre, muy por debajo de la mitad del 10% que llegó a registrarse en el peor momento de la Gran Recesión. Aun así, para el trabajador estadounidense promedio, el salario aumentó un 2,9% con respecto al año anterior. Ese porcentaje fue mejor que en los meses recientes, pero hace una década, cuando la tasa de desempleo era más alta, la tasa de crecimiento de los salarios superaba el 4% anual.
En el Reino Unido, el desempleo bajó al 4,3% en agosto, el nivel más bajo desde 1975. Sin embargo, los salarios sólo crecieron un 2,1% en un año. Ese porcentaje se ubica por debajo de la tasa de la inflación, lo que implica que los costos de los trabajadores aumentan a un ritmo más acelerado que sus sueldos. En Japón, el crecimiento lento de los salarios es al mismo tiempo síntoma de una economía abrumada por distintas inquietudes y una fuerza que podría producir carestía en el futuro al mermar el poder adquisitivo de los trabajadores.
En Noruega, al igual que en Alemania, los aumentos moderados en los sueldos se deben a los esfuerzos coordinados de sindicatos y patrones para mantener los costos bajos e impulsar la industria. Esta estrategia ha ejercido presión sobre Italia, España y otras naciones europeas, que han mantenido los salarios bajos para no perder pedidos. La influencia de los sindicatos está desgastada. En noviembre de 2016, una semana después de que Donald Trump resultó electo presidente gracias a su promesa de devolver empleos a Estados Unidos, los residentes de Elyria, Ohio, una ciudad de 54.000 habitantes a unos 49 km al oeste de Cleveland, se enteraron de que otra fábrica local estaba a punto de cerrar.
Sindicatos y trabajadores
La planta, operada por 3M, producía materia prima para esponjas. Las condiciones en la fábrica reflejaban la influencia de un elemento cada vez más raro en la vida estadounidense: un sindicato que representaba a los trabajadores. El sindicato afirmaba que el cierre se debía a que la producción se trasladaría a México. La administración decía que sólo se trataba de un recorte en la producción para lidiar con un exceso de oferta de Europa. Sea cual fuere el motivo, 150 personas iban a perder su trabajo, y Larry Noel se encontraba entre ellas.
Noel, de 46 años, llevaba siete trabajando en la planta; comenzó como trabajador general y ganaba 18 dólares por hora. Había logrado ascender al puesto de operario de mezcla; se encargaba de mezclar las sustancias químicas que se solidificaban para formar el material de la esponja, por lo que recibía un sueldo de 25,47 dólares por hora. Ahora tendría que empezar de nuevo. El desempleo en el área de Cleveland había bajado entonces al 5,6%. No obstante, la mayoría de los trabajos para el perfil de Noel ofrecía un sueldo de menos de 13 dólares por hora.
“Estas empresas saben muy bien”, dijo. “Saben que necesitas el trabajo, así que tienes que aceptarlo”. Finalmente logró encontrar un trabajo por el que sólo le pagan un poco menos de lo que recibía en su empleo anterior. Su nueva fábrica no reconoce a ningún sindicato. “Muchos quisiéramos tener un sindicato”, expresó, “porque tendríamos mejores salarios”. El año pasado, sólo el 10,7% de los trabajadores de Estados Unidos contaba con la representación de un sindicato, una reducción del 20,1% registrado en 1983, según datos del Departamento del Trabajo. Muchos economistas consideran que este declive es clave para explicar por qué los patrones pueden pagar salarios menores.
En 1972, los llamados obreros y trabajadores de producción, que representaban cerca del 80% de la fuerza laboral de EE.UU., ganaban sueldos promedio equivalentes a 738,86 dólares por semana en dólares actuales, después de ajustes por la inflación, según un análisis de datos federales que realizó el Instituto de Política Económica. En 2016, el trabajador promedio llevaba a casa 723,67 dólares cada semana. En 44 años, el trabajador estadounidense típico ha absorbido un recorte de sueldo de cerca del 2 por ciento.
Las calles de Elyria hacen patentes las consecuencias de esta prolongada reducción en los sueldos. “Hay algunos establecimientos que otorgan fianzas, algunas aseguradoras, y también mi negocio”, dijo Don Panik, quien abrió su negocio de compra de oro y plata en 1982 después de ser despedido de su trabajo como obrero de la industria automotriz en la planta local de General Motors.
En la siguiente cuadra, un hombre con una toalla sobre los hombros desnudos mendigaba frente a un club nocturno, debajo de una señal que anunciaba: “Se solicitan bailarinas”. Un salón de tatuajes estaba abierto, cerca de un despacho de abogados sellado con tablas. Había mucha actividad en un aparador: era de Adecco, la agencia
de empleos. Un letrero atraía a quienes buscaban empleo: “Obreros generales. No se requiere experiencia. Diez dólares la hora”.
El factor del miedo
Según la economía convencional, quizá la situación actual sería el momento perfecto para que Kuniko Sonoyama recibiera un aumento de sueldo sustancial. Lleva diez años trabajando en Tokio; se encarga de inspeccionar televisores, cámaras y otros dispositivos para las principales empresas electrónicas. Tras décadas de caídas y estancamientos, la economía japonesa ha registrado una expansión por seis trimestres consecutivos. Las utilidades de las empresas han alcanzado cifras récord. Además, la población japonesa se ha reducido debido a las restricciones a la inmigración y las bajas cifras de natalidad. El desempleo es de sólo el 2,8%, su nivel más bajo en 22 años.
No obstante, Sonoyama consiguió su trabajo, al igual que cada vez más trabajadores japoneses, a través de una agencia de empleos temporales. Sólo ha recibido un aumento, hace dos años, cuando aceptó un trabajo difícil. “Siempre me pregunto si está bien que nunca gane más dinero”, comentó Sonoyama, de 36 años. “Me preocupa el futuro”. Esa preocupación puede llegar a hacerse realidad en el caso de Japón. El salario promedio en el país aumentó sólo 0,7% en 2016, después de ajustes por el costo de vida. El gobierno ha presionado a las empresas para que aumenten los salarios, consciente de que los niveles altos de ansiedad económica pueden producir un déficit en el gasto de los consumidores, lo cual reduciría los sueldos de toda la población.
Acumular utilidades
No obstante, la mayor parte de las empresas ha optado por acumular sus utilidades en vez de compartirlas con sus empleados. Muchas se rehúsan a aceptar costos adicionales por temor a que la bonanza no dure. Este temor tiene hondas raíces en la experiencia. Desde que estalló en Japón la burbuja de las inversiones en bienes raíces a principios de la década de 1990, el país se ha visto obligado a lidiar con un pernicioso remanente de esa era: la llamada deflación, o precios a la baja. La reducción de precios ha limitado los incentivos que tenían los negocios para expandirse y contratar personal. Además, las empresas recurren cada vez más a agencias de empleos que pagan en promedio dos tercios del equivalente a un trabajo de tiempo completo.
Casi la mitad de los trabajadores japoneses menores de 25 años trabaja medio tiempo o tiene puestos temporales, en comparación con el 20% de 1990. Y las mujeres, quienes normalmente ganan 30% menos que los hombres, han ocupado una cantidad desproporcionada de empleos.
Amenazas a nivel mundial
Nadie debería preocuparse en Noruega. El modelo nórdico fue diseñado de forma meticulosa para ofrecer estándares universales de vida que son generosos según las normas mundiales. Los trabajadores disfrutan de cinco semanas de vacaciones pagadas al año. Todos reciben atención médica por medio de un programa que suministra el gobierno. Las universidades son gratuitas. Cuando nace un bebe, los padres se reparten un año de permiso compartido de maternidad y paternidad. Todo lo anterior lo confirma un profundo consenso social y lo cubre una formidable riqueza petrolera.
Sin embargo, en Noruega, las fuerzas que dominan al mundo están exponiendo a cantidades cada vez más altas de trabajadores a nuevas formas de competencia que limitan el sueldo. Los inmigrantes de Europa del Este están obteniendo empleos. Los puestos temporales aumentan. En teoría, los trabajadores noruegos están protegidos en contra de estas fuerzas. Según el elaborado sistema noruego de negociación de sueldos, los sindicatos, que representan más de la mitad de la fuerza laboral del país, negocian con asociaciones de empleadores para debatir un impuesto general que cubra los salarios en toda la industria. A medida que las empresas se vuelven más rentables, los trabajadores obtienen una parte proporcional del botín.
Se supone que los empleadores deben pagar a los trabajadores temporales en la misma escala que a los permanentes. Lo que sucede en realidad es que las empresas en ciernes han captado tajadas de la industria de la construcción, empleando europeos del Este con salarios bastante más bajos. Algunas firmas pagan sueldos estándar a los empleados temporales, pero luego los hacen trabajar tiempo extra sin una compensación adicional. Los sindicatos se quejan de que el cumplimiento de las normas es irregular.
“Tanto los empleadores noruegos como los trabajadores polacos prefieren tener trabajos con salarios bajos”, afirmó JanErik Stostad, secretario general de Samak, una asociación de sindicatos nacionales y partidos políticos socialdemócratas. “Comparten el interés de evadir las regulaciones”. Los líderes de los sindicatos, conscientes de que las empresas deben reducir gastos o arriesgarse a perder trabajo, han refrendado con renuencia que los empleadores contraten cantidades cada vez mayores de trabajadores temporales a quienes pueden despedir a un bajo costo y con poco escándalo.
“Los representantes sindicales sufren mucha presión durante la competencia, y su argumento es el siguiente: «Si no los usamos, entonces otras empresas ganarán los contratos»”, señaló Peter Vellesen, director de Oslo Bygningsarbeiderforening, un sindicato que representa a albañiles, trabajadores de la construcción y pintores. “Si la empresa pierde la competencia, el representante perderá su trabajo”. El año pasado, las empresas de España e Italia obtuvieron muchos de los contratos para construir túneles al sur de Oslo, y para esto llevaron trabajadores de sus países a los cuales les pagan sueldos bajos.
Inmigrantes
El sindicato de Vellesen ha estado organizando a los inmigrantes, y los europeos del Este constituyen un tercio de sus cerca de 1700 miembros. Sin embargo, las tendencias se reflejan en los cheques de los pagos. De 2003 a 2012, los trabajadores noruegos de la industria de la construcción vieron cómo todos los años, excepto dos, el aumento de sus salarios fue menor en comparación con el promedio nacional, según un análisis de datos gubernamentales que realizó Roger Bjornstad, el economista en jefe de la Confederación Noruega de Sindicatos.
Aun en industrias especializadas y con mejores salarios, el aumento de los sueldos en Noruega se ha ralentizado, pues sindicatos y empleadores cooperan para mejorar las fortunas de sus empresas. Es un gran contraste con décadas pasadas, cuando Noruega sumaba las ganancias de las exportaciones del petróleo mientras daba aumentos de sueldo que llegaron hasta el 6% anual.
En 2008, mientras se desarrollaba la crisis financiera global y Europa recibía un golpe poderoso, los altos salarios noruegos dejaron a los negocios del país ante una desventaja competitiva. Esto se hizo especialmente evidente cuando el desempleo sacudió Italia, Portugal y España, lo cual debilitó los sueldos en todo el continente, al igual que cuando los sindicatos de trabajadores de Alemania pactaron salarios bajos para mantener el dominio de las exportaciones del país.
Desde mediados de 2014, un descenso de los precios globales del petróleo asoló la industria energética de Noruega y los oficios manufactureros de mayor alcance en el país. Ese año, los sueldos noruegos aumentaron sólo 1% después de tomar en cuenta la inflación, y sólo medio punto porcentual al año siguiente. En 2016 se redujeron los salarios más de 1%. ©The New York Times